Diez días en el Pacífico Noroeste de Estados Unidos pueden dar para mucho. Aprovechamos un viaje lleno de paradas entre el norte de California y el sur de Oregón para comprobar los paralelismos entre la incertidumbre que propulsó la energía de la contracultura y la actualidad.
Esta entrada es el fruto de las notas recogidas en las conversaciones con Lloyd Kahn (Shelter Publications); Kent Griswold (Tiny House Blog); y Michael Garnier (Out’n’About Treehouse Treesort).
La crisis de los 70 y la actual: económica, social, de valores
Hay muchos paralelismos entre los años 70 y la época actual, al menos en cuanto a Norteamérica y Europa se refiere. Una economía con signos de agotamiento, tensión social por la destrucción de empleo y mayor dificultad para llegar a fin de mes.
En países como España, miles de personas han salido a la calle debido a estos problemas de fondo, o al menos así lo han hecho quienes no leen la situación como un cálculo político para movilizar el voto socialdemócrata.
En Estados Unidos, 45 millones de personas, o 1 de cada 7 ciudadanos estadounidenses con riesgo de exclusión social, recurren actualmente a los cupones de ayuda alimentaria del Departamento de Agricultura para completar la dieta familiar.
El coste del programa, cuando Estados Unidos trata de aplicar políticas de austeridad para reducir su déficit exterior, ha pasado de 35.000 millones de dólares en 2008 a 65.000 millones en 2010.
De la era de Jimmy Carter a la era de Barack Obama
Como en los 70, a la conflictividad social y la destrucción de empleo se une la crisis energética. La crisis del petróleo del 73 tiene su equivalente actual en el fenómeno del pico petrolero (“peak oil”) y de otras materias primas esenciales, que habrían alcanzado en muchos casos su cénit de producción.
El paralelismo entre la situación social y económica en Estados Unidos y Europa Occidental en los 70 del siglo pasado y la actualidad no se queda aquí. Aparecen ahora, como entonces, movimientos sociales y propuestas políticas, económicas y energéticas alternativas, que tratan de aportar soluciones a los principales problemas de fondo.
Si en los 70, la contracultura y la inversión en energías renovables marcaron, al menos en Estados Unidos, el período de fuerte crisis económica gobernado por Jimmy Carter. Pocos estadounidenses que vivieron esta época como adultos recuerdan con estima la situación social, política y económica de entonces.
Carter se fue de la Casa Blanca sin poder solventar la crisis de los rehenes norteamericanos en Irán, y el mandato sucesivo de Ronald Reagan coincidió con el descenso de los precios del petróleo y la rápida mejoría económica. Consecuencia: se han achacado a Carter problemas que él no creó y pocos le recuerdan como buen presidente, mientras se han atribuido a Reagan más méritos de los que él mismo se atribuiría.
Barack Obama deberá esforzarse para evitar padecer un efecto en su imagen parecido al que experimentó Carter, en ocasiones injustamente.
Desde Santa Rosa y Cloverdale hasta Sunriver (Oregón)
Reflexiono sobre todo esto mientras Kirsten, nuestras dos hijas y yo viajamos en coche desde Cloverdale, dos horas al norte de San Francisco, hasta Sunriver, un escénico lugar de veraneo de alta montaña para los aficionados al deporte al aire libre, ya que incluye kilómetros de caminos pavimentados para bicicletas, corredores y transeúntes, que tienen prioridad sobre los vehículos a motor en las contadas ocasiones en que un camino cruza una carretera.
Realizamos el viaje con un coche compacto, alquilado en el pequeño aeropuerto de Santa Rosa con dos grandes ventajas: su reducido consumo de combustible, que tratamos de exprimir con una conducción poco agresiva para potenciar el ahorro (“hypermiling“); y compatibilidad con el servicio de radio por satélite Sirius.
Los amantes de la radio que hayan viajado en coche por Estados Unidos reconocerán la valía de un servicio que permite escuchar la radio sin interrupción en un país que, por sus dimensiones, carece de un sistema de recepción FM (ondas de corto alcance) con una mínima calidad, sobre todo si uno viaja en lugares remotos entre distintos Estados.
Recogido el coche en el aeropuerto Charles M. Schulz (en honor al dibujante de Charlie Brown y Snoopy, nacido en Minnesota pero afincado en Santa Rosa, capital del condado de Sonoma) y con la sorpresa de tener recepción de radio por satélite en el vehículo de alquiler más barato y con menor consumo que pudimos encontrar, nos dirigimos hacia el norte, rumbo al este de Oregón, escuchando tertulias económicas y políticas de las principales emisoras.
Una jornada de radio en el coche
Como era de esperar, los programas de NPR Now, NPR Talk, MSNBC Radio, BBC News World Service, Bloomberg, CNN y, sí, también las emisoras de Fox, estuvieron pendientes durante el viaje de ida hacia Sunriver del desacuerdo entre demócratas y republicanos para firmar un programa de reducción del déficit, con la amenaza de la bancarrota del país sobre la mesa.
El segundo tema más escuchado: los problemas de Rupert Murdoch y su emporio mediático no sólo en el Reino Unido, sino también en Estados Unidos. Otros temas: economía, paro, retorno de la especulación a los mercados a través de los ETF (siglas de “Exchange Trade Fund”, o fondo negociable en el mercado).
No es el tipo de información que alegre a uno el día, sobre todo porque nuestra intención era relajarnos en unas cortas vacaciones familiares en Sunriver, donde nos reuniríamos con la familia de Kirsten durante poco más de una semana. Nuestras hijas, Inés y Ximena, impusieron sus gustos y también escuchamos música.
Ventajas y desventajas de la radio, mi medio de comunicación de masas preferido, que consumo a diario en Barcelona durante todo el año, y que hecho de menos durante las semanas de verano que pasamos en Estados Unidos.
Recordando nuestra conversación con el fundador de Shelter Publications
Dos días antes de emprender nuestro viaje desde el norte de California hasta Oregón habíamos visitado a Lloyd Kahn (lee el artículo Lloyd Kahn: viaje al inicio de Whole Earth, la contracultura y visita la fotogalería), fundador de la pequeña editorial Shelter Publications y colaborador de Stewart Brand en la revista Whole Earth Catalog, publicación de referencia para la contracultura del Pacífico Noroeste de Estados Unidos.
Tanto Lloyd como su mujer Leslie Kahn fueron excelentes anfitriones. Hubo oportunidad para charlar sobre distintos temas; también sobre los paralelismos entre la actualidad y finales de los 60 y 70.
Quizá por ello, la información y tertulias radiofónicas de nuestro viaje en coche desde el norte de California hasta nuestro destino vacacional en Oregón resonaron como una continuación de nuestra charla con los Kahn. Son momentos de incertidumbre en los que el populismo y las ideas extremas tienen facilidad para lograr apoyo inmediato a sus mensajes.
Los hippies influyentes de la contracultura, como el propio Kahn y su amigo Stewart Brand, están en la posición privilegiada de observar los problemas económicos estructurales y la crisis de valores en Occidente tras haber protagonizado las protestas de los años 60 y 70 y haber formulado varias propuestas alternativas, muchas de ellas utópicas o irrealizables a gran escala. Otras, adoptadas por la sociedad en apenas unos años.
Nos visita Kent Griswold, fundador de Tiny House Blog
Si nuestra visita a la casa de los Kahn en Bolinas fue un retorno al pragmatismo hippie (o la madurez del hippie que ha reflexionado a fuego lento sobre sus ideas y propuestas), nuestra conversación con el bloguero Kent Griswold (ver fotogalería de la visita que Griswold nos hizo a Cloverdale, justo antes de que partiéramos hacia Sunriver), nos devolvió a las tendencias del presente: como en los 60 y 70, muchas personas tratan de averiguar si el trabajo creativo y las experiencias generan bienestar, y no la compra de productos y la vida a crédito.
Los diarios estadounidenses, como los de muchos países europeos, recogen noticias como la que leo hoy en USA Today: las casas de empeño están haciendo su agosto, debido al aprieto económico de muchas familias y a la dificultad para encontrar trabajo. A diferencia de otras recesiones, la tímida recuperación no ha ido acompañada del aumento de la fuerza laboral, debido a las dificultades de pequeñas empresas e individuos para acceder al crédito.
De ahí que, como comprobamos en *faircompanies, se hayan popularizado conceptos como la vida sencilla, la frugalidad, ser capaz de repagar todas las deudas bancarias y vivir de acuerdo con los ingresos o las rentas personales disponibles.
Por ejemplo, de entre los vídeos que graba y edita Kirsten, los más populares están relacionados con la experiencia de individuos o familias viviendo felices en apartamentos y casas tan reducidas que, para muchos, sólo puede tratarse de una broma, o una perversión del sueño americano (“¿no se suponía que el sueño americano consistía en tener una gran casa con mucho espacio, varios coches y todo tipo de servicios para hacer nuestra vida más cómoda?”, leí hace poco entre los centenares de comentarios que los usuarios dejan al pie de estos vídeos, en la cuenta de YouTube de Kirsten.
- El vídeo Simple life Manhattan: a 90-square-foot microstudio tiene mientras escribo esta entrada 3.662.328 visitas. A este número hay que añadir el tráfico en *faircompanies y en todos los medios y bitácoras que han cubierto la historia, desde el Daily Mail en el Reino Unido a La Repubblica en Italia, entre otros.
- El vídeo, rodado en Barcelona, Lego-style apartment transforms into infinite spaces, tiene 1.970.149 visitas.
- El tercer vídeo de Kirsten más popular en YouTube, Shotgun shack redux: mortgage-free in 320 square feet, ha logrado por el momento 1.151.225 visitas.
Las tres piezas interpretan hasta el extremo los preceptos de la vida sencilla. El interés por la temática crece en todos los países y entre todas las capas de la sociedad. El gasto superfluo y la ostentosidad se convierten en artilugios del desenfreno económico pasado.
Vida sencilla
Kent Griswold se ha convertido, sin siquiera planteárselo, en una de las voces más respetadas del llamado movimiento de las casas pequeñas (“small house movement”, o “tiny house movement”), especialmente activo al norte de San Francisco, donde proliferan los constructores y usuarios de diminutas casas, exponente extremo de los preceptos de la vida sencilla propugnada por Henry David Thoreau o Mohandas Gandhi, entre otros.
Griswold no es un bloguero joven y hip (una especie de Mike Arrington de las casas pequeñas), sino un tranquilo y reservado californiano de mediana edad, con familia y casa convencionales. No se esconde cuando se le pregunta: “yo no vivo en una microcasa”.
Sea como fuere, su bitácora, Tiny House Blog, es el blog de cabecera de los muchos amantes de las micro-casas y micro-apartamentos, que muchos ven como una protesta contra el paradigma de las McMansion y la vida en los suburbios estadounidenses de clase media, espaciosa y totalmente dependiente del vehículo privado.
Una visita a Tiny House Blog quizá no impresione, pero la legión de aficionados a las viviendas reducidas, en ocasiones hasta un tamaño extremo, han liberado a Kent Griswold de un aburrido trabajo de oficina.
Con los beneficios de publicidad y venta de libros a través de la bitácora, Griswold ha repagado todas sus deudas y su salario es suficiente para vivir con todas las comodidades y viajar a menudo (entre sus viajes recientes: Kauai y, este verano, el Reino Unido e Irlanda). No está mal para una bitácora iniciada como mera afición en mayo de 2007.
Diario de carretera: desde Sunriver hasta Crater Lake
Escuchar la radio por satélite durante nuestro viaje, mientras resonaban las conversaciones con Kahn y Griswold, nos animó a buscar nuevas historias tras nuestra estancia en Sunriver (ver fotogalería).
Una acampada junto a un lago volcánico, una entrevista a un hotelero muy peculiar y, finalmente, una segunda acampada al pie de gigantescos árboles secuoya, la conífera más grande que existe (viven entre 2.000 y 3.000 años, alcanzan alturas documentadas de 115,61 metros de altura y diámetros de 7,9 metros). Teníamos que devolver el vehículo alquilado, así que no pudimos alargar nuestra estancia en ninguna de las paradas.
El viaje familiar de vuelta -acompañado por información radiofónica relacionada con la bolsa, la falta de acuerdo entre demócratas y republicanos sobre el presupuesto estadounidense y los macabros atentados de Noruega-, nos conduciría a la primera parada, apenas dos horas al suroeste de Sunriver: el Parque Nacional de Crater Lake (ver mapa del trayecto), un espectacular, profundo y prístino lago de cráter formado tras la explosión, hace 6.850 años, del volcán Mazama, que provocó el colapso de la imponente montaña con el mismo nombre y formó la caldera de lava que, con el agua de nieve y lluvia, conforma el lago actual.
Decidimos acampar en un paraje al pie de la caldera del volcán, llamado Lost Creek. Plantamos nuestra tienda, claro, junto a un pequeño riachuelo perdido en la frondosidad de un bosque de coníferas que nos dejaría ver durante la noche, a través del orificio superior de la tienda, el cielo estrellado más abarrotado de astros que recuerdo.
El paraje es incomparable (ver la fotogalería sobre nuestra estancia). Produce una sensación de respeto hacia la grandiosidad natural similar al de una visita a Yosemite o Yellowstone, pese a tener una importancia natural muy inferior y a ser prácticamente desconocido, más allá de los aficionados al aire libre del Pacífico Noroeste.
Averiguamos durante nuestra primera noche a la intemperie tras la confortable semana de Sunriver por qué la nieve permanece en verano en muchos parajes de Crater Lake. Las noches son frías. Lección aprendida y razón de más para levantarse temprano y asistir a un amanecer sobre el lago.
Desde Crater Lake hasta la comunidad hippie de Takilma
Habíamos planeado volver a la Bahía de San Francisco haciendo tres paradas interesantes, una de las cuales nos permitiría entrevistar a otro miembro de la contracultura hippy de los 60 y 70, con epicentro en el norte de California y Oregón.
Michael Garnier ha dedicado su vida adulta a perseguir un sueño, trabajar en proyectos propios coherentes con sus sueños de juventud que, además, le dieran una cierta tranquilidad económica. Lo ha logrado… construyendo un paraje especial que haría las delicias de Peter Pan, del mismo modo que encandiló a nuestras hijas Inés, de 4 años y medio; y Ximena, de 2 años.
Garnier y su mujer son hoteleros, pero no regentan un hotel al uso. Las habitaciones de Out’n’About Treehouse Treesort, como indica el nombre del pequeño complejo, rodeado de un bosque de viejos y majestuosos robles americanos, están situadas en pequeñas cabañas construidas en árboles.
La localización de Out’n’About no podía ser más adecuada: Takilma es una comunidad residencial “no incorporada” del sur de Oregón (apenas un lugar designado por el censo de Estados Unidos, pero sin reconocimiento jurídico pleno), habitado mayoritariamente por antiguos miembros del movimiento hippie.
Conversación con Michael Garnier, fundador del hotel de casas árbol Out’n’About Treehouse Resort
Como Lloyd Kahn y Kent Griswold, Michael Garnier ha logrado felicidad personal, seguridad económica y realización profesional persiguiendo sus sueños, en lugar de “sentar la cabeza”. Su empresa, Out’n’About, es mucho más que un pequeño y psicodélico hotel cuyas habitaciones son casas árbol esparcidas por el pequeño bosque próximo al único edificio con sólidos cimientos en tierra en toda la propiedad: la recepción.
Siempre que no contemos como “sólido cimiento” los árboles que cobijan las cabañas, mucho más firme de lo que el condado de Josephine, al sur de Oregón, estaba dispuesto a reconocer. Garnier ganó notoriedad al diseñar un sistema para instalar la estructura de la casa a un árbol garantizando la estabilidad de la cabaña y reduciendo al mismo tiempo la presión sobre el árbol.
Sin embargo, Garnier no pudo alojar legalmente a ningún huésped en las 9 casas árbol de Out’n’About hasta llevar al condado de Josephine a juicio. En 2001, 10 años después del inicio del proceso, obtuvo el permiso para convertir sus casas árbol en alojamientos para visitantes.
Para probar la seguridad de sus casas, Garnier congregó un día a 66 personas, 2 perros y 1 gato (con un peso colectivo de 10.847 libras, 4.920 kilogramos), en una de sus cabañas.
Michael Garnier vive con su mujer en una flamante casa árbol que se cobija en la copa de un imponente roble de 300 años de edad.
Crear en lugar de vivir a crédito, gastar sólo lo que uno tiene, frugalidad
Lloyd Kahn, Kent Griswold y Michael Garnier han adaptado con éxito a sus vidas varios de los preceptos de la vida sencilla (crear en lugar de comprar productos para ser feliz y realizarse; gastar lo que uno tiene en lugar de pedir prestado; vivir de acuerdo con sus posibilidades y optar por lujos que no valen dinero).
Se trate de la consecución del viejo sueño hippie destilado, o de un modo sencillo de garantizar la independencia del individuo, al modo de los primeros libertarios como Henry David Thoreau, han logrado su plenitud al margen de los préstamos bancarios y las subvenciones estatales.