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Sobre los mayores árboles del mundo y por qué corren riesgo

Pasear junto a árbol gigantesco es una experiencia inolvidable, debido al contraste entre escalas y a la sensación de majestuosidad. Pero los árboles gigantes podrían parecerse más de lo que pensamos a los anfibios y otras especies especialmente vulnerables a climas más extremos y mayor presión sobre su medio.

El árbol es uno de los símbolos más decisivos y recurrentes de la cultura humana, y sus atributos han proporcionado algunas de las principales metáforas y alegorías, incluyendo el árbol de la vida, mientras su diseño y recursos dominaron la sociedad humana hasta el uso industrial del vapor y el petróleo.

El árbol de la ciencia

Se atribuye a Gautama Buda una cita que sintetiza la importancia de este organismo, reconocida por campos del saber humano como la ciencia y el diseño industrial.

Atribuido a Buda: “Un árbol es un maravilloso organismo viviente que proporciona cobijo, alimentos, calidez y protección a todas las cosas vivientes. Incluso da sombra a aquellos que levantan un hacha para cortarlo”.

El concepto de diseño “de la cuna a la cuna” o Cradle to Cradle (C2C), por ejemplo, anima a creadores a que diseñen productos que se comporten como un árbol, donde “el gasto se convierte en alimento“: además de proporcionar sombra, absorber CO2 y producir oxígeno, el árbol es el abrigo de varios animales y organismos, que se alimentan de su fruta proporcionando algo a cambio (destaca, por ejemplo, la simbiosis entre micelios y raíces arbóreas).

Pero la fruta que no se recolecta o es comida por los animales cae al suelo, enriqueciéndolo. El gasto es, llegado ese punto, nutriente.

El diseño humano, influido por el árbol

No extraña que Christopher Alexander destaque al árbol como patrón de diseño. No en vano, es el autor del influyente libro A pattern language sobre patrones arquitectónicos con vocación universal. 

Según la tesis de Christopher Alexander, hay patrones que sirven de mínimo común denominador para cualquier proyecto arquitectónico, y estos patrones originarios toman sus ideas e inspiraciones de diseños de la naturaleza, como el árbol. Es la esencia arquitectónica de la que ya hablaba Marco Vitruvio en De Architectura.

(Imagen: Hyperion, el árbol vivo conocido más alto del mundo, con 115,55 metros de altura)

Christopher Alexander: “No es posible hacer grandes edificios, o grandes pueblos, hermosas plazas, lugares donde uno se perciba a sí mismo, sitios donde uno se sienta vivo, a menos que se siga este camino. Y, comprobarás, este camino guiará a todo aquel que lo busque a edificios que son por sí mismos tan antiguos en su forma, como los árboles y las colinas, y como nuestro propio rostro”.

El ejemplo del alcornoque

Pero los árboles han sido usados también desde tiempos inmemoriales como combustible, o vistos como impedimento para el cultivo, un estatus que todavía conserva en muchos lugares.

El cultivo sostenible del bosque mediterráneo de alcornoque, del que se extrae estacionalmente su corteza (el corcho) sin dañar más que superficialmente al propio árbol, sigue siendo la excepción, aunque crece el número de bosques gestionados de manera sostenible. Proliferan, por ejemplo, negocios de explotación maderera que tratan de compensar su explotación, tales como bosques con certificación FSC.

(Imagen: General Sherman, el árbol con mayor volumen y masa del mundo, con 1.487 metros cúbicos)

Es difícil, por tanto, que el árbol pierda su estatus privilegiado en las culturas humanas, desde su papel entre las tribus del interior de Nueva Guinea, que emplean árboles desde hace milenios para prevenir la erosión, hasta el uso de su celulosa en la industria química moderna, como puede leerse en el ensayo de Jared Diamond Colapso: por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen.

El silencioso servicio prestado por los árboles

Además de prevenir la erosión, los árboles hacen posible ecosistemas con microclimas, incluso en oasis desérticos. Su papel es igualmente decisivo produciendo oxígeno, reduciendo CO2 atmosférico y moderando la temperatura al nivel del suelo. Asimismo, en entornos severamente modificados por el ser humano, árboles individuales y pequeños bosques recrean hábitats ribereños, esenciales para aves, pequeños mamíferos y reptiles.

En el futuro, dice un estudio australiano, la experiencia de pasear junto a un árbol gigante podría ser todavía más rara, ya que los mayores árboles del mundo están en riesgo, debido a la deforestación y el aumento de las inclemencias meteorológicas extremas.

Los árboles gigantes se cuentan entre los organismos más grandes que jamás han habitado la tierra. Pero, más importante que su tamaño, inabarcable e intimidatorio, sobre todo cuando nos acercamos al pie del tronco, es su importancia ecológica como almacenes de materia viva y dióxido de carbono, así como polinizadores de extensas áreas y productores de oxígeno.

La arquitectura de los bosques

Explica The New Scientist que los árboles con mayor biomasa “ayudan a definir la arquitectura de los bosques y almacenan una parte importante de la biomasa mundial, almacenando miles de millones de toneladas de carbono que, de otro modo, escaparían a la atmósfera”.

“Sus raíces penetran profundamente el subsuelo para aprovechar las fuentes ocultas de agua, produciendo la mayor parte del vivificante vapor de agua que emana de los bosques”.

(Imagen: perspectiva de General Grant, el segundo mayor árbol del mundo por volumen, con 1.320 metros cúbicos)

The Guardian y The New Scientist citan un estudio de William Laurance, profesor de la Universidad James Cook de Cairns, Australia, que sostiene la tesis de que los mayores árboles del mundo mueren más rápido que en el pasado a medida que carreteras, granjas y asentamientos fragmentan los bosques, primer paso para el aumento de sequías, así como nuevas epidemias.

2% de los ejemplares, 25% de la biomasa

El estudio recopila información recolectada en estudios a largo plazo realizados en la Amazonia, África y América Central: si bien los gigantes de la botánica han sabido adaptarse a siglos de tormentas, plagas y situaciones climáticas extremas coyunturales, son mucho más vulnerables que otros árboles a las amenazas actuales.

Los árboles más altos y con mayor masa comprenden menos del 2% de los especímenes en un bosque concreto pero, en cambio, contienen el 25% de toda la biomasa y son vitales para mantener la salud de bosques enteros, debido a su prolífica polinización.

Como si la realidad empírica quisiera comparar el papel de los árboles más grandes al que les infieren obras literarias como El señor de los anillos, o películas, como Avatar, William Laurance explica en su estudio que la desaparición de los árboles más grandes afectaría a todos los bosques del mundo.

El blanco más fácil del bosque

“La fragmentación de los bosques afecta ahora a los grandes bosques de manera desproporcionada”. No sólo muchos más árboles mueren junto a los bordes de los bosques, sino que en estos casos los árboles más grandes mueren en una proporción mucho mayor.

William Laurance: “con sus altos doseles proyectándose hacia el sol, los árboles grandes capturan grandes cantidades de energía. Ello les permite producir cantidades masivas de frutos, flores y follaje que mantienen buena parte de la vida animal en los bosques. Sus copas ayudan a moderar el entorno local”.

Las conclusiones del estudio de la Universidad James Cook recogidas por The New Scientist, que ilustran el retroceso de los árboles más majestuosos del mundo, contrasta con un estudio publicado conjuntamente en 2011 por la Universidad de Helsinki y la Universidad Rockefeller de Nueva York, que constata que la densidad forestal ha aumentado en 48 de 68 países analizados, que conjuntamente albergan el 72% de los bosques del mundo.

El gran cambio de tendencia: bosques más densos en el mundo

El fenómeno, conocido como el “gran cambio de tendencia” o Gran Inversión, refutaría la idea preconcebida de que el mundo está perdiendo masa forestal y este hecho contribuye al cambio climático, ya que en los últimos años el mundo ha experimentado la tendencia opuesta y, por tanto, los bosques podrían reducir más dióxido de carbono que en las décadas anteriores, y no al contrario.

En países como Finlandia o Malasia, la densificación de los bosques, expone el estudio de las universidades de Helsinki y Rockefeller de Nueva York, ha sido tan rápida que ha invertido las pérdidas de CO2 causadas por la deforestación entre 1990 y 2010.

(Imagen: Kirsten Dirksen grabando un Eucaliptus regnans, o mountain ash, en Tasmania –fotogalería-)

Los datos se repiten en toda Europa (en el Reino Unido, la masa forestal se incrementó un 10,8% entre 2000 y 2010, por un 6,6% del resto de Europa). Incluso en zonas donde la tala ilegal y la agricultura de subsistencia habían avanzado, Sudamérica y África, se observa un estancamiento en el mismo período, con un aumento de la masa forestal del 0,8% en Sudamérica, por un incremento del 1,1% en África.

Mayor densidad forestal, pero menor diversidad y más especies foráneas

El estudio de 2011, la Gran Inversión, ha sido criticado por algunas organizaciones al centrarse en la densidad de la masa forestal, en lugar de atenerse a la medición realizada tradicionalmente en estos estudios, que medían el avance o retroceso forestal en función del área cubierta.

Paul E. Waggoner, experto forestal estadounidense y miembro del estudio, justifica la medición de la densidad forestal como más apropiada para calcular la capacidad de absorción de CO2 atmosférico de los bosques del mundo: “Si hablamos de CO2, debemos observar más allá de las mediciones de área y aplicar métodos de gestión forestal usados tradicionalmente para medir volúmenes madereros”.

Las críticas al estudio no intentan refutar su contenido, sino criticar cómo se ha producido parte de este incremento de la densidad forestal: en el aumento de los bosques asiáticos, destaca el incremento de los monocultivos, así como las plantaciones de árboles no autóctonos y de crecimiento rápido.

Geoingeniería sin atender a la historia: bosques chinos de monocultivo

En China, por ejemplo, un ambicioso programa de reforestación ha añadido 3 millones de hectáreas a los bosques del país en la última década, aunque existe un predominio desproporcionado de especies como el eucalipto.

No parece haber suficientes motivos para la euforia, pese a que los datos recopilados acerca de la supuesta Gran Inversión de tendencias, describa un futuro menos cataclísmico y derrotista que el expuesto por previos estudios sobre la materia.

Los árboles gigantes, los más sensibles a la degradación

Volviendo al estudio de William Laurance sobre la salud de los árboles más grandes, la mayor frondosidad de los bosques en Europa, América Central y del Sur o incluso África y Asia no parece estar protegiendo a los especímenes más sensibles a la degradación de su entorno: los árboles gigantes.

Laurance recuerda que “sólo un reducido número de especies tiene la capacidad genética para crecer hasta tamaños descomunales. Para convertirse en árboles gigantes, estas especies necesitan buenas condiciones de crecimiento, mucho tiempo y el lugar idóneo para establecer sus vástagos de semillero. Si se altera alguno de estos factores, se pierde la oportunidad”.

En varias zonas del mundo, expone el estudio del investigador australiano, las poblaciones de árboles gigantes disminuyen porque sus plantones o vástagos no sobreviven: al sur de la India, por ejemplo, “un agresivo arbusto invade el sotobosque de muchos bosques, obstruyendo a las plantas de semillero. Sin árboles jóvenes para reemplazarlos, es sólo cuestión de tiempo que los árboles más grandes desaparezcan”.

Los árboles más grandes son más vulnerables

En las últimas décadas, han aumentado la frecuencia y duración de sequías localizadas geográficamente en algunas zonas tropicales como Centroamérica y el Caribe. Estudios en Costa Rica y Puerto Rico demuestran que los árboles más grandes son más vulnerables que otros organismos a cambios drásticos en los patrones climáticos.

“En los bosques tropicales las sequías promueven fuegos de superficie que queman la materia orgánica depositada en el sotobosque. Se pensaba que los árboles más grandes sobrevivían a este tipo de fuego pero, de hecho, muchos de ellos mueren entre dos y tres años más tarde”.

Preocupa también el cambio de las condiciones microclimáticas en muchos bosques húmedos. En los bosques nubosos, por ejemplo, los árboles usan su ramaje para absorber la humedad ambiental, pero mayores temperaturas empujarían las nubes a mayores elevaciones, privando estos bosques de su fuente de humedad.

Aumenta, pues, la densidad forestal en el mundo, una tendencia que tiene lugar en Europa desde el fin de la II Guerra Mundial. Pero este aumento no va acompañado a menudo por el respeto por la biodiversidad de los bosques primigenios, ni parece proteger, a juzgar por las conclusiones del estudio de la Universidad de James Cook, a los árboles más grandes del bosque.

Vuelta a los orígenes del mundo

En el inicio de su artículo sobre el estado de los árboles gigantes en el mundo, The New Scientist recoge una cita de Joseph Conrad: “Ascender por el río fue como viajar de vuelta a los orígenes del mundo, cuando la vegetación invadió la tierra y dominaban los grandes árboles”.

Una sensación que cualquier visitante de los bosques de secuoyas rojas y secuoyas gigantes del Pacífico Noroeste de Estados Unidos, o de los bosques de eucaliptos gigantes en Tasmania, puede experimentar todavía.

La experiencia de la ruta 101 por California y Oregón: el paraíso de Endor

Conducir por la Highway 101 a su paso por el norte de California y el sur de Oregón suscita una sensación similar a la descrita por Joseph Conrad, aunque el visitante ha cambiado en este caso la barca exploratoria por el vehículo privado. 

(Uno de los ejemplares de eucalipto o fresno de montaña australiano más altos de Tasmania –fotogalería-)

Esporádicamente, grandes camiones pasan junto a enormes secuoyas rojas, quedando empequeñecidos. Tras observar este tipo de imágenes, con reminiscencias prehistóricas y de ciencia-ficción, volver a zonas boscosas pobladas por pinos, cipreses o robles americanos de los límites sur y norte de esta zona de árboles gigantescos produce un cierto desazón: como si nuestro instinto nos recordara que volvemos a la realidad.

No extraña que la aldea Ewok de la luna boscosa de Endor (Luna Santuario del Emperador), en el universo de ficción, de La Guerra de las Galaxias, se rodara en la zona.

De momento, los árboles gigantes del Pacífico Noroeste, o los mayores árboles de la Amazonia, o incluso los eucaliptos gigantes de Tasmania, no padecen un peligro inminente. Sin embargo, la degradación de sus límites, el cambio de los patrones climáticos y fenómenos extremos, así como la proliferación de especies invasivas, preocupan a los expertos.

Sobre árboles gigantes centenarios y milenarios

La mayoría de los árboles gigantes se encuentran entre los habitantes más longevos y con mayor importancia ecológica de sus ecosistemas. En la Amazonia, los árboles más grandes suelen tener entre 400 y 1.400 años, mientras las secuoyas rojas sobrepasan los 2.000 años de edad y las secuoyas gigantes los 3.000 años.

Traducido a patrones humanos (nuestro modo preferido de conceder importancia a nuestro entorno): los árboles más largos de la Amazonia ya imponían en el dosel del bosque lluvioso antes de la llegada de los primeros europeos a la zona.

Nuestra era, cuyo inicio mantenemos en el nacimiento de Jesucristo, no había empezado cuando muchas secuoyas rojas junto a la carretera Highway 101 que cruza el norte de California ensombrecían el mismo paraje. Mientras que faltaban al menos 2 siglos para que Homero compusiera la Ilíada, el poema más antiguo de la literatura occidental, cuando muchos secuoyas gigantes del norte de California y Oregón, todavía vivos, ya se levantaban sobre el dosel.

La altura exacta de algunos de los árboles más altos y con mayor masa conocidos ha sido motivo de disputa, hasta que en ocasiones no ha sido posible realizar mediciones usando escaladores. Actualmente, la medición láser permite un cálculo exacto, constatando que en el pasado se habían exagerado algunas cifras de entre un 5% y un 15%.

General Sherman

El árbol más grande conocido por volumen total es la secuoya gigante General Sherman, con 1.487 metros cúbicos (52.500 pies cúbicos) y una altura de 83,2 metros (275 pies).

La mismísima secuoya General Sherman sería pequeño en comparación a la secuoya roja costera de Lindsey creek, el volumen de cuyo tronco ascendía a 2.500 metros cúbicos (88.000 pies cúbicos) y una masa superior a 3.300 toneladas métricas. Cayó en una tormenta en 1905.

A modo comparativo la Ópera de Sídney tiene una altura de 67 metros (220 pies); la Estatua de la Libertad mide 93 metros (10 metros más que General Sherman, pero unos metros menos que varias docenas de árboles vivos conocidos).

En comparación con estos gigantes, monumentos como el de Colón en Barcelona (60 metros de altura) empequeñecen. Bastarían tres secuoyas milenarias dispuestas una encima de la otra para lograr una altura equivalente a la Torre Eiffel, con 300 metros de altura (984 pies).

Secuoyas

Cuando pensamos en los árboles más altos del mundo, nos vienen a la mente los bosques de secuoyas rojas y secuoyas gigantes, una subespecie de la primera. Y, en efecto, se trata de los bosques con árboles más altos en la actualidad, aunque la industria maderera tradicional de California y Oregón había acabado en la década de los 80 con la mayoría de los ejemplares más mastodónticos situados en explotaciones legales.

Recientemente, mantenía una interesante conversación con un joven y talentoso carpintero y artista estadounidense (ver el vídeo de Kirsten Dirksen sobre Jay Nelson), que me explicaba que hoy día muchos propietarios que realizan reformas en sus casas se deshacen de vallas y lamas de madera de secuoya roja procedente de bosques primarios: muchas las casas de madera con al menos varias décadas de existencia en el Pacífico Noroeste emplearon madera de secuoyas milenarias, una actividad que no se puede revertir.

John Muir y los trascendentalistas

Afortunadamente, la visión de John Muir y varios intelectuales y políticos estadounidenses del siglo XIX, creadores de la primera red de Parques Nacionales, aseguraron la supervivencia de algunos de estos bosques, y la seguridad jurídica del país ha logrado mantener los bosques en buen estado, al margen de la tala ilegal que azota otros países con menos suerte, sin personajes como John Muir o, posteriormente, David Brower, batallando por su herencia ecológica.

John Muir, sobre los árboles: “hace unos minutos, un árbol se emocionó, inclinándose ante la rugiente tormenta, haciendo aspavientos, girando, sacudiendo sus ramas en un entusiasmo glorioso. Pero aunque para el oído superficial estos árboles permanecen ahora silenciosos, sus canciones nunca cesan”.

El estado de ánimo de Muir y otros precursores del ecologismo puede leerse en autores estadounidenses del siglo XIX influenciados por el trascendentalismo, con ideas metafísicas próximas al panteísmo ilustrado (Henry David Thoreau, Ralph Waldo Emerson, Walt Whitman, Emily Dickinson).

Sobre dormir en el bosque como Huckleberry Finn y Gerónimo

Sin olvidar a Mark Twain. El Nobel de Literatura japonés Kenzaburō Ōe habla así de la influencia de la obra de Twain: “Leyendo Huckleberry Finn me sentí capaz de justificar mi acto de ir al bosque montañoso por la noche y dormir entre los árboles con una sensación de seguridad que nunca pude encontrar bajo techo”.

Curiosa coincidencia de su parecer con el de Gerónimo, legendario jefe apache (1823-1909):

“Fui calentado por el sol, sacudido por los vientos y abrigado por los árboles como otros tantos bebés indios. Vivía apaciblemente cuando la gente empezó a hablar mal de mí. Ahora puedo comer bien, dormir bien y sentirme satisfecho. Puedo ir a todas partes con una buena sensación”.

El bosque primigenio desaparecido de Victoria, Australia

Hace menos de 200 años, Victoria, en el extremo suroeste de Australia, albergaba bosques de eucaliptos que rivalizaban y en ocasiones superaban la altura de sus equivalentes en Tasmania, pequeña isla 300 kilómetros al sur de Melbourne.

(Imagen: Nicolás Boullosa ante un Eucaliptus regnans en Evercreech, Tasmania, Australia –fotogalería-)

Desafortunadamente, la fiebre del oro que vivió la capital de Victoria, que se convirtió en la ciudad más rica del mundo durante su apogeo a finales del siglo XIX, acabó con los ejemplares de eucaliptos más majestuosos que se han conocido.

Los árboles gigantes de Australia eran los eucaliptos conocidos como Mountain-ash (fresno de montaña australiano, gomero gigante, eucalipto regnans o eucalyptus regnans), comunes en áreas como Gippsland, Otways, Dandenongs, Heallesville. El árbol de Ferguson, bautizado en honor al agente forestal William Ferguson, pudo ser medido en el suelo, ya que había caído en un fuego en 1872. Medía 133 metros (436 pies), aunque Ferguson anotó que la copa del árbol se había roto en la caída.

Los mayores árboles del mundo

El diámetro de su tronco a 1,5 metros del suelo ascendía a 5,5 métros (18 pies), mientras en el extremo partido de su copa todavía medía 1 metro. Se estima que el árbol podría haber medido 152 metros (500 pies de envergadura). Ferguson anotó, asimismo, varios árboles caídos en la misma zona, con unas dimensiones igualmente imponentes (más de 106 metros, o 350 pies).

Los 10 árboles conocidos, todavía vivos, con mayor altura, se corresponden con secuoyas en su totalidad: Hyperion (115,61 metros, 379.3 pies); Helios, 114.58 metros, 375,9 pies; Icarus, 113,14 metros, 371,2 pies; Stratosphere Giant, 113,11 metros, 371,1 pies; National Geographic, 112,71 metros, 369,9 pies; Orion, 112,63 metros, 369,5 pies; Lauralyn, 112,62 metros, 369,5 pies; Paradox, 112,56 metros, 369,3 pies; Mendocino, 112,20 metros, 368,1 pies; y Apex, con 112 metros de altura, o 367,4 pies.

Por volumen, los 10 árboles conocidos con mayor masa del mundo también son especies de secuoya en su totalidad, 6 de los cuales superan las 1.000 toneladas métricas de volumen y troncos comprendidos entre 6,26 y 11 metros de diámetro (no confundir con circunferencia): General Sherman (1486,6 metros cúbicos); Lost Monarch (1203,5 metros cúbicos); Fusion Giant, conocido también como Melkor (1.107,2 metros cúbicos); Lluvatar (1.061,9 metros cúbicos); Titán del Norte (1.053,4 metros cúbicos); y El Viejo del Norte (1.002,4 metros cúbicos).

A continuación, detallamos las 9 especies de árbol con ejemplares vivos más altos:

1. Secuoya roja (Sequoia sempervirens): 115,56 metros (379.1 pies). Ejemplar más alto: Hyperion, Redwood National Park, California, Estados Unidos.

2. Eucalipto regnans (Eucalyptus regnans): 99,6 metros (327 pies), sur de Hobart, Tasmania, Australia.

3. Abeto de Douglas (Pseudotsuga menziesii): 99,4 metros (326 pies), Brummit Creek, condado de Coos, Oregón, Estados Unidos.

4. Pícea de Sitka (Picea sitchensis): 96,7 metros (317 pies), Prairie Creek Redwoods State Park, California, Estados Unidos.

5. Secuoya gigante (Sequoiadendron giganteum): 94,9 metros (311 pies), Redwood Mountain Grove, Kings Canyon National Park, California, Estados Unidos.

6. Eucalipto azul (Eucalyptus globulus): 90,7 metros (298 pies), Tasmania, Australia.

7. Eucalipto viminalis (Eucalyptus viminalis): 89 metros (292 pies), Reserva Forestal de Evercreech, Tasmania, Australia.

8. Meranti amarillo (Shorea faguetiana): 88,3 metros (290 pies), Tawau Hills National Park, Saba, Borneo.

9. Fresno alpino australiano (Eucalyptus delegatensis): 87,9 metros (288 pies), Tasmania, Australia.