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Olas, incendios y calor en el verano ártico (no australiano)

A medida que las temperaturas veraniegas aumentan y se multiplican los fuegos durante los meses más cálidos, el Ártico pierde el carácter remoto que había conservado en el imaginario colectivo, desde que las expediciones para encontrar el mítico Paso del Noroeste, el Eldorado de los exploradores septentrionales, se toparan con un territorio inmenso, indistinguible e infranqueable. Un no lugar en toda regla, donde lo próximo se confunde con el horizonte.

En 1845, los navíos HMS Erebus y HMS Terror partían de Inglaterra rumbo al Ártico canadiense. La expedición, compuesta por 128 hombres bajo el mando de John Franklin, desaparecería en algún punto de la costa ártica de Norteamérica en 1848; las comunicaciones de la época impidieron conocer el lugar exacto de este desastre olvidado hasta que los arqueólogos hallaran los restos de uno de los navíos en las aguas poco profundas de la remota bahía de Wilmot y Crampton, en Nunavut.

Ni siquiera las condiciones modernas garantizan el acceso en el viejo territorio inuit. El mal tiempo en la zona obligó a los arqueólogos de la agencia Parks Canada a esperar a la ocasión para explorar las inmediaciones del hallazgo.

Más historias de exploradores que de nativos

El clima inusual de los últimos tiempos en todo el Ártico ha permitido rescatar más 350 artefactos procedentes de la expedición perdida de Franklin, si bien no hay rastro de correo, diarios ni cuadernos de bitácora que pudieran arrojar luz sobre los últimos momentos de la tripulación del HMS Erebus y el HMS Terror.

En el siglo XX, la anterior búsqueda quimérica de un Paso del Noroeste para acelerar el comercio entre el Atlántico y Asia se transformó en una carrera por el prestigio entre países con intereses en la región ártica para alcanzar el polo norte, si bien la zona no perdió su condición inhóspita hasta medios modernos facilitaran la exploración minuciosa de un océano que permaneció helado en forma de extensa y uniforme banquisa incluso en verano hasta los años 70 del siglo pasado.

Ilustración del propio Nicolás Gogol para la puesta en escena de la comedia satírica «El inspector general» (1842)

En junio de 1928, el explorador noruego Roald Admunsen desaparecía cerca de la costa del norte de Noruega a la altura de la localidad de Tromsø con cinco compañeros en una misión de rescate a bordo de un aeroplano que volvía del Polo Norte.

El legendario explorador había alcanzado por primera vez el Polo Sur (14 de diciembre de 1911), cinco semanas antes de que lo hiciera la expedición británica capitaneada por Robert Falcon Scott.

Cuando el permafrost no se tiene

El Ártico, que experimenta gigantescos incendios subterráneos y en los bosques boreales de Siberia, ofrece en las capas superficiales de un permafrost que cede con rapidez hallazgos bien conservados de travesías y epopeyas animales y humanas de distintas épocas.

Investigadores en estaciones situadas en Alaska y Siberia habían confirmado ya en el verano de 2018 que el aumento de las temperaturas veraniegas estaba provocando inaudito hasta entonces: amplias zonas dominadas por el permafrost en los últimos milenios han dejado de congelarse incluso en invierno.

Nikita Zimov, encargado de tomar medidas de suelo de uno de los puntos más fríos de Siberia, se sorprendió al comprobar que las muestras de permafrost tomadas del subsuelo en Chersky, en la ribera del río Kolimá, eran simple barro —explicaba Craig Welch en un reportaje para National Geographic—.

Los mejor adaptados

Emergen en el paisaje de la taiga restos de animales del pleistoceno e incursiones humanas durante el paleolítico, pero también estructuras erigidas con huesos de mamut durante la última glaciación, cuando el extremo oriental siberiano permanecía conectado por tierra a Norteamérica y constituía la región de Beringia.

Las distintas oleadas de pobladores de las Américas usaron el puente de Beringia para extenderse hacia el sur; más tarde, hace apenas 2.000 años, los ancestros de los pueblos inuit se expandieron desde la actual Alaska a través del Ártico canadiense (hasta alcanzar eventualmente Groenlandia en el siglo XIII) con una cultura adaptada al clima extremo y la asistencia de un linaje canino adaptado al medio.

Al otro lado del estrecho de Bering, más allá de la península de Chukotka, el extremo nororiental de Siberia, la búsqueda de colmillos de mamut se ha convertido en un arriesgado pero bien retribuido oficio en los territorios más remotos, habitados todavía por las poblaciones originarias que vieron cómo una realidad administrativa remota, la del Imperio Ruso, se imponía poco a poco en la zona.

El «Revizor», personaje administrativo de El inspector general, la comedia teatral de Nicolás Gogol, evoca la tensión y equívocos entre un cuerpo administrativo remoto y europeo y una realidad totalmente ajena a los cánones emanados de San Petersburgo y Moscú.

Luego llegarían tramperos, comerciantes de pieles, terratenientes, colonos cosacos y los funcionarios encargados de erigir campos de trabajos forzados o «kátorgas» cada vez más remotos e inclementes, precedentes de los gulags soviéticos, un sistema penitenciario integrado para siempre en el imaginario colectivo ruso-soviético.

Aire acondicionado en Siberia

Allí como en el resto de Siberia, en un territorio que había permanecido más imaginario y fruto de pesadillas dantescas que real incluso para los rusos, unas temperaturas estivales inusualmente elevadas consolidan una tendencia que ni siquiera los escépticos mas recalcitrantes del cambio climático pueden justificar con sus tesis pseudo-científicas.

La evolución del deshielo en el Ártico, las temperaturas veraniegas (descontando incluso la actual ola de calor) y la explosiva evolución de efectos extremos como el aumento exponencial del número y la virulencia de los incendios en la región, son acontecimientos que no pueden desasociarse del cambio climático, según los científicos que colaboran en la base de datos del proyecto World Weather Attribution (WWA).

Este consorcio estudia los acontecimientos de clima extremo que ocurren en distintos puntos del mundo y evalúa su posible asociación con el calentamiento asociado a las emisiones con efecto invernadero de origen humano.

Andrew Ciavarella, colaborador del proyecto y miembro de la oficina meteorológica británica, constata que las temperaturas registradas en Siberia en la primera mitad de 2020 habrían sido «efectivamente imposibles» sin el cambio climático. Cuando la gélida y remota localidad de Verkhoyansk, a orillas del río Yana en el norte de Yakutia, registra 38 grados Celsius, la anomalía en el Ártico no es circunstancial (esta localidad registra una media en enero de -46,2 grados Celsius, mientras alcanza los 15,2 grados en julio).

Desastre para unos, oportunidad para otros

Datos recabados por el satélite Sentinel-3 del programa europeo de observación Copérnico y difundidos por la Comisión Europea confirman que en días como el 19 de junio de 2020, varios puntos del Ártico siberiano superaron los 45 grados Celsius. En toda la Siberia ártica, las temperaturas registradas desde inicios de año son de media 5 grados más cálidas que la media reciente, si bien amplias zonas se mantuvieron 10 grados por encima de la media.

La región del Ártico se transforma de manera más acelerada que otros puntos del planeta. La debilidad y retroceso temprano del hielo en el océano ártico ha sido incluso celebrada por quienes estudian la región como punto estratégico para la extracción de recursos (combustibles fósiles, pesca, metales y tierras raras, arena) y el transporte de mercancías: sin hielo, los navíos de contenedores podrían sustituir a los rompehielos y acortar la travesía entre China, Europa y Norteamérica.

Esta lectura, que interesa especialmente al Gobierno ruso, tiene sus víctimas: los ecosistemas de la zona se transforman de manera acelerada y sin remisión. De momento, la prensa apenas se hace eco de los efectos sobre la megafauna más simbólica, y circulan proyecciones sobre la eventual extinción del oso polar a finales de siglo.

En camiseta de tirantes por Chersky

Preocupan menos los efectos que científicos y medios son incapaces de transmitir a la opinión pública mundial a través de símbolos como el oso polar. La debilidad y deshielo temprano del Ártico influye sobre corrientes marinas, nivel del mar y temperatura regional y mundial.

Gigantescos incendios subterráneos, algunos de los cuales se extienden en el subsuelo desde hace años, contribuyen a otros fenómenos que, a su vez, transforman el paisaje ártico con rapidez. El debilitamiento del permafrost, el subsuelo helado que ha caracterizado los ecosistemas de la zona desde la última glaciación, debilita los cimientos de edificios en las ciudades más septentrionales del mundo, como Norilsk.

Asimismo, la desaparición de permafrost repercute sobre emisiones adicionales de gas metano sobre las que no se había contado en los modelos que calculan la evolución del cambio climático.

Quienes soñaban con crear un parque del Pleistoceno en los confines de Siberia gracias a técnicas experimentales de desextinción, se topan ahora de bruces con la realidad. En la remota localidad de Chersky, donde se concentraban los esfuerzos para restaurar la estepa que albergó a los grandes mamíferos extintos hace 12.000 años, las temperaturas veraniegas y los incendios explicaban otro tipo de futuro en la zona.

Adaptación

Mientras tanto, los pueblos nativos de Siberia, así como los inuit de América del Norte y Groenlandia, reivindican la adaptación al cambio como el rasgo decisivo que permitió a sus antepasados poblar áreas siempre inhóspitas.

En esta ocasión, sin embargo, la debilidad y dependencia de los asentamientos nativos con respecto a funcionariados siempre lejanos y condescendientes, podría poner en riesgo la supervivencia de muchas poblaciones que habían mantenido su relativa autonomía gracias a la barrera de un contexto especialmente remoto e inhóspito.

Por de pronto, un Océano Ártico sin hielo durante meses transformará las costas en torno al Círculo Polar. Nature publica en un artículo cómo las olas aumentarán de tamaño al no encontrar resistencia, y sus dimensiones serán hasta 3 metros superiores en muchas bahías y estuarios que albergan poblaciones locales.

Mientras tanto, la prensa difunde imágenes en las que se observa a niños siberianos bañarse en cursos de agua con la placidez de quienes acuden a hacer lo propio en el Mediterráneo.

Cuando las temperaturas en el Ártico superan las de Sevilla en junio, algo que merece nuestra atención está ocurriendo. Quizá nos estemos adentrando en la fase en que deberemos explicar que no se trata sólo de la pérdida de hábitat de los osos polares y otra megafauna capaz de suscitar simpatía y ventas de mercadotecnia.