¿Qué importancia tienen las ideas para que una sociedad logre generar riqueza y algunos de sus ciudadanos se conviertan en genios de sus disciplinas?
La excelencia parece alcanzarse en grupos. La cultura occidental se alumbró en Atenas en 50 años, cuando la ciudad tenía 150.000 habitantes. La Florencia de Da Vinci y compañía tenía 70.000 habitantes. Estudiando estos ejemplos, se deduce el truco: cosmopolitismo, innovación educativa y cultura del riesgo, dicen los expertos.
Jonah Lehrer expone con vehemencia en un artículo de Wired que la mayoría del crecimiento económico tiene un origen muy simple que, sin embargo, muchas sociedades ningunean y obstaculizan con ensañamiento: las nuevas ideas.
Planes para cultivar la genialidad
Titulado Cultivando la genialidad en el siglo XXI, el artículo de Lehrer debería, por la contundencia y utilidad del mensaje, compartirse entre quienes están interesados en desentrañar cómo funcionan los entornos de excelencia en las sociedades.
“Es nuestra creatividad la que genera riqueza. De modo que, ¿cómo podemos incrementar el ritmo de la innovación? ¿Es posible alumbrar más Picassos y Steve Jobs?”, se cuestiona el autor en Wired.
Siguiendo el procedimiento clásico del método empírico-analítico, en el que se basa el conocimiento humanístico, científico y técnico occidentales, Lehrer expone que la respuesta a estas preguntas está escondida en los libros de historia.
Lugares y momentos donde florece la excelencia
Para detectar, aislar y estudiar los mecanismos de cómo las sociedades crean entornos donde aparecen genios de distintas disciplinas, basta recurrir a los ejemplos más documentados: lugares que en un momento concreto alumbran un número excepcional de genios.
Hace unos años, explica Jonah Lehrer, el estadístico David Banks escribió un artículo en el que exponía lo que llamó “el problema del exceso de genios”. Los genios, observó, no aparecen dispersos en el espacio y el tiempo, sino que tienden a llegar en apretados grupos o cúmulos (en inglés, “clusters”, a veces castellanizado como “clústeres”).
David Banks concluía en su artículo científico que el talento “conforma coágulos de manera no homogénea”. El talento atrae al talento o, mejor dicho, en determinados lugares y momentos se crea el caldo de cultivo necesario para aprovechar el potencial de muchas personas en un período reducido de tiempo.
Un Cervantes universal, muchos Cervantes desaprovechados
Según esta teoría, la diferencia entre Cervantes o Velázquez y otros muchos individuos con el potencial de Cervantes y Velázquez para sobresalir de la media tiene que ver con el lugar y el momento históricos. En la mayoría de las ocasiones, el contexto cotidiano desaprovecha el potencial de sus individuos para lograr la excelencia.
En Occidente, varios ejemplos ilustran la condensación de genios de distintas disciplinas en una localización y momento determinados. Atenas entre los años 440 y 380 aC es el paradigma de este fenómeno.
Durante este período de apenas 60 años, la ciudad, con alrededor de 150.000 habitantes (contando los esclavos), alumbró una impresionante caterva de genios, incluyendo a Platón, Sócrates, Tucídides, Heródoto, Eurípides, Esquilo y Aristófanes, entre otros.
Una ciudad que en medio siglo alumbró la cultura occidental
Como constata Jonah Lehrer, una sola ciudad albergó en poco más de medio siglo a los pensadores que concibieron la civilización occidental.
Vivieron en el mismo lugar durante el mismo momento y, en la mayoría de casos, se conocieron e inspiraron mutuamente, fueron maestro y discípulo, compitieron intelectualmente, o financiaron la educación de otros genios. Se retroalimentaron, en definitiva.
Otro momento clave para el desarrollo del arte y el pensamiento occidental: Florencia entre 1440 y 1490. En medio siglo, la ciudad toscana, con apenas 70.000 habitantes, estimuló el potencial de Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, Lorenzo Ghiberti, Filippo Brunelleschi, Sandro Botticelli o Donatello.
¿Sólo artistas? Nicolás Maquiavelo nació también en Florencia, en 1469.
Efusiones de creatividad: el lugar oportuno en el momento adecuado
Ni Jonah Lehrer ni el citado estudio de David Banks citan otros tantos ejemplos en los que un lugar determinado acoge un período de excelencia: el Glasgow de inicios de la Ilustración, la Barcelona modernista, el Madrid de la Residencia de Estudiantes o el París de la época de las vanguardias se acogen al mismo patrón.
“¿Qué causa tales efusiones de creatividad?”, se pregunta Lehrer en Wired. En su artículo científico, Banks desechó una de las explicaciones más recurrentes entre los historiadores, como la importancia de la paz y la prosperidad.
Al fin y al cabo, en la época de Platón, Atenas mantenía una guerra encarnizada con Esparta, lo que conduce a Banks a concluir en su investigación que la condensación de genios en grupos condensados en el tiempo y el espacio sigue siendo un misterio para la ciencia.
Fórmulas de autorrealización colectiva que han funcionado
El artículo de Wired discrepa con Banks y expone por qué la acumulación de talento en según qué lugares y momentos no es algo mágico o indescifrable. El secreto radica, explica Lehrer, en la presencia de determinadas “meta-ideas”, contextos que permiten que las ideas de otros puedan difundirse a su vez, así como retroalimentarse.
El primero en exponer la importancia de las meta-ideas fue el economista Paul Romer. Este concepto engloba, por ejemplo, mecanismos como la existencia de un sistema de patentes, o librerías públicas, educación universal, mecenas que den oportunidades a quienes despunten durante la infancia o, en el caso de la Atenas clásica, maestros que den clases en lugares públicos, invitando a los otros a escuchar y convertirse en discípulos.
Según esta idea, bastaría con estudiar las distintas épocas y lugares con alta concentración de genios para sentar las bases de un modelo que fomente la creatividad en el siglo XXI.
Fórmula = cosmopolitismo + innovación educativa + cultura del riesgo
El estudio de estos distintos momentos y lugares aporta tres grupos o patrones, delimitados con claridad:
- Cosmopolitismo y mestizaje de ideas: la Constitución de Estados Unidos se alumbró en las ciudades más prósperas y cosmopolitas de las Trece Colonias, y la Constitución Española de 1812 sólo era posible en la Cádiz Ilustrada, donde se agolpaba una variopinta burguesía con distintos orígenes. Wired: “No es accidental que todos los clústeres de talento fueran centros comerciales, lo que facilitaba que gentes de origen variopinto intercambiaran ideas”. Ello explicaría por qué un aumento del 1% de inmigrantes con educación universitaria aumenta la producción de patentes en el país receptor.
- Educación: “Todas estas culturas florecientes iniciaron nuevos métodos de enseñanza y aprendizaje. La Florencia medieval vio el surgimiento del modelo aprendiz-maestro, que condujo a que jóvenes artistas aprendieran de expertos veteranos”. Florencia, en definitiva, se inspiró en el ejemplo de la Atenas clásica. La Inglaterra isabelina se esforzó por educar a los varones de clase media, lo que explica que William Shakespeare, el hijo de un artesano analfabeto, asistiera a clases gratuitas de latín.
- Instituciones que apoyan la cultura del riesgo: en España, olvidamos que los Reyes Católicos se encuentran entre los inversores de capital riesgo cuya tolerancia del riesgo ha causado un mayor impacto en la historia de Occidente. Sin su beneplácito, la historia de América desde 1492 y el devenir del mundo habrían sido otros. El ejemplo expuesto por Jonah Lehrer: Shakespeare fue afortunado de contar con el apoyo de la Reina de Inglaterra mientras escribía sus extravagantes tragedias. Del mismo modo, la Florencia del Renacimiento se benefició del mecenazgo de los Médici, que financiaron todo tipo de experimentos en el arte y las humanidades. La visión de futuro de esta familia explicaría la presencia de la proporción áurea en la pintura del Renacimiento y su posterior influencia.
Ejemplos de casa: la escuela de talento del FC Barcelona
En 2011, The Economist se preguntaba cómo España, campeona del desempleo y el desencanto juvenil en Europa, era capaz de incubar, a la vez, maquinarias de excelencia tan bien engrasadas como el FC Barcelona.
En el mismo artículo (The Catalan kings), el semanario británico se preguntaba si el Barça de Guardiola, que acababa de ganar la Champions League en Wembley ante el Manchester United, era el mejor equipo de fútbol de la historia, por encima del Real Madrid de Di Stéfano, el Santos de Pelé, la Holanda de Johan Cruyff, etc.
La explicación acerca de por qué varios deportistas españoles de distintas disciplinas, en competición individual, de clubs o en la selección, han alcanzado la cúspide mundial se asemeja a la receta que The Economist expone para argumentar los éxitos del FC Barcelona: hay una fórmula de excelencia, de la que ya hemos hablado en *faircompanies, que se ha puesto en práctica de manera coherente y prolongada durante años.
Deporte en la cúspide, economía atrofiada
En la sociedad en su conjunto, la fórmula de excelencia que sirve para determinados clubes y deportes, no ha funcionado, o ha sido defenestrada y reconstruida sin coherencia y en tantas ocasiones que, más que cosechar resultados, desde la sociedad civil y la clase política se planta constantemente, sin dejar germinar la semilla. O aplicando el trabajo de cultivo equivocado.
Las escuelas de negocio españolas deberían impartir una asignatura: cómo es posible que España haya dinamitado cimientos sólidos en educación, cultura del libre pensamiento y las ideas, cosmopolitismo y cultura del riesgo.
Breve historia de la Iberia centrífuga
Los Reyes Católicos son reconocidos en el mundo anglosajón como los primeros promotores occidentales de capital riesgo. A diferencia de la Corona de Portugal, a la que Cristóbal Colón había acudido con anterioridad, España financió una empresa arriesgada que tenía todas las de perder: llegar a las Indias navegando hacia el poniente.
La expulsión de judíos y moriscos y, sobre todo, la Contrarreforma, dinamitaron el florecimiento de la España de la Era de los Descubrimientos, situada en la primera posición de la casilla de salida. La Inglaterra isabelina aprovechó la oportunidad y pronto Gran Bretaña y Francia superaron a España en cualquier indicador.
Carlos III: acertó con muchas reformas, se equivocó con la “radialidad”
La España ilustrada se puso, más o menos, al día con Carlos III, aunque su idea del Estado, tan radial y centralizado como Francia, agotó los esfuerzos de unas élites intelectuales preparadas y dispuestas a fomentar la prosperidad entre sus conciudadanos.
Explica Ferran Soldevila en su excelente Historia de España que, si su sucesor Carlos IV no hubiera sido tan limitado y arbitrario, España se habría ahorrado, al menos, la invasión francesa encubierta y los años de José Bonaparte.
Entre Carlos IV y Bonaparte, alias Pepe Botella por sus aficiones de sobras conocidas, se envió al traste el trabajo de Carlos III y la oportunidad de modernizar el país.
Después de Carlos IV y José Bonaparte
La Constitución de Cádiz de 1812, que plasmaba unos derechos y deberes para los españoles homologables a los de las constituciones surgidas de la independencia de Estados Unidos y la Revolución Francesa, eran apenas el sueño jurídico de las élites ilustradas de la cosmopolita Cádiz y las grandes ciudades comerciales y portuarias, con sus sociedades de amigos y centros de enseñanza, homologables a los europeos.
Para el resto del país, estos clústeres de excelencia eran un hervidero de afrancesados que había que extirpar. Se hizo. Otra oportunidad perdida.
Y así sucesivamente hasta que, ya en el siglo XX, España volvió a dinamitar sus propios logros educativos, cuando la Institución Libre de Enseñanza no sólo no se extendió por el resto del país, sino que fue suprimida.
Demasiados cambios de modelo
¿Por qué ejemplos universales de excelencia, como el FC Barcelona de los últimos años, no han estado presentes en la educación, la ciencia, la industria del país? En parte, es culpa de todos. De nuestra tradición. De la falta de paciencia. De la obsesión ibérica por, cuando se llega al poder, contrarreformar lo reformado. Ocurre en todos los campos.
Comparemos ahora lo ocurrido en España con lo acaecido en Francia, el Reino Unido o Estados Unidos. En este último país, existía un consenso desde antes de su independencia, que ni siquiera la independencia del país, ni la guerra de Secesión, ni ninguno de los distintos magnicidios que padeció el país, cambió.
Con la educación, no se juega. No es una tarea de un gobierno, ni de una generación, ni de los “fondos públicos”, ni de las “ayudas europeas”, ni de que haya más o menos maestros o recursos. En Finlandia, se usan menos maestros por estudiante que en Grecia, y conocemos los niveles en los exámenes PISA con que cuentan ambos países.
Mantener los compromisos troncales sí o sí
Se trata de un compromiso transversal, de toda la sociedad, transgeneracional. No sólo debe llevarse a cabo en el deporte o la educación, sino en la ciencia, la industria, el arte, la innovación en cualquier ámbito. Algo así como cultivar la marca.
En una ocasión, recuerdo haber hablado con alguien acerca de la loma de una montaña, desprovista de árboles, a la que se asomaba su bonita casa. “Es el momento -sugerí- de que replantéis esa loma de vegetación autóctona”. No le pareció un comentario afortunado.
Según él, el esfuerzo de plantar no merecía la pena para nadie. Ni daría votos al gobierno consistorial que promoviera la rehabilitación de la loma, ni supondría un proyecto que generara ingresos y puestos de trabajo ni, sobre todo, los árboles serían grandes para que él los disfrutara.
Para lograr clústeres de excelencia, debe haber personas que, comprendiendo que los esfuerzos que realicen darán frutos a largo plazo, tienen el suficiente sentido de la responsabilidad y fuerza de voluntad como para garantizar la continuidad del proyecto.
Riesgos del ruido del corto plazo
Sobre todo, cuando lleguen las dudas, las críticas, el populismo de la gratificación instantánea. El primer paso para reponer la cultura del esfuerzo consiste en recordar que la gratificación aplazada y la fuerza de voluntad actúan como un músculo, y pueden ejercitarse.
También merece la pena desempolvar de vez en cuando las empresas que, hace apenas unas décadas, competían en la élite mundial, entre reformas y contrarreformas, acciones y reacciones.
Las meta-ideas empiezan con la obcecación de un individuo y su voluntad para contagiar el ánimo del riesgo y la creación.
Las grandes épocas gastaron menos talento
El último párrafo de Jonah Lehrer en su artículo de Wired: “Nunca antes hemos necesitado tanto los genios como ahora. Las buenas noticias son que podemos aprender de los secretos del pasado, de esas sociedades fuera de serie que produjeron Shakespeare, Platón y Miguel Ángel”.
“Y luego nos deberíamos mirar en el espejo. El exceso no es un accidente”. T.S. Eliot remarcó en una ocasión que las grandes épocas no albergaron más talento; gastaron menos.