La vida repara a la vida, aunque en ocasiones el proceso requiera décadas o centenares de años.
A no ser que sea posible acelerar los procesos naturales de reparación (biorremediación), mediante el uso de organismos que, por ejemplo, se alimenten de cadmio, plomo, mercurio, petróleo o incluso radiaciones nucleares. Y lo es.
¿Qué ocurriría si tales organismos, capaces de convertir un proceso de décadas o siglos en un trámite de días o meses, sirven también para controlar plagas o crear un material biodegradable capaz de sustituir el plástico?
Tras millones de años de ostracismo, los hongos ocupan el escenario
Conforman un reino de organismos entero, independiente de plantas, animales y bacterias. Sus enmarañadas estructuras subterráneas, parecidas a las raíces o al sistema nervioso de los animales, actúan como el estómago de los bosques, convirtiendo materia orgánica en nutrientes.
Asimismo, han transformado nuestros alimentos, gastronomía, o creencias ancestrales; además de impulsar la medicina moderna. No obstante, los hongos pasan desapercibidos en nuestra vida y educación.
Reino desaprovechado, potencial para “salvar al mundo”
Pese a la presencia decisiva los fungi (conformado por mohos, levaduras y setas) en la naturaleza y la cultura humana, es el reino más desconocido y desaprovechado.
Su potencial de ayuda para solucionar problemas humanos es, según el micólogo Paul Stamets, tan decisivo que usarlos a gran escala podría “salvar al mundo“.
La importancia económica de este reino animal está fuera de toda duda: son responsables de la fermentacion de la cerveza y el pan, los mercados gastronómicos de setas y trufas, y su importancia crece en el sector farmacéutico, al estar presentes en numerosos antibióticos industriales y enzimas (proteasas). No obstante, hasta ahora no habían sido considerados como campo de exploración para las tecnologías verdes.
Neofobia contra neofilia
Michael Pollan, colaborador del New York Times y profesor de periodismo de la Universidad de Berkeley, expone que las setas, por su carácter potencialmente venenoso, despiertan en nosotros el “dilema del omnívoro” como ningún otro organismo: un conflicto entre la neofobia (miedo a ingerir algo nuevo que pueda hacernos daño), y la neofilia (una arriesgada pero necesaria bienvenida a experimentar nuevos bocados).
Si, gastronómicamente, las setas nos enfrentan simultáneamente con algunas de las mayores recompensas comestibles del mundo, y a la vez con algunos de sus mayores riesgos, su habilidad para descomponer moléculas orgánicas acelerará diversos avances tecnológicos, aseguran varios estudios.
Sabiduría evolutiva
Al carecer de clorofila, los hongos difieren de las plantas en lo fundamental: son incapaces de manufacturar energía a partir del sol. Su estrategia es más próxima a la de los animales, ya que se alimentan de materia orgánica creada por plantas o por los animales que las comen (Michael Pollan cita a Andrew Weil, quien sugiere en The Marriage of the Sun and the Moon que las setas contienen, en lugar de calorías de origen solar, enormes cantidades de energía lunar).
La mayoría de las setas conocidas obtienen su energía de dos maneras: saprofíticamente (descomponiendo materia orgánica, sobre todo vegetal); o asociando su estructura con las plantas para crear una simbiosis (micorriza) que beneficia a ambos organismos. La planta recibe nutrientes minerales y agua, mientras el hongo obtiene hidratos de carbono y vitaminas procedentes del sol.
Los hongos micorriza han coevolucionado con los árboles con los que se asocian, intercambiando el resultado de sus distintos metabolismos. Si la clorofila de las plantas transforma la luz solar, el agua y los minerales del suelo en carbohidratos, los micorriza descomponen moléculas orgánicas y minerales en moléculas simples, gracias a la acción de sus enzimas.
Las enzimas del aparato digestivo del planeta
En el intercambio de especialidades, los árboles obtienen un beneficio adicional, al proteger la planta simbiótica de otros hongos y enfermedades bacteriológicas. Si el suelo de los bosques es el estómago de la tierra, los fungi proporcionan las enzimas para el ciclo digestivo de los ecosistemas. Literalmente.
La labor digestiva de la materia orgánica de los bosques es llevada a cabo por los micelios. Se trata del cuerpo vegetativo de los hongos, una laberíntica red de filamentos microscópicos que esponja el suelo sobre el que se asientan el humus y el sotobosque.
Por el diseño de su estructura filamentosa (hifas), los micelios han sido descritos como el sistema nervioso (o las neuronas) de los bosques. Según Paul Staments, los micelios de los hongos son literalmente neuronas, que en su conjunto constituyen un órgano de inteligencia terrestre, idea compatible con la hipótesis de Gaia. El propio Stamets explica la dificultad que entraña el estudio de los micelios, dada su fragilidad. Sus minúsculos filamentos interconectados que se extienden cientos de kilómetros en la superficie equivalente a un pie cuadrado.
Restauración ecológica, nuevos materiales, control de plagas y más
Si los hongos se han especializado en descomponer compuestos orgánicos, explica Paul Stamets, el cultivo a gran escala de especies de hongo efectivas en la tarea podría suplir a una nueva industria de restauración ecológica, o micorremediación.
Para los hongos, los hidrocarburos y sus derivados, tales como el petróleo y sus vertidos, el alquitrán de carreteras abandonadas o los pañales de bebé que se acumulan en un vertedero, son un compuesto orgánico más. Su alimento.
Pero los hongos y sus micelios no sólo son la base potencial para limpiar vertidos. Debido a sus posibilidades, una nueva generación de emprendedores quiere sacar finalmente a los hongos del ostracismo, al planear su uso en todo tipo de aplicaciones relacionadas con las tecnologías verdes: sustituir polímeros de plástico en materiales industriales compuestos y biodegradables; cultivo doméstico de un complemento alimentario saludable; tecnologías de micorremediación; o fertilizantes orgánicos sin el uso de hidrocarburos (biocontrol de plagas).
A continuación, analizamos cinco usos potenciales de setas que podrían beneficiar a emprendedores de todo el mundo.
1. Usar setas para “cultivar” embalaje
¿Pueden los hongos convertirse en un sustituto barato y biodegradable del plástico? Eben Bayer, consejero delegado de la empresa Ecovative Design, está convencido de ello.
La tecnología MycoBond de Ecovative Design produce materiales compuestos sustitutivos del plástico, baratos y biodegradables, usando micelios para conformar un polímero natural que emplea como base cualquier desecho vegetal abundante en una zona determinada, lo que convertiría la producción en local. En una zona productora de frutos secos, por ejemplo, sus cáscaras conformarían la base del polímero local y biodegradable.
MycoBond produce, por tanto, materiales sin usar petróleo ni energía, ya estos sustitutivos de los polímeros de plástico sólo incluyen restos vegetales locales, que son transformados en días por micelios (“raíces” de hongos), inoculadas sobre el desecho.
Con este proceso, se logra un polímero orgánico y biodegradable, que convierte el residuo que no usa energía, capaz de competir con el plástico (y las consecuencias de su uso).
Los materiales compuestos producidos con adhesivo de micelios y materia vegetal mediante la técnica MycoBond tienen tantas aplicaciones como el propio poliestireno. Ecovative Design empieza con dos productos concretos:
- EcoCradle: material de embalaje confeccionado con desechos vegetales (cascarilla de algodón, trigo sarraceno) y adhesivo compuesto por hongos. Asequible y moldeable como el poliestireno expandido (EPS) y el polipropileno (EPP), sin sus inconvenientes medioambientales.
- Greensulate: panel rígido para su uso como aislante en el sector de la construcción.
Otras compañías desarrollan productos que sustituyan al poliestireno extruido (XPS) en aplicaciones como el embalaje, usando igualmente restos vegetales como desechos de algodón, arroz y trigo, y fijándolos con micelios.
La empresa informática Dell comercializa un nuevo embalaje basado en estos restos vegetales y micelios. Se trata, de momento, de un programa piloto para comprobar el rendimiento del polímero orgánico biodegradable.
Dell asegura que el packaging de micelios para sus servidores PowerEdge R710 ha demostrado un rendimiento óptimo en los laboratorios, por lo que podría extenderse a otros productos.
2. Cultivar setas en casa para consumo propio
Las setas no son plantas, ni el conocimiento sobre el cultivo vegetal es aplicable a su cría. Por su incapacidad para manufacturar alimentos a partir del sol y la estructura de sus paredes celulares, compuestas por quitina y no celulosa, el reino de los hongos está más próximo a los animales que a las plantas.
El ser humano ha usado setas, mohos y levaduras para elaborar alimentos y bebidas durante milenios. No obstante, cuando se trata de cultivar setas, la propia naturaleza de estos organismos hace que muchas especies comestibles sólo crezcan silvestres y no puedan ser cultivadas en casa.
Estas especies dependen de la simbiosis con las plantas (micorriza) para obtener hidratos de carbono y vitaminas procedentes de la fotosíntesis, mientras los hongos aportan minerales y agua a las plantas. No se ha logrado reproducir el complejo entorno que facilita la asociación simbiótica con las plantas para el cultivo controlado de las setas micorriza.
A diferencia de las micorriza, hay numerosas especies comestibles que obtienen su energía descomponiendo materia orgánica (saprofíticamente).
Las setas saprofitas pueden ser cultivadas en casa por cualquiera, sin apenas inversión ni esfuerzo. Existe abundante literatura sobre el proceso, muy similar en las distintas especies.
Basta con inocular un lecho de materia orgánica en descomposición (un tronco viejo, estiércol, grano) con las esporas de la seta que se quiere cultivar: champiñones (Agaricus campestris y Agaricus bisporus), shiitakes (lentinula edodes), champiñón ostra (pleurotus ostreatus), seta de paja (volvariella volvacea), y enokitakes (flammulina).
Estas especies, cosechadas en lechos previamente preparados para el cultivo, son un complemento económico y saludable para la cocina. Las especies cultivables de setas comestibles comparten propiedades fundamentales: proteínas altas, calorías bajas, hierro, fibra, minerales y vitaminas.
Por la abundancia de su cosecha y sus atributos culinarios, aumenta el cultivo doméstico de la seta de ostra (también hongo ostra, orejón o seta común). Con carne blanquecina y sabor suave, se sirve tanto cocinada (salsas, todo tipo de platos y guisos), como cruda (ensaladas, con aceite y un poco de sal, etcétera).
En su hábitat natural, el champiñón ostra crece a finales de otoño y principios de invierno sobre troncos muertos. En casa, no obstante, el cultivo puede prolongarse prácticamente todo el año. Para su cultivo, sirve cualquier rincón con un mínimo de luz, preferiblemente natural.
Varias empresas venden por Internet un pequeño lecho ya inoculado con el hongo de seta ostra, ya preparado para el cultivo. No obstante, es posible realizar todo el proceso en casa, con herramientas simples: utensilios para inocular el micelio y una caja o habitáculo con un lecho en materia en descomposición para propagar el hongo.
Aumenta también la producción doméstica de los champiñones y los shiitakes, muy usados en la cocina asiática. Se ha cultivado tradicionalmente sobre madera, aunque en la actualidad se producen sobre serrín de madera no tratada.
Entre las empresas que proporcionan kits para cultivar fungi, algunas parten de ideas sencillas, pero con gran potencial. Es el caso de Back to the Roots, una pequeña empresa que recoge el poso del café de los establecimientos y lo usa como base de sus cajas de cultivo de setas.
Sus fundadores, Nikhil Arora y Alex Velez, son jóvenes emprendedores que finalmente se han decantado por las tecnologías verdes, en lugar de fundar una empresa de Internet.
3. Usar fungi para acelerar la descomposición en vertederos
No existe una fórmula mágica para transformar de la noche a la mañana productos que generan residuos y se convierten en un problema medioambiental en productos que vuelvan a la naturaleza sin contaminar ni requerir grandes cantidades de energía para su reciclado.
Yendo al origen del problema, el principal causante de que bolsas de plástico, pañales y otros productos de uso cotidiano generen problemas económicos y medioambientales es su propio diseño, que no tiene en cuenta todo el ciclo de vida del producto.
El desentendimiento deliberado del producto por parte de compañías y usuarios, una vez ha finalizado su vida útil, podría ser mitigado con diseños biodegradables o fácilmente reciclables.
Se trata del gran reto del diseño ecológico, desde los productos “de la cuna a la cuna” hasta los diseños que imitan la naturaleza (biomimetismo), pasando por el diseño regenerativo, la llamada tecnología adecuada, o la ingeniería ecológica, por mencionar las principales tendencias en el diseño industrial ecológico que pretenden acabar con el problema de los residuos desde la base, la propia estructura molecular del producto.
Mientras surgen poco a poco los productos que minimizan o eliminan completamente los residuos en los vertederos, el problema persiste. Las setas y micelios pueden ser parte de la solución, cuando se trata de eliminar residuos potencialmente peligrosos en vertederos, tales como hidrocarburos, metales pesados, plásticos y, sí, pañales de bebé usados.
Hasta que todos los pañales vendidos en el mundo no sean biodegradables, su consumo seguirá generando un problema medioambiental, que Alethia Vázquez-Morillas, de la Universidad Autónoma Metropolitana de Ciudad de México, cree que se puede paliar con un proceso de biorremediación que emplea hongos (micorremediación).
La profesora Vázquez-Morillas explica a The Economist se puede acelerar la descomposición de los pañales usados cultivando el tipo de hongo adecuado, que se alimentaría de este desecho. De paso, dice Vázquez-Morillas, el proceso crearía alimentos (champiñón ostra).
El proceso descompone el 90% de los pañales usados en 2 meses y, en 4 meses, el pañal ha desaparecido. Según el equipo de Vázquez-Morillas, pese a la dieta de los hongos champiñón ostra usados en el proceso, las setas cultivadas son totalmente comestibles.
En este caso, la micorremediación soluciona la contaminación producida por los desechos (pañales usados), que nutren un hongo no sólo inocuo, sino comestible.
4. Setas y micelios para limpiar vertidos (biorremediadores)
La micorremediación es una forma de biorremediación que se sirve de hongos para descontaminar un lugar. El proceso usa los micelios, el cuerpo vegetativo del hongo, difícil de estudiar debido a su carácter subterráneo y fragilidad, cuyas enzimas actúan como un estómago que absorbe restos orgánicos como toxinas e hidrocarburos y los convierte en nutrientes minerales para las plantas y agua.
Los micelios reducen las toxinas de un entorno contaminado in situ, sin necesidad de mover tierras, modificar ecosistemas, ni realizar grandes inversiones. Ello es debido a que el papel fundamental de los fungi en el ecosistema es la descomposición de materia orgánica, por lo que los metales pesados, el plástico y los hidrocarburos son alimento para las redes subterráneas de micelios.
El micelio secreta enzimas y ácidos que han evolucionado para descomponer las paredes celulares de las plantas (polímeros de lignina y celulosa), la base de la fibra vegetal. En esencia, se trata de compuestos orgánicos conformados por largas cadenas de carbono e hidrógeno, una estructura similar a la de la mayoría de los contaminantes orgánicos, desde el petróleo y el resto de hidrocarburos hasta gas nervioso y sarín.
Las posibilidades de la micología como herramienta para la biorremediación apenas se han empezado a explorar, gracias a los trabajos de Paul Stamets o S. A. Thomas, entre otros.
5. Setas como fertilizante orgánico
Entre las 22 patentes que ha publicado el micólogo Paul Stamets, una de las más prometedoras es la referida a pesticidas basados en hongos.
Según la descripción de Stamets, el pesticida engañaría a los insectos, apelando a su apetito.
Una vez las plagas se han alimentado de los hongos con que se han inoculado las cosechas, los micelios crecen literalmente en el interior del insecto, produciendo su muerte. A continuación, los hongos convierten la materia en descomposicińo de la plaga en un nutriente más para la tierra, logrando que un problema potencial constituya un beneficio.
Otros micólogos trabajan en una versión comercial de micelios capaces de controlar plagas, pensando tanto en el sector agrario como en el residencial.
Tradd Cotter, fundador de Mushroom Mountain, en Carolina del Sur, cree haber dado con una cepa hongo letal para termitas y hormigas. Para controlar la plaga en una granja o casa, Tradd inocula el hongo en diversos puntos estratégicos. Un modo de cultivar setas comestibles y, a la vez, evitar el daño causado por determinados insectos.