Los cobertizos para trabajar, desempeñar aficiones, meditar, etc., han cobijado a creadores desde que Marco Vitruvio expusiera que el edificio más próximo a la perfección de la arquitectura griega clásica era la cabaña pequeña y desprovista de florituras.
Varias tendencias confluyen en los últimos años para que las cabañas, cobertizos y pequeñas casas de jardín vivan una época dorada; entre ellas, la crisis económica y la destrucción de empleo entre las clases profesionales, así como el auge del teletrabajo.
Espacios mínimos que maximizan
El auge de los cobertizos de jardín o patio trasero de viviendas suburbanas o casas rurales coincide con un mayor interés por la vida sencilla y el minimalismo, que abogan por desprenderse de pertenencias superfluas y reducir tanto como sea posible el tamaño de nuestro abrigo, se trate de la vivienda o la cabaña de trabajo.
Internet permite a cualquiera comprar o vender productos artesanales, sean ideas, bits o átomos. Publicaciones y sitios web como Make y Etsy, entre decenas de sitios especializados con una audiencia fiel, sirven de plataforma a personas de todo el mundo que realizan todo tipo de aficiones, proyectos tecnológicos y artesanales.
Escritores, hackers, diseñadores, artistas, artesanos
Muchos de ellos trabajan desde un cobertizo, como lo han hecho históricamente muchos pensadores y escritores. Y, en ocasiones, venden sus creaciones por Internet, a través de Etsy, Shopify, Ebay, Craigslist y otros sitios de clasificados, además de bitácoras y sitios web personales.
En *faircompanies conocemos en primera persona el mayor interés por habitar espacios reducidos, sean urbanos, suburbanos o rurales. También hemos hablado de la necesidad de algunas mentes creativas de trabajar en un espacio reducido y personal donde escuchar con claridad la voz interior, como explicó Virginia Woolf y, más recientemente, el periodista y escritor Michael Pollan.
Entre los 10 vídeos más populares producidos por Kirsten Dirksen para el sitio (ver nuestra lista de reproducción en YouTube sobre microcasas), 9 están relacionados con la tendencia que ha dado pie al movimiento de las casas pequeñas: 4 de ellos tienen más de 1 millón de visitas (el que más, cuenta con 4 millones); otros 3 más superan el medio millón de visitas; y otros tantos (más de una decena en estos momentos) superan los 100.000 visitantes.
Pequeños refugios para disciplinar la mente
Desde Vitruvio a Leonardo Da Vinci ( “las pequeñas habitaciones y refugios disciplinan la mente, mientras las grandes la debilitan”), pasando por Henry David Thoreau (“con este abrigo más sustancial sobre mí, había aclarado algo mi situación en el mundo”), pensadores y escritores han tratado la importancia del retiro personal y su condición sacra, separado de distracciones cotidianas.
Más allá de autores y personalidades, individuos de toda edad y condición han construido durante siglos sus pequeños retiros: una habitación dentro de casa; un pequeño cobertizo junto a la vivienda, en el patio trasero o el jardín; un garaje, corral o granero reconvertido (incluyendo los hórreos del noroeste español); un vehículo reconvertido -una vieja caravana, camioneta, furgoneta, bote o balsa flotante-; una cabaña encaramada a un árbol; o un retiro en plena naturaleza, rememorando la actitud mística de Thoreau o del joven Christopher McCandless, inspirador de Into the Wild (libro y película).
El placer de construir nuestro chozo
En un reciente viaje a Ibort, una aldea abandonada reconvertida en ecoaldea en el Pirineo oscense, uno de los habitantes más veteranos del repoblamiento, iniciado por entusiastas de la ecología y la vida sencilla en los años 80, nos explicaba en una entrevista que hay pocas cosas que ofrezcan a alguien más satisfacción que construir su propia casa o cabaña.
Muchos de nosotros tenemos nuestro propio cobertizo, o al menos tenemos familiares o conocidos que han construido su propia cabaña, usando métodos y materiales tradicionales o modernos; prefabricados o locales y artesanales. Pero, ¿qué pericia y conocimientos necesitamos para construir nuestro propio cobertizo? Y, ¿cuál es el presupuesto de este tipo de construcciones?
Como demuestran algunas de las personas que hemos entrevistado en vídeo para *faircompanies, como el escritor Richard Heinberg, el adolescente Austin Hay o las constructoras especializadas en microcasas Jenine Alexander y Amy Hutto, cualquiera con el suficiente tesón e interés por construir su propio cobertizo puede llevarlo a cabo.
Construir sin conocimientos previos
Los tres casos mencionados exponen la experiencia en primera persona de constructores aficionados sin formación en arquitectura, carpintería, ebanistería o albañilería previas; las construcciones erigidas en los tres ejemplos parten del condado de Sonoma, al norte de San Francisco.
Richard Heinberg contó con la ayuda de sus alumnos de la Universidad de Santa Rosa para erigir su cabaña de estudio y retiro en el patio trasero de su casa en la misma localidad; Austin Hay pidió ayuda al constructor de microcasas que ha alcanzado mayor notoriedad y amigo de *faircompanies, el emprendedor Jay Shafer, también afincado en Sonoma; mientras Jenine Alexander y Amy Hutto se sirvieron de algunas experiencias previas en construcción y el celebrado libro A pattern language, de Christopher Alexander y literatura específica sobre la materia (durante nuestra visita al taller de Alexander y Hutto, tomé estas fotografías, parte de esta fotogalería).
Un buen cobertizo, un lujo al alcance de cualquiera
El precio de construcción -o, en algunos casos, remodelación de espacios o vehículos-, varía desde prácticamente nada, a excepción del trabajo del propio interesado (como demuestra este grupo de entusiastas de la construcción bioclimática con materiales locales de Carolina del Norte), a un puñado de miles de dólares/euros (la propia Jenine Alexander construyó su propia microcasa por menos de 3.500 dólares; y su trabajo, claro).
Las pequeñas viviendas y espacios de trabajo pueden aprovechar vehículos y cobijos pensados para otros usos y reconvertidos en pequeños talleres y retiros temporales: desde el autobús abandonado en la inmensidad natural de Alaska y usado por Christopher McCandless; hasta la humilde pero digna vivienda sobre ruedas del emprendedor verde Bakari Kafele, viejo conocido de *faircompanies; o la vieja caravana clásica Airstream que el arquitecto paisajista Andreas Stavropoulos aparcó en el patio de una casa de estudiantes compartida y usó como dormitorio universitario.
Además de autobuses, caravanas y remolques, los botes tampoco escapan a la tendencia de convertir pequeños espacios en acogedoras viviendas y cabañas de trabajo o aficiones. Fiver Brown, por ejemplo, explicaba en una entrevista concedida a Kirsten Dirksen para *faircompanies que vivir en un viejo bote salvavidas de la II Guerra Mundial le ha permitido emplazar su hogar-oficina en un lugar tan caro como la bahía de San Francisco por un precio comparativamente irrisorio.
Con un presupuesto muy limitado, a veces prácticamente inexistente, es posible crear espacios para trabajar e incluso vivir.
De chatarra a arquitectura
Otra de nuestras visitas en los últimos meses ejemplifica las posibilidades que tiene incluso la chatarra para crear con dos contenedores frigoríficos y un puñado de chapas de capó de Dodge Caravan un cobertizo de herramientas y la oficina de los arquitectos Cate Leger y Karl Wanaselja en el patio trasero de su original casa (ver vídeo, artículo y fotogalería).
El estudio Leger Wanaselja Architecture, creado por este matrimonio residente en Berkeley, se ha especializado en la arquitectura que maximice espacios pequeños y convierta materiales desechados en estructuras con gran rendimiento. Y, no sorprendentemente, objetos como piezas de automóvil y contenedores de logística son abundantes y suelen tener un precio testimonial.
La atractiva oficina Leger Wanaselja Architecture está compuesta por dos contenedores frigoríficos (y, por tanto, con aislamiento térmico incluido) dispuestos en forma de T, a los que se practicaron aperturas para incorporar la puerta y dos amplios ventanales con vistas al jardín. Presupuesto de la obra: 1.800 dólares (1.400 euros).
El renacimiento de los cobertizos de ocio y trabajo
En las últimas décadas, los cobertizos y cabañas de trabajo han evolucionado a medida que las ocupaciones y necesidades de sus usuarios evolucionaban. En el Reino Unido, país con una gran tradición en el uso de cobertizos, la crisis económica ha hundido el sector de la construcción residencial en términos equiparables al parón inmobiliario español.
Paralelamente, informaba la BBC en 2010, el país experimentaba un renacimiento de los cobertizos. No extraña, por tanto, que publicaciones como The Guardian o The Telegraph hayan dedicado extensos y periódicos monográficos sobre la recuperación del chozo de trabajo en el jardín.
El fenómeno es equiparable en Estados Unidos, como muestran una treintena de nuestros vídeos y otras publicaciones, entre ellas Make, Popular Mechanics, TreeHugger, o InHabitat.
Quizá haya llegado el momento que muchos esperábamos para recopilar información, pedir consejo a algún amigo o familiar con experiencia en la materia y, con un presupuesto mínimo, construir nuestro propio cobertizo.