El verano acarrea grandes expectativas, sin importar situación laboral, estado anímico o momento vital. Salir reforzados del verano es posible y, para ello, no se requieren ni un gran presupuesto, ni un golpe de suerte. Basta con establecer metas realistas y dividirlas en tareas que pueden cumplirse.
La presión para sacar el máximo partido de ocio, vacaciones y convivencia con pareja, hijos y familiares concentra demasiadas expectativas en un momento del año más difícil de aprovechar de lo que explican los estereotipos. Pero prepararse para pasar un buen verano no es ni complicado, ni caro.
Una golondrina no hace verano
“Una golondrina no hace verano, ni tampoco lo logra un buen día; del mismo modo, un día o un instante de felicidad no hace a persona completamente feliz.” (Aristóteles, Ética a Nicómaco).
Hay maneras para superar calor, estrecheces y potenciales conflictos y desavenencias: filosofía de vida, actitud y consistencia pueden convertir el verano en un momento de bienestar y ocio productivo para todos los bolsillos, ya que no se requiere más dinero que en cualquier otro momento del año.
El significado de “ocio” perdido en la historia
Cada vez más personas demandan un ocio activo, productivo, de observación interior -introspectivo- y también exterior -de disfrute de la naturaleza-.
Varias filosofías de vida clásicas, reivindicadas luego por los grandes pensadores de Occidente, creían que la felicidad duradera, entendida como disfrute tranquilo de la existencia, dependía del cultivo de la virtud y la observación de la naturaleza.
Y qué mejor que el tiempo libre, las vacaciones modernas, para disfrutar del momento, conocernos a nosotros mismos y a la naturaleza que tengamos al alcance.
Las vacaciones más plenas no requieren dinero ni viajes exóticos
Las vacaciones popularizadas por los filósofos estoicos, con Séneca al frente, son tan inclusivas como aplicables al presente, en un momento económico complicado para muchas personas y familias.
En nuestro “otium ruris” particular, ocio rural activo y productivo, podemos sustituir los largos paseos, el trabajo rústico y el cultivo intelectual de la escritura y la lectura, realizados por muchos estoicos clásicos en sus virgilianas villas rústicas, por nuestra propia casa, piso, apartamento, micropiso o habitación alquilada, y el entorno natural inmediato o al alcance de un paseo a pie, en transporte público o vehículo privado.
El ocio productivo y la ocupación reposada en algo que nos guste -sea un proyecto de bricolaje, el estudio, la lectura y escritura, el deporte o una combinación personal de estas y otras actividades-, potencia nuestra actitud positiva, nos hace más felices incluso químicamente (al incrementar los niveles de endorfinas).
Contemplar, divagar, estudiar, observar
El ocio productivo, además, propulsa creatividad y la mirada interior (cultivándonos, contemplamos, divagamos, disfrutamos tanto de la soledad y de la conversación). De nuevo, ciencia, psicología humanista y filósofos clásicos coinciden en la receta del bienestar, en este caso en relación con el ocio activo.
En contraposición, el ocio pasivo depende de la gratificación instantánea: para comprar, acudir a un destino turístico pomposo, etc., sí que se depende de un cierto poder adquisitivo.
Pese a sus riesgos y contraindicaciones, el ocio improductivo se ha popularizado en las últimas décadas; consiste en evitar retos o cualquier tipo de esfuerzo físico e intelectual más allá de los necesarios; una receta para el negativismo, las tensiones relacionadas con el aumento de las temperaturas y la convivencia con familiares directos y amigos, así como para la abulia derrotista.
Prepararse contra la marea de los estados de ánimo colectivos
El pesimismo es contagioso, dicen los estudios. Pero este fenómeno tiene un contrapeso: el optimismo también lo puede ser, dicen la psicología humanista y la psicología positiva.
Lo único requerido para convertir un verano con predominio del pesimismo y las situaciones de conflicto, por leves que sean, es un cambio consciente de actitud.
He aquí 5 artículos que pueden inspirar un verano productivo:
- ¿Por dónde empezar con los preparativos anímicos para el mejor verano de nuestra vida? Para quienes no se atreven con grandes compendios teóricos sobre “filosofías de vida” pero quieren aprender sobre lo que el estoico Epicteto llamaba “el arte de vivir”: Guía de la buena vida: 10 técnicas para practicar estoicismo.
- Para el estudio sosegado que parte de la lectura, sea en la playa o en la misma silla de siempre: 10 libros esenciales sobre vida sencilla y minimalismo. La escritura y las manualidades, desde el bricolaje al ganchillo o los bolillos, son otras herramientas de introspección igualmente poderosas, sin necesidad de aprender a meditar en un apartado monasterio budista.
- Para quienes creen que la psicología positiva está muy bien, pero no va con ellos y lo que se necesita para tener unas buenas vacaciones es dinero, recomendamos el artículo Cómo el estoicismo y la vida sencilla ganan adeptos.
- Actitud y fuerza de voluntad propulsan la autoconfianza, pero el cansancio y el calor veraniegos nos apartan de la tan ansiada templanza -la misma con la que, en los últimos tiempos, se pasea el deporte español-. Para averiguar más, 2 artículos: La actitud importa: por qué el estoicismo rejuvenece y Deporte y voluntad propulsan cerebro y bienestar (estudios).
- ¿Y qué hay del optimismo? Para averiguar por qué el uso de la razón y el cultivo interior podrían mejorar las vacaciones, recomendamos Optimismo + templanza = mejor salud y longevidad (estudios).
Actitudes contagiosas
La presión sobre la deuda de un país, su nivel de paro juvenil o la evolución de la renta media no tiene por qué convertir momentos que pueden ser tan inigualables e irrepetibles como en época de bonanza.
Cultivarnos, pasar tiempo con otros, ejercitarnos, conversar en un largo paseo con quienes apenas vemos un rato al día el resto del año, trabajar en lo que nos gusta -usemos el término trabajo o no-, estudiar, ayudar a los demás, escribir.
En su ensayo Fueras de serie, el periodista, escritor y colaborador del New Yorker Malcolm Gladwell relata por qué aprovechar el verano es importante para niños y adultos: practicar un ocio activo, tanto físico como intelectual, nos mantiene en forma y prepara para rendir durante el resto del año. En ocasiones, la práctica se convierte en una ventaja con respecto al resto.
Queramos o no despuntar durante el resto del año debido a unas semanas de ocio activo, dedicado a conversar, cultivarnos, ejercitarnos, contemplar, divagar, etc., bastan apenas unos consejos sencillos para convertir un verano pasivo “para olvidar” en un momento de regeneración y [re]aprendizaje.
He aquí algunas técnicas para disfrutar de un verano productivo:
1. Sobre la importancia de establecer metas
(Arriba: “Second Storey Sunlight” -1960-, por Edward Hopper.)
Es tan importante pensar en objetivos para las vacaciones como hacerlo durante el resto del año. Aún más crucial: establecer metas realistas, a un ritmo más sosegado que en otros momentos, lo que se adapta tanto a las circunstancias meteorológicas como a las características recreativas del momento.
Los objetivos veraniegos grandiosos son tan intangibles como peligrosos; sin dividirlos en pequeños objetivos que se puedan acabar con una periodicidad regular (a diario, semanalmente), se corre el riesgo de caer en la apatía, el desánimo, la abulia. Precisamente los síntomas veraniegos que queremos evitar cuando optamos por unas vacaciones activas y enriquecedoras.
- Lectura relacionada: Evitar la posposición y el síndrome de la hoja en blanco.
2. Comprometerse con uno mismo
(Arriba: “Olivos con cielo amarillo y sol” -1889-, por Vincent van Gogh.)
Los horarios veraniegos son más laxos y constituyen una oportunidad para dejarse influir por el ritmo ancestral de la jornada, dependiente de la luz, la temperatura o el momento del día. Por ejemplo, en lugares especialmente cálidos, una siesta en una habitación fresca puede formar parte de nuestros ejercicios de contemplación.
Del mismo modo, el verano es un buen momento para no retrasar más nuestro aprendizaje de algunas enseñanzas -locales y familiares o exóticas- relacionadas con la gastronomía, el diseño interior, la jardinería, la permacultura, etc. Nunca es tarde para rendir un homenaje a los abuelos plantando unos árboles, o preparando un gazpacho.
Qué conocimiento más adecuado que apreciar el momento. Y saborearlo.
- Lectura relacionada: Actitudes contagiosas: la felicidad colaborativa (estudios).
3. Descansar con regularidad
(Arriba: “El verano” -1590-, por Pieter Brueghel el Joven.)
Ratificando por igual estudios científicos, tratados filosóficos y máximas clásicas, el sueño y el ejercicio regular contribuyen al bienestar físico y mental.
Uno de los errores más recurrentes del verano, que pueden perjudicar nuestro rendimiento mental, humor, estado de ánimo y autoconfianza, consiste en abandonar el ejercicio físico durante el verano. Mantener la actividad física regulará nuestro estado de ánimo.
Tony Schwartz recuerda en Harvard Business Review que es imprescindible dormir entre 7 y 8 horas de manera consistente para sentirse descansado, estar más lúcido durante el día, rendir más y evitar enfermedades.
El verano es un buen momento para recuperar la regularidad en el sueño, evitando altibajos que resten consistencia, así como el descanso adicional.
Pese a que algunas personas se sienten descansadas con 6 horas de sueño, los estudios sugieren que la mayoría necesita entre 7 y 8 horas. No hace falta más. El estado de ánimo, la capacidad de concentración y la productividad, también en los proyectos veraniegos, nos lo agradecerán.
- Lectura relacionada: Bienestar mental en la era de la sobrecarga informativa.
4. Sobre la importancia de mantenerse activo
(Arriba: “Los cosechadores” -1565-, por por Pieter Brueghel el Viejo.)
El ejercicio físico regular potencia el consumo cerebral de nutrientes de reserva, según nuevas evidencias científicas. Estos nutrientes de reserva, relacionados con el pensamiento complejo y la memoria, se liberan en cantidades ingentes sólo cuando el sistema nervioso percibe que es necesario.
Superarnos a diario en la carrera maturina en solitario o prácticas similares, económicas y adaptables a cualquier entorno, produce por tanto cambios fisiológicos que mejoran nuestro rendimiento y bienestar.
El ejercicio continuado y la fuerza de voluntad refuerzan el rendimiento cerebral y el bienestar duradero; razón de más para mantener su práctica en verano.
- Lectura relacionada: Deporte y voluntad propulsan cerebro y bienestar (estudios).
5. Aprender a relajarse para contemplar, divagar, asociar ideas
(Arriba: “El parasol” -1777-, por Francisco de Goya.)
Relajarse, divagar, aburrirse de manera consciente, son actividades necesarias, a menudo evitadas a toda costa y descalificadas en la cultura predominante, enfrascada en la multitarea y el consumo desaforado -y cada vez más a la carta- de contenido de “entretenimiento”.
Los grandes polímatas de la historia coincidían en dos características: se situaron en la frontera entre las humanidades y la ciencia; y usaron la divagación mental como técnica para asociar ideas con la frescura y ausencia de cortapisas que sólo igualan la mirada intensa de un niño reflexionando sobre algo por primera vez, o el estado de semi-consciencia que experimentamos antes de dormirnos por completo.
Las semanas veraniegas pueden servir como campo de pruebas para contemplar, aburrirse de manera constructiva (¿por qué no hacerlo con una hoja en blanco y un bolígrafo ante nosotros?), mirar hacia el interior y estudiar el exterior, quizá describiéndolo, dibujándolo, evocándolo, observándolo.