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Mil caras de las "casas pequeñas": reflexiones sobre ruedas

Estas son las deshilachadas reflexiones sobre espacios pequeños que se nos ocurrieron hace unos meses desde una autocaravana, nuestra casa temporal en movimiento por entonces.

Cuando Kirsten y yo decidimos el pasado verano grabar vídeos por el noroeste de la zona del Pacífico de Estados Unidos, pensamos en un modo económico y enriquecedor de compatibilizar el trabajo y la familia: viajar con la casa a cuestas.

Con la casa a cuestas: familia de reporteros en autocaravana

De manera que compramos una vieja VW Wanagon Westfalia de 1981… y el plan funcionó. 

Así fue cómo nos convertimos durante más de 2 semanas en viajeros frugales (o buscavidas-nómadas ocasionales), compartiendo el interior de una autocaravana que se amoldara a nuestros valores y necesidades para la ocasión.

La búsqueda fue más fácil de lo esperado y en menos de 1 semana estábamos preparados.

Viaje por el Pacífico Noroeste para conocer más sobre casas pequeñas

Empezaba un viaje que nos llevaría a charlar con varias personas que han puesto en práctica una filosofía similar, pero de manera permanente: los entusiastas de los microespacios para vivir y trabajar de la zona noroeste del Pacífico de Estados unidos.

El resultado:

Al acabar el periplo, con recuerdos y experiencias acumuladas pero sin nostalgia -mirando ya hacia otros “Ahora”-, decidimos vender la furgoneta por el mismo precio de compra: 5.000 dólares. Lo logramos en menos de una semana.

“Summer of (family) love”, el documental de Kirsten Dirksen sobre la experiencia

Desde el principio, tuvimos la voluntad de compartir la experiencia. Nuestro viaje en autocaravana se convertiría en una alegoría de un periplo geográfico, pero también interior, y serviría como campo de pruebas de una temática que tratamos de manera recurrente: los espacios pequeños para vivir y trabajar, tanto anclados en un lugar como móviles.

Más allá de lo intangible, el poso del recuerdo y la experiencia, siempre introspectivo y difícil de compartir, el resultado de la experiencia se tradujo en:

  • el documental (trailer) de Kirsten Dirksen sobre el viaje, titulado con ecos hippies como Summer of (family) love;
  • varios vídeos realizados por el camino, publicados por Kirsten a medida que los edita, que rememoran conversaciones con personas relacionadas con los espacios pequeños para vivir y trabajar: Tammy Strobel, Logan Smith, la familia Ebel, Deb Delman, Lina Menard, Dee Williams, Steve Sauer, Lanny Shuler, Brian Schulz, la gente de Vertical Horizons Treehouses y Jay Shafer, entre otros;
  • y algo de contenido de referencia más deshilachado, como notas de viaje y fotografías (inicio del periplo  y continuación).

(Vídeo: enlace al documental Summer of (family) love por Kirsten Dirksen)

Sobre el hombre y su relación con el mundo (a través de su cobijo)

El viaje nos ayudó a ampliar conocimientos sobre la relación entre el ser humano y su “cobijo”, su abrigo esencial, se trate de un chozo, una tienda provisional, una cabaña, una casa-árbol, una casa pequeña… o una casa con ruedas.

Pero la filosofía frugal, nómada y basada en la experiencia actualizada a diario que sustenta la cultura de las casas pequeñas (y a menudo es interpretada en forma de contrato “flexible” y “actualizable”, más que compromiso vital con un espacio y un préstamo), tiene un reto, a medida que se populariza: encajar con las convenciones y la realidad jurídica de las sociedades avanzadas.

Espacios pequeños, “alegalidad” e ilegalidad

Los códigos constructivos definen lo que consideran espacio mínimo habitable, empujando a la alegalidad a cualquier espacio o vivienda que incumpla tamaño y condiciones preestablecidas, más allá de su calidad objetiva y la propia voluntad de su morador. 

Las restricciones sobre espacios pequeños se han topado con quienes los consideran una alternativa factible y económica a viviendas tradicionales, sea con voluntad temporal, estacional, o estable.

Autorrealizarse sin que ello dependa del tamaño del chozo

En *faircompanies hemos podido conocer a personas autorrealizadas viviendo en espacios diminutos, incluso en comparación con la vivienda media europea y japonesa, más reducidas que la norteamericana:

  • personas alquilando el patio trasero para asentar su microcasa y vivir como en un micro-asentamiento del Oeste americano (hemos propuesto el término “microhomestead” para la designar la casa de la veterana del “small house movement” Dee Williams);
  • estudiantes que vivieron sus años universitarios en dormitorios-caravana para reducir gastos y acumular experiencias (Andreas Stavropoulos compró una caravana vintage Airstream cuyo interior rediseñó, como parte de su proyecto educativo en tanto que estudiante de arquitectura paisajística);
  • profesionales que priorizan el vibrante -y casi siempre económicamente prohibitivo- epicentro creativo de las grandes ciudades, prefiriendo un microespacio en el lugar adecuado y con el diseño y materiales oportunos, en lugar de mayor espacio lejos de donde quieren estar; The New York Times citó a *faircompanies y los vídeos de Kirsten Dirksen para referirse a esta tendencia en Nueva York, ejemplificada en los anteriores microespacios de Luke Clark Tyler y Felice Cohen;
  • arquitectos y constructores que optan por hacerse su propia microvivienda, crearla para otros o incluso proponer un urbanismo alternativo para microcasas que carezca de la leyenda negra de los campings permanentes de Estados Unidos. Jay Shafer, una de las caras visibles del movimiento de las casas pequeñas, habla de localidades y barrios de casas pequeñas donde apetezca vivir;
  • auge de las reconversiones, donde contenedores logísticos, antiguas fábricas o incluso aparcamientos se transforman espacios para vivir y/o trabajar (es el caso de este antiguo aparcamiento de Burdeos, Francia, conocido en Internet como “Maison garage“).

Priorizando calidad y localización por encima de materiales

Muchas personas que buscan calidad y localización -aunque sean en forma comprimida- por encima de mayor espacio -que suele ser más apartado y pagado a plazos-, afrontan la incomprensión de códigos de edificación y urbanísticos, así como de profesionales de la construcción.

La popularidad de los microespacios no parece remitir. Algunos vídeos de *faircompanies sobre la temática acumulan varios millones de visitas; el que hacía un recorrido por el microapartamento que Felice Cohen alquilaba en el Upper West Side acumula 5,7 millones de visitas.

Las casas pequeñas llegan a la ciudad: sobre microapartamentos

La mayor atención sobre casas y apartamentos más reducidos, en lugares atractivos, con materiales de calidad, atención por el detalle y fórmulas de acceso más flexibles (incluyendo el alquiler bajo demanda), ha llevado a ciudades como San Francisco o Nueva York a adaptar sus códigos o reflexionar sobre el futuro de los espacios para nuevas realidades sociales.

En San Francisco, el constructor Patrick Kennedy, que mostró hace cerca de 3 años a *faircompanies su microapartamento-modelo para un proyecto en marcha en la ciudad californiana, ha logrado notable repercusión mediática con su idea.

Hay quienes deciden arriesgarse y comprar su microespacio, para reconvertirlo ellos mismos en confortable microapartamento pese a los escollos legales y técnicos que estos proyectos ajenos a la convención requieren. El caso de Steve Sauer y su diminuto apartamento en la antigua lavandería de un edificio céntrico de Seattle, resuelto de un modo celebrado por los medios estadounidenses, es el último ejemplo con proyección. Él lo llama “pico-dwelling“.

Kirsten visitó a Sauer en su casa durante nuestro paso por Seattle, mientras yo mismo preparaba la comida para nuestros tres hijos. 

(Vídeo: el microapartamento con atención por el detalle y la personalización de Steve Sauer en Seattle)

Cuando no hay críticas a la normativa

Son los amantes de los microespacios, urbanos y rurales, fijos o sobre ruedas, prefabricados o artesanales, metálicos o de madera, con materiales nuevos o reciclados, reusando espacios -o elementos diseñados para otros usos– ya existentes o creándolos de la nada. La tendencia se repite en Nueva York y se habla de estilos de vida “micro” atractivos para individuos.

Muchos de los interesados en sacar el máximo rendimiento a los espacios y recursos más reducidos simpatizan con el llamado movimiento de las casas pequeñas e incluso nos han explicado su historia (lista de reproducción de Kirsten Dirksen en YouTube sobre casas pequeñas).

Los códigos se imponen a la voluntad/posibilidad del individuo y cuestionan las circunstancias en que debería vivir, así como la cantidad de espacio considerado “salubre”, independientemente del diseño y calidad de su interior o la propia voluntad de su morador.

Cuando los códigos de edificación pierden su objetivo original

Las normativas locales varían en requerimientos y especificaciones no sólo en países, sino entre ciudades o localidades de una misma región.

  • lo que en un territorio rústico del levante español se considera una casa de aperos puede constituir una vivienda regular en otro país del mundo.
  • una microcasa prefabricada y portátil o similar, preparada para conectarse a todos los servicios, tiene el estatus legal de “piscina” o construcción adicional en un jardín o patio trasero en muchos países;
  • en ocasiones, los códigos de edificación permiten el estacionamiento de habitáculos temporales en una propiedad urbanística particular, siempre que incluyan ruedas o sean fácilmente desmontables/transportables;
  • a menudo, se permite edificar pequeños edificios en patios y jardines, legalmente considerados cobertizos para almacenaje, garajes, etc.

El objetivo original de los códigos constructivos era garantizar estándares de habitabilidad, evitar abusos constructivos o edificaciones fraudulentas, evitar desastres (zonas sísmicas, clima extremo) y facilitar la planificación urbanística: servicios públicos y privados, uso público y privativo de los espacios, urbanidad en definitiva.

Sobre el inicio del urbanismo racional

Estos mismos códigos son ahora el principal escollo para que los proyectos más innovadores sobre microespacios logren impulso más allá de sus pioneros (“early adopters“).

Como otros ordenamientos o el derecho mismo, los códigos urbanísticos y de edificación se inspiran en las normativas romanas, a su vez basadas en el urbanismo griego. 

Las convenciones racionales que parten de el plan hipodámico (equivalente de la Antigüedad a los planes urbanísticos ortogonales y en cuadrícula de la Ilustración) instautaron convenciones que todavía perviven.

Defensores de los microespacios denuncian que la letra pequeña de los códigos urbanísticos y de edificación no conservan el espíritu de los planes racionales y, con el pretexto de garantizar unas condiciones mínimas para todos, expulsa a jóvenes, residentes individuales y familias monoparentales de las ciudades más vibrantes y entornos rurales más apetecibles.

¿Pueden los microespacios ser urbanismo?

Constructores y entusiastas de los microespacios aglutinan sus esfuerzos en torno a distintos conceptos complementarios:

  • microapartamentos;
  • espacios reconvertidos (garajes, depósitos, antiguas factorías, silos, depósitos de agua, etc);
  • contenedores logísticos readaptados;
  • espacios prefabricados (a menudo con tecnologías digitales asequibles como impresoras CNC caseras);
  • casas pequeñas (sobre remolques o sin ruedas);
  • vehículos recreacionales con vocación de casa y/o espacio de trabajo;
  • botes y casas flotantes;
  • espacios mínimos provisionales para nómadas ocasionales (tanto transportables como para llevar puestos).

(Vídeo: una casa pequeña en el bosque en Oregón inspirada técnicas constructivas tradicionales japonesas)

Cambian condiciones económicas, laborales, familiares… los códigos permanecen

El el mundo de los microespacios, el mínimo común habitable lo define el propio morador; no ocurre lo mismo con leyes restrictivas que coartan la libertad individual y no se han adaptado a nuevas realidades socioeconómicas:

  • núcleos familiares cambiantes: familias monoparentales, parejas sin hijos, individuos viviendo solos, estudiantes y jóvenes que prefieren su propio espacio a compartir, etc.;
  • localización y calidad del espacio por encima de su tamaño: el precio del alquiler y la compra de viviendas en los barrios más apetecibles de las grandes metrópolis complica el acceso a jóvenes y nuevas realidades familiares, que prefieren espacios más pequeños a renunciar a las zonas más vibrantes y espacios de mayor calidad;
  • tendencias de diseño y estilo de vida: la nueva realidad económica estimula la revisión del materialismo impulsivo de los años de crédito fácil.

Los intangibles del bienestar duradero

Se consolidan, pese a todo, alternativas de vida que relacionan el bienestar duradero con intangibles como las experiencias, la educación continua, la vida activa (donde se potencian deporte y relaciones) y estrategias para conseguir más a largo plazo aprendiendo a dominar los impulsos.

En este nuevo contexto, la vivienda en propiedad pierde terreno como arquetipo del acceso tradicional al bienestar (tal y como Daniel Gross ha analizado en un reportaje para The Wall Street Journal), así como la importancia de su tamaño.

Paralelamente, en las últimas décadas, la demanda de mayor tamaño a precios asequibles propulsó fenómenos como el crecimiento de suburbios y “suburbios de suburbios”, tanto en Estados Unidos como en países emergentes que copiaron su modelo, desde China al vecino México (son los que Wired llama irónicamente “suburbios sin fronteras“).

Cuando la única ventaja es el espacio

Las viviendas homogéneas, ejecutadas con materiales asequibles y sin atención por el detalle y a las necesidades de sus moradores, basaron su atractivo comercial en su mayor tamaño a precios competitivos.

Las nuevas realidades familiares, más flexibles y atomizadas, así como la mayor inestabilidad económica y laboral de las nuevas generaciones -que demandan calidad de vida real y servicios bajo demanda para evitar gastos vitalicios-, enfocan la atención en nuevos usos y tipos de vivienda: tantos como individuos.

Auge de los utensilios y espacios transformables

De ahí que una de las tendencias que recibe mayor atención y esfuerzo sea el de optimizar pequeños habitáculos, con muebles, paredes y apartamentos enteros que comparten una habilidad clave, se adaptan al uso. Son, en definitiva, transformables.

En *faircompanies, gracias al trabajo de Kirsten, hemos tenido oportunidad de mostrar apartamentos:

  • que evocan la flexibilidad del origami, creando 4 espacios de 1;
  • otros, como un reducido apartamento del SoHo neoyorquino remodelado por el fundador de TreeHugger y LifeEdited Graham Hill, contienen 6 espacios en 1;
  • mientras que Gary Chang nos enseña sus 24 habitaciones en 1 condensadas en su apartamento extremadamente transformable de Hong Kong (vídeo grabado por nuestro colaborador Johnny Sanphilippo y editado por Kirsten).

Programando nuestra existencia (y nuestra vivienda)

El minimalismo, la vida sencilla y las filosofías de vida que priorizan las experiencias y el acceso flexible -y crítico- al bienestar material atraen a cada vez más personas interesadas en afrontar las cuestiones esenciales de la existencia: de cara, sin rencor ni dogmas ideológicos procedentes de teorías prestadas.

Es el momento para muchos de conocer sobre ellos mismos y lo que les rodea, explorar el Ahora, crear, mejorar, descubrir ideas poderosas (y su relación con la filosofía clásica).

La palabra “ecología” procede de “oikos” y “logos” (“casa” y “disciplina” en griego clásico, respectivamente), una pista de nuestra relación con el universo. Nuestro interior, un abrigo inmediato y el universo.

El poeta, ensayista y filósofo Ralph Waldo Emerson, escribió: “Cada espíritu se construye una casa; y más allá de su casa, un mundo; y más allá de su mundo un cielo. Sabe pues, que el mundo existe para ti: erige, por tanto, tu propio mundo.”