UC Davis, una pequeña universidad californiana especializada en estudios agrarios, conserva una cooperativa de viviendas para estudiantes diseñada en los 70 con 14 casas-cúpula entre una arboleda y huertos urbanos en pleno campus.
La cooperativa ha reparado y actualizado los domos desde 2011; espera lograr una extensión del arrendamiento del terreno para que nuevos estudiantes experimenten la convivencia en una dirección postal ya legendaria en la Universidad de California en Davis.
Desde la Gran Cuenca al Valle Central de California
A nuestra vuelta del viaje por el alto desierto de la Gran Cuenca (fotogalería), abandonamos Nevada por Reno, adentrándonos después de las luces de casinos y hoteles en los bosques de Sierra Nevada.
California nos da la bienvenida -dos adultos charlando en voz baja, tres niños durmiendo en los asientos traseros de la berlina alquilada- con una noche fresca y un oscuro pasillo conformado por las coníferas del Bosque Nacional de Tahoe.
Decidimos conducir hasta el emplazamiento de nuestra próxima cita: la pequeña y apacible ciudad universitaria de Davis. De fondo suena un audiolibro al que ya nadie presta atención.
Cruzando Sierra Nevada
Antes de llegar al fértil y caluroso Green Valley donde se extiende la cuadrícula arbolada y repleta de ciclistas de Davis, debemos cruzar la boscosa Sierra Nevada, un mero trámite para un vehículo moderno en una carretera cómoda y prácticamente desierta, a excepción del puñado de camioneros que decide conducir de noche.
Pasamos por la aduana californiana, en la que el estado se asegura de que nadie entra con vegetales procedentes de otros lugares, sin que nos revisen, y poco más tarde volvemos a comentar la vieja historia de la Donner Party, el grupo de pioneros que viajaron a California en caravana y, por un error de cálculo y la intensidad de unas nieves tempranas, pasaron el invierno de 1846-47 en el puerto por el que ahora nos deslizábamos y que conmemora los hechos: Donner Pass.
La caravana permaneció 4 meses de un invierno gélido en el puerto y sólo sobrevivieron 48 de los 87 miembros de la partida, pero ésta se recuerda por la documentada decisión de algunos de los supervivientes de alimentarse con carne humana para aumentar las posibilidades de llegar a la primavera.
Retorno a Davis
Poco después empezamos a descender desde la sierra hasta el Valle Central de California, epicentro de la producción agrícola del estado y una de las más importantes de Estados Unidos; el reto para los productores y trabajadores de las cuencas de los ríos Sacramento (al norte del valle) y San Joaquín (al sur) es afrontar la severa sequía que pone en entredicho la idoneidad de cultivos con gran demanda hídrica.
Rodeamos Sacramento, capital del estado, en apenas unos minutos, para llegar poco después al motel del centro de Davis donde pasaremos la noche. Al salir del coche, percibimos el calor diurno que está haciendo en la zona, hasta el punto de impedir que refresque.
Con la luz del día, Davis se muestra con toda su amabilidad y cromatismo: edificios bajos, calles anchas y arboladas flanqueadas por carriles bici (como ya habíamos comprobado unos años atrás), parques urbanos y la somnolencia veraniega propia de una pequeña localidad universitaria.
Estudios agrarios en el centro de un valle fértil
El emplazamiento de UC Davis es un manifiesto de su origen y propósito: de entre las universidades públicas del estado, es la que cuenta con estudios agropecuarios más completos y renombrados, así como instalaciones que comprenden laboratorios, invernaderos, granjas y varios centros de experimentación (desde proyectos de acuaponía a estudios de viabilidad de cultivos con agua marina, etc.).
Pese a nuestro seguimiento de la sequía en California y nuestro interés por conocer posibles soluciones (que implicarían la confluencia del sector tecnológico de la cercana bahía de San Francisco y la investigación en el Valle Central, con epicentro en la Universidad de Davis), acudíamos a la localidad con otro propósito: Davis también merece ser explorada por sus ideas sobre urbanismo, movilidad y arquitectura.
El día se levanta caluroso; cuando salgo a correr, me decido por el sendero que sigue el curso arbolado del riachuelo Putah, zona verde y jardín botánico universitario (en Estados Unidos se prefiere la designación latina, “arboretum”) de UC Davis. Ni siquiera el arboretum es ajeno a la sequía y un grupo de profesores y estudiantes reemplazan el césped del extremo más próximo a Old East Davis por plantas de ribera capaces de filtrar agua y aguantar la sequía mucho mejor.
Llegada a Baggins End: conocemos a los “domies”
Todavía no son las 8 de la mañana y el termómetro sube rápidamente, así que decidimos avanzar una cita para hacer un vídeo que intriga e interesa a nuestros hijos: les hemos explicado que vamos a conocer a unos “domies”, que viven en una dirección tolkeniana: Baggins End.
¿Quiénes son los “domies”? ¿Dónde viven? ¿A qué se dedican? Decidimos esperar a nuestra llegada a la dirección indicada para que el emplazamiento se explique por sí mismo.
Ante nosotros, frente a los invernaderos de la universidad y flanqueada por aparcamientos, se abre una extensa y arbolada manzana con 14 estructuras nada convencionales, 13 de las cuales son dormitorios universitarios y una es una oficina. Son 14 casas blancas en forma de cúpula: las “domes” de UC Davis.
Lugar de encuentro
En los últimos años, se ha añadido una yurta (tienda tradicional mongola de planta circular y apertura en el centro de la cubierta) de lona en la zona comunal del centro de la manzana, usada como una era de algún caserío o pueblo.
En las eras se trabajaban cereales, se cultivaba algo de tierra, se preparaban argamasas y se discutían las cuestiones relativas a la comunidad. Como en otras cooperativas de viviendas surgidas durante la contracultura, a su vez inspiradas en comunidades utópicas pretéritas, el espacio común sirve también en este caso como emplazamiento para una cena abierta a todo el mundo (7 de la tarde), en la que cada cuál aporta algo (“potluck”).
Este espacio rodeado de casas blancas en forma de cúpula -con aspecto de iglús de zona templada- y huertos orgánicos con vallado y carteles artesanales, pasaría como barrio rural del futuro o quizá como colonia hippie en un planeta tan amable como la Tierra o, en terminología de Buckminster Fuller y de los seguidores del catálogo contracultural Whole Earth, como la “nave espacial Tierra”.
Iglús de fibra de vidrio en Baggins End
El emplazamiento del complejo Baggins End Innovative Housing (simplemente “The Domes” o “Davis Domes”) no es casual: nos encontramos en la zona de Investigación sobre Sostenibilidad de UC Davis, en el ala occidental de Orchard Park, una zona del campus donde las técnicas de permacultura con raigambre más tradicional conviven con el rumor de aparatos de refrigeración de invernaderos que prueban la última tecnología.
“Así que ahí viven los ‘domies’… interesante… habrá que investigarlo”, masculla nuestra hija mayor, que se dispone a alistar a sus dos hermanos para averiguar si las casas-cúpula son de este mundo o nos encontramos en algún lugar onírico. Quizá una versión futurista de la Tierra Media de la que ya ha oído hablar, dada su afición a la lectura.
Las casitas-cúpula de Baggins End son, tanto para los actuales estudiantes que ahora residen en ellas como para quienes colaboraron durante 4 décadas en su construcción, mantenimiento y actividades paralelas (desde huertos orgánicos a talleres de todo tipo), un reducto de espíritu contracultural en un cada vez más controlado sistema universitario.
Lo que quedó de los años de “Whole Earth Catalog”
Los domos de Baggins End son supervivientes de una época pretérita en el campus de Davis, Berkeley, Santa Cruz o Santa Bárbara, cuando a principios de los años 70 se experimentaba con sistemas alternativos de agricultura, urbanismo, convivencia y organización social.
Los tiempos han cambiado y las casas-cúpula de Davis, inspiradas en los edificios en forma de cúpula geodésica del arquitecto, diseñador y futurólogo Richard Buckminster Fuller, no tienen el futuro asegurado: la cooperativa que las fundó como proyecto alternativo negocia con la universidad una prórroga de su permiso.
Nos asiste un grupo de residentes actuales, que prefieren no hablar sobre la marcha de las negociaciones y creen que en los próximos meses habrá “noticias positivas”, aunque se les ve alerta y cautelosos.
El contexto es algo descorazonador, pero ha habido avances en los últimos tiempos. Baggins End vivió un momento bajo en enero de 2011, cuando el departamento de alojamiento universitario de UC Davis anunció no habría nuevos estudiantes asignados a los domos para el curso siguiente.
De lo tolkeniano a lo experimental
La entidad que gestiona los Domos de Baggins End colabora desde entonces con una cooperativa local de viviendas sostenibles, que contribuyó a reparar las viviendas, asignadas de nuevo desde 2012. Ahora, UC Davis “valora” el estado y viabilidad del complejo.
La campaña Save the Domes pretende asegurar el futuro de una cooperativa estudiantil que, creen, debería ser imitada y no desaparecer. De momento, los numerosos simpatizantes de Baggins End han logrado que medios como The New York Times dediquen reportajes al complejo autogestionado.
Las “Domes” se establecieron como comunidad cooperativa de viviendas en 1972, cuando Ron Swenson diseñó las actuales estructuras con un material ligero, resistente, aislante y experimental para la época: fibra de vidrio con cámara térmica de poliuretano.
Desde entonces, los huertos y caminos de Baggins End han evolucionado, ajenos a los ángulos rectos y visiones euclídeas del trabajo de la tierra. Los árboles plantados en la época proporcionan sombra y cobijo térmico en días tan calurosos como el de nuestra visita: el mediodía cae con fuerza y no se mueve ni una brizna seca de hierba.
Un año de sequía
Los huertos de Baggins End muestran la supervivencia de las especies más resistentes al calor y la sequía, pues la falta de lluvia y las restricciones de agua en California han impedido mantener las cosechas como en años anteriores. En torno a la plaza o era central, se imponen hierbajos y cardos.
Varias gallinas deambulan por el espacio, donde se divisan varios frutales y las últimas hortalizas de la temporada; un pequeño espacio reservado a hierbas aromáticas y especias capta nuestra atención, pues el calor y la falta de agua no han hecho mella en su frondosidad y variedad.
Nos explican que el espacio comunitario para la colada (“Dirty Laundry Lounge”), junto a la era, no envía sus aguas grises o residuales a la alcantarilla más cercana; al usar jabones biodegradables, el agua puede usarse luego en los huertos dispuestos a lo largo de 4 acres (1,6 hectáreas) de Baggins End.
Adentrándonos en un micro-vecindario con carácter propio
Mientras Kirsten entrevista a media docena de solícitos universitarios residentes en las casas en forma de domo y yo recorría el espacio cámara en mano, Inés (8 años) Ximena (7) y Nico (3) explicaban nuestras peripecias a Joshua Bubar, estudiante de Davis y “domie” que reside en el Domo 11.
Desde 1972, cada domo es ocupado por dos estudiantes, 26 en total con alguna que otra incorporación o baja, según el curso. Cualquier estudiante puede aspirar a ocupar una plaza, aunque nuestros anfitriones reconocen que no siempre es fácil.
En cada domo, la puerta de entrada conduce a un amplio y diáfano espacio compartido de planta circular y soporte central, que invita a recorrer la planta de manera circular, como si se recorriese la espiral de Fibonacci o el interior de una caracola marina.
En el domo número 11, donde Joshua Bubar nos despedirá con una pieza de piano compuesta por él mismo, se suceden: una sala de estar con sofás a un lado y otro de la puerta de entrada, un piano de pared, cocina y servicio y mobiliario de almacenaje. Unas pequeñas escaleras conducen al altillo que cuenta con con camas y espacio de estudio-introspección.
Bioclimatismo de los 70
No hay aire acondicionado, pero tanto el cobijo proporcionado por el generoso dosel de los árboles plantados y conservados hace 4 décadas, así como el aislamiento de poliuretano que bloquea el calor captado por la cúpula de fibra de vidrio, mantienen el interior relativamente fresco.
El sistema de aislamiento es similar al empleado en pequeños botes o incluso neveras portátiles: el blanco exterior y un grueso aislamiento sintético mantienen el interior fresco en verano y cálido en invierno.
El vallado de los huertos, los senderos por el pequeño complejo alternativo, el perímetro de la zona comunitaria, la yurta o cualquiera de los iglús de fibra de vidrio que reflejan el sol del mediodía comparten un objetivo: no hay un solo ángulo recto en el espacio arrendado.
Los “domies” recuerdan que los domos de Baggins End son una comunidad precursora del actual movimiento de las casas pequeñas, que *faircompanies ha documentado desde su surgimiento.
Una apacible mañana
El diseñador de los iglús de fibra de vidrio, Ron Swenson, precursor y experto en energías renovables, creó los primeros modelos de los domos en Santa Cruz, para instalar las viviendas definitivas en el campus de Davis.
Los edificios se erigieron en un año con ayuda de estudiantes y voluntarios bajo la dirección de Swenson; el plan inicial comprendía 15 casas-cúpula, de las cuales sólo se edificaron 14, abandonando la identificada en el plano con el número 1, lo que explica que la nomenclatura actual comprenda desde el número 2 al 15.
Joshua Bubar se interesa por nuestro trabajo y charla con Kirsten acerca de los vídeos que ha visto de la extensa lista en su canal de YouTube.
Al final de nuestra entrevista, cuando Kirsten y yo volvemos, cada uno por nuestro lado, de tomar imágenes de los domos y su entorno, nos encontramos a Joshua compartiendo un melón con nuestros hijos.
Una oportunidad para conservar Baggins End
Consciente de lo que se juega la cooperativa de viviendas estudiantiles en los próximos meses, Joshua Bubar nos pide, en nombre de todos sus compañeros, aguardar unos meses para publicar el vídeo.
Le explicamos que, debido al volumen de reportajes, no podremos dedicar todo el tiempo que se merece a los “domies” y sus iglús de fibra de vidrio hasta la primavera de 2016. Para entonces, la cooperativa de estudiantes espera haber firmado la cesión de la propiedad por parte de UC Davis durante 20 años más.
De lograrlo, nuevas generaciones de estudiantes tendrían opción de mutar, convertirse en “domies” y experimentar en primera persona los aciertos, errores y retos de una convivencia que implica un nivel de empatía, trabajo e compromiso mayor que un dormitorio universitario convencional.
La yurta situada en la zona común se prepara para nuevas charlas y eventos con invitados expertos en ciencia y humanidades para cubrir temáticas como el urbanismo y la agricultura sostenibles, plantas medicinales, recuperación de biodiversidad, etc.
Sobre cultivar el escepticismo desde la Universidad (o antes)
Los “domies” no engañan a nadie cuando aspiran a fomentar el pensamiento crítico, la comunicación y la cooperación entre individuos, “cometiendo errores a lo largo del camino”.
Kirsten pregunta a los “domies” si les parece que la experiencia de vivir en Baggins End está contribuyendo a su experiencia educativa. Nos marchamos con la impresión de que el terreno y los domos cumplen con el objetivo de “desaprender” comportamientos que hemos interiorizado desde que tenemos uso de razón como “normales”, o como “lo que hay que hacer”, o quizá como “es lo único que se puede hacer”.
Entre los “valores” que esta cooperativa de viviendas destaca en su wiki, se encuentra “reconocer la confluencia de ideas y movimientos y promover solidaridad entre ellos”.
Tránsito o aventura
Walter Isaacson explica en su biografía sobre Steve Jobs la significación de experiencias formativas en su personalidad, tales como acudir como oyente a clases de caligrafía en la pequeña universidad de Reed, o vivir en una comuna agraria de Oregón dedicada al cultivo de manzanas.
En estas primeras experiencias, Steve Jobs aprendería a poner en entredicho la convención, lo que se supone que uno debe hacer. Años, más tarde, Jobs explicaría:
“Esa es una existencia muy limitada. La vida puede ser algo mucho más amplio una vez uno descubre un simple hecho, y es: que todo lo que hay a tu alrededor y que llamas vida, fue hecho por gente que no era más lista que tú. Y puedes cambiarlo, influir sobre ello, puedes crear tus propias cosas para que la gente las use.
“(…) Eso es quizá lo más importante. Se trata de sacudirse la errónea noción de que la vida está ahí para que uno transite por ella, por otra otra que la abrace, trate de cambiarla, mejorarla, sacarle el máximo partido.
“Creo que eso es muy importante y no importa cómo lo aprendas, porque una vez lo asimiles, querrás cambiar la existencia y hacerla mejor, porque está un poco hecha polvo, en muchos sentidos. Una vez aprendas eso, no volverás a ser el mismo.”