El mundo lleva hablando del concepto “peak oil” (traducido como “pico petrolero” o “cénit del petróleo”), momento en que la tasa de extracción global de petróleo alcanza su punto álgido para entrar después en un rápido colapso, desde los años 50 del siglo pasado.
La preocupación sobre la dependencia económica del precio del barril de crudo y las implicaciones geopolíticas de su control tampoco son novedad. Jimmy Carter impulsó el uso de energías renovables para reducir esta dependencia en los años 70 y su discurso era similar al de Barack Obama en la actualidad.
Con la crisis del petróleo de 1973, provocada por un aumento de los precios del crudo auspiciado por un acuerdo unilateral entre los países exportadores, los gobiernos de Europa, Norteamérica y Japón concedieron grandes incentivos a programas de investigación en energías renovables y alternativas para la generación eléctrica a gran escala o el transporte.
La posterior bajada del barril de crudo llevó a estos programas a los lugares menos prioritarios de la agenda de Norteamérica y Europa.
Fue Ronald Reagan, que se topó con un petróleo más barato, quien se encargó de enterrar definitivamente cualquier intento por producir energía a gran escala a partir de fuentes renovables.
Al fin y al cabo, la economía estadounidense crecía, el crudo volvía a estar barato y había reservas para no tener que preocuparse de ello durante al menos un puñado de décadas.
“Peak oil”: el miedo al fin del petróleo que inspiró Mad Max
Australia, 1971. George Miller, un doctor de Victoria que trabaja en la sala de emergencias de un hospital, conoce al director de cine amateur Byron Kennedy. A finales de la misma década, el dúo creará junto al guionista James McCausland la película posapocalíptica Mad Max.
James McCausland explicaría años más tarde cómo se fraguó la película: “en 1973 los productores de petróleo árabes convulsionaron el mundo reduciendo estrechando la extracción de sus pozos y reduciendo la producción. Corporaciones y países como Japón, sufrieron una fuerte crisis por su dependencia y muchos empezaron a pensar en modos de debilitar su dependencia de los productos petrolíferos”.
“A medida que la convulsión empezó a calmarse y el petróleo volvió a fluir, la mayoría de las empresas se olvidó de las medidas para sustituir el petróleo. Sin embargo, existían sorprendentes signos sobre las medidas desesperadas que las personas tomarían para asegurar su movilidad. Un par de ‘huelgas de petróleo’ que afectaron a varias estaciones de servicio reveló la ferocidad con que los australianos defenderían su ‘derecho’ a llenar el depósito. Se formaron largas colas en las gasolineras con existencias, y cualquiera que intentó saltarse las largas colas se topó sufrió una violencia inusitada”.
McCausland y George Miller escribieron el guión de Mad Max a partir de la tesis de que la gente haría casi cualquier cosa para mantener sus vehículos en circulación y la hipótesis de que los países no considerarían los enormes costes de proporcionar infraestructura para energías alternativas hasta que fuera demasiado tarde.
Mad Max, pese a ser una película de bajo presupuesto rodada por un equipo semi-amateur en un rincón de Australia, se convirtió en un éxito en todo el mundo. La historia, al fin y al cabo, no era tan inverosímil.
Pero el cénit del petróleo ya se había desvanecido como prioridad política y pronto la opinión pública olvidó que hubo un puñado de años, durante los 70, en que se invirtió decididamente en tecnologías renovables para evitar escenarios como el explicado por la película protagonizada por el entonces desconocido Mel Gibson.
Escenarios malthusianos aparte, la sociedad actual sigue dependiendo tanto del petróleo, el carbón y el gas natural como la de los años 80 del siglo pasado, cuando las tesis de Ronald Reagan y la respuesta positiva de los mercados a sus políticas de recorte del gasto promovieron un nuevo periodo de “crecimiento”.
La otra cara de depender de sistemas de producción globalizados
El llamado pico petrolero (punto de máxima producción mundial de petróleo) ha sido confundido erróneamente con el agotamiento del petróleo (caídas de reservas y suministros).
El concepto “peak oil” se basa en la hipótesis de que la tasa de producción de un pozo de petróleo crece exponencialmente hasta que llega a su cénit, momento a partir del cual se inicia su decline hasta que se agota el yacimiento.
Sin considerar la necesidad de luchar contra el cambio climático a través de la disminución de CO2 procedente de actividades como la quema de combustibles fósiles, el consumo de petróleo no puede desaparecer bruscamente.
Existen varios cálculos sobre la cantidad de reservas petroleras existentes en el mundo y, a partir de estos cálculos, se ha intentado definir cuándo entrará el mundo (si no lo ha hecho ya) en el cénit de su producción petrolera.
Ninguno de estos cálculos prevé escenarios tan apocalípticos como el descrito en Mad Max, aunque la convulsión económica creada por el brusco descenso del suministro de petróleo, o el aumento descabellado del precio del barril de crudo, supondría un reto para quienes creen que el mundo está preparado para el uso exclusivo de energías renovables.
Para Kenneth Deffeyes, de la Universidad de Princeton, los cambios políticos y económicos ocurren cuando se percibe la amenaza de que se está llegando al pico de producción. El grado del daño económico para los países que importan crudo dependerá de la rapidez en que las importaciones de petróleo disminuyan. Y los cálculos de Export-Land aseguran que las exportaciones petroleras caen mucho más rápidamente que la producción, ya que los productores de petróleo acapararán sus reservas cuando se sientan amenazados.
Pero, ¿en qué momento del cénit petrolero nos encontramos?
- Estimaciones optimistas: el declive global empezaría en 2020, aunque antes de la crisis se habrían producido importantes inversiones en combustibles alternativos, por lo que no serían necesarios ni un ajuste brusco ni grandes cambios en el estilo de vida de los países más dependientes del petróleo externo. Este escenario habla de un precio del crudo en constante subida hasta que otros tipos de combustibles y fuentes de energía ofrecieran seguridad a los mercados. A partir de aquí, el petróleo restante sería comercializado a un precio inferior.
- Estimaciones pesimistas: el pico ya habría sido alcanzado y estamos o bien en la cúspide u ocurrirá dentro de poco. La mitigación a través de la inversión en renovables no serviría para evitar las peores consecuencias de una crisis global. Algunas predicciones hablan de una “tormenta perfecta” entre la llegada del pico petrolero, la actual crisis global, los efectos del cambio climático, el aumento de la pobreza extrema y el aumento de la inestabilidad social en todo el mundo.
En cualquier caso, hacer frente a la amenaza del cambio climático y a los riesgos del pico petrolero no forma parte del programa de think tanks y ONG, sino que es prédica en todos los foros de decisión políticos y, cómo no, entre la sociedad.
Prepararse para la economía sin petróleo
¿Cómo reacciona una comunidad local al aumento inesperado del petróleo y al rápido colapso de los sistemas financieros, todo aliñado con un clima cada vez menos predecible?
El científico británico James Lovelock, quien acuñó el concepto de Gaia, cree que el pánico inicial a una brusca crisis climática y del petróleo produciría grandes migraciones hacia los polos para evitar las peores consecuencias del clima, así como otras ideas que no han sido tenidas en cuenta con demasiada seriedad y han sido tachados de malthusianos.
Otros, en cambio, ven el futuro de un modo más optimista, y creen que las actuales redes de distribución energética y alimentaria global serán sustituidas por comunidades capaces de autoabastecerse a partir de edificios y entramados urbanos sostenibles, ingente uso de energías renovables y adopción generalizada de la producción local de alimentos básicos, que crecerán no sólo más allá de los pueblos y ciudades, sino incluso en muros y tejados.
Un mundo en el que reinará la arquitectura sostenible, el cemento absorberá el CO2, los coches serán eléctricos y crearán energía que luego será revertida en una red general inteligente y aumentarán tanto el teletrabajo como el transporte público.
El ejemplo de las ciudades “en transición”: el significado de relocalizar
Las ciudades en transición conciben la relación simbiótica entre la vida de las comunidades y su entorno a partir de ideas como la permacultura, que pretende relacionar la vida en los hogares con el cultivo de la tierra y hacerlo con el mínimo consumo de recurso y el mayor rendimiento tanto, causando un impacto ecológico positivo.
Uno de los movimientos que más repercusión están consiguiendo es el de las Transition Towns, o ciudades en transición, creado por Louise Rooney en Kinsale, Irlanda, y popularizado por más tarde en el pueblo de Totnes (Inglaterra) por Rob Hopkins. El movimiento pretende “equipar a las comunidades para los cambios duales del cambio climático y el cénit del petróleo”.
Desde su popularización en Totnes a partir de 2005, el movimiento ha ganado adeptos en pueblos, ciudades y comunidades del Reino Unido, Irlanda, Chile, Finlandia, Alemania, Italia, Japón, Holanda, Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda.
Su carácter no es sectario ni se intenta vetar a la fuerza el uso de automóviles de gasolina o actitudes similares, sino que el objetivo es trabajar en soluciones que puedan extenderse a toda una comunidad para alcanzar el máximo grado de sostenibilidad.
En el corazón del movimiento Transition se encuentra el concepto de relocalización. Un aumento especialmente drástico y rápido en el precio del crudo afectaría los precios de la producción energética y el transporte, y cambiaría buena parte del actual sistema de producción y distribución -alimentos, energía, empleo, etc.-.
Las ciudades en transición pretenden evitar un escenario de penuria con la “relocalización” de estos sistemas, a través de comunidades locales que trabajan para suplir sus propias necesidades, en lugar de depender de una infraestructura global.
Tecnificación y reencuentro con las conexiones ecológicas
Sin preparación, arguyen los proponentes del nuevo modelo, el mundo podría entrar en ciclos continuados de subida de los precios energéticos, aumento de los precios de los alimentos y, a continuación, incertidumbre económica que produce caída de precios y deflación. Un modelo que se repetiría, aunque cada vez más acentuado.
Además de la producción energética autogestionada con fuentes renovables y frugalidad, las comunidades en transición también promueven el reaprendizaje de técnicas agrícolas y de construcción ya existentes en generaciones anteriores, aunque inexistentes en las sociedades actuales más avanzadas debido a la especialización educativa y laboral.
Para personalidades como Michael Pollan, autor de los ensayos El dilema del omnívoro y Food, Inc., existe una evidente tensión entre la lógica de la naturaleza y la actual lógica industrial en procesos como el de la producción y obtención de alimentos.
El modo en que comenos representa, según Pollan, nuestra unión más profunda con el mundo natural, pero la alimentación industrial oculta relaciones y conexiones ecológicas con una importancia crucial, tanto para nuestro impacto ecológico como para nuestra salud.
Pollan y otros autores abogan por un futuro muy tecnificado, aunque a la vez sensible con ideas próximas a la permacultura, el movimiento Slow Food, o las ciudades en transición.
Afrontar el cénit petrolero con renovables
Estados Unidos, la Unión Europea y las principales economías emergentes en torno al núcleo BRIC (Brasil, Rusia, India, China) han iniciado una carrera inversora para aumentar la generación energética con renovables en los próximos años.
La inversión es, sin embargo, tan tímida como los objetivos marcados: la UE, por ejemplo, quiere obtener el 20% de la energía consumida en 2020 a partir de fuentes renovables.
Una inversión más agresiva en renovables causaría una disminución de los gases emitidos y disminuiría los efectos más peligrosos del cénit petrolero. ¿Sería posible obtener toda la energía mundial a partir del uso exclusivo de renovables a medio plazo?
- La energía solar térmica a partir de centrales que emplearan concentradores es prácticamente tan barata como la producción de carbón y su tecnología es tan viable como empleada en la actualidad. Una superficie del Sáhara con la extensión de Austria cubierta con plantas térmicas solares podría copar la demanda energética mundial, según los cálculos de Desertec. Un estudio auspiciado por Greenpeace y ampliamente citado estima que el 25% de la energía mundial podría proceder de centrales solares térmicas en 2050, a partir de una inversión comercialmente viable.
- La otra gran apuesta actual en renovables, a energía eólica, podría generar el 100% de la energía mundial, según un reciente estudio. Los investigadores dividieron primero el globo en áreas de 3.300 kilómetros cuadrados e investigaron la velocidad del viento local en intervalos de 6 horas e imaginaron turbinas de 2,5 megawatios instaladas en todo el mundo, excluyendo zonas boscosas, urbanas, “desarrolladas” o cubiertas permanentemente por agua o hielo; incluyeron, además, la construcción de parques eólicos en zonas costeras con profundidades inferiores a 200 metros. Semejante instalación no sólo supliría las necesidades energéticas del mundo actual, sino que las supera 40 veces.
Los avances tecnológicos, la creciente concienciación de la opinión pública mundial o el abaratamiento de los costes de la producción de renovables, que podría convertir su producción en un negocio muy rentable incluso sin incentivos, permiten pensar que, a diferencia de la crisis petrolera del 73, esta vez hay comunidades, empresas, clases políticas y empresas decididas a disminuir drásticamente nuestra dependencia de los combustibles fósiles.
De ser así, Mad Max y otros inventos malthusianos se quedarían en ensayos negativos que explican lo peor de nosotros. ¿Qué estás dispuesto a hacer para poder llenar el depósito?