¿Qué es lo heredado y qué lo adquirido en la mente de los genios creativos? Una psiquiatra y neurocientífica de la Universidad de Iowa se ha propuesto desentrañar los misterios de la creatividad.
Una vez más, las ciencias sociales se enfrentan a la tarea de dirimir qué papel juegan el determinismo (genética, constelación familiar) y la fuerza de voluntad en la creatividad humana.
Genialidad creativa e inteligencia son conceptos distintos
A principios del siglo XX, el psicólogo Lewis M. Terman publicó sus hallazgos sobre creatividad en Genetic Studies of Genius, donde exponía por primera vez la hipótesis de que el genio de la creatividad no equivale a tener un cociente intelectual excepcional.
Pero si la inteligencia no es el único factor que incide sobre el genio creativo, ¿cuál es la fórmula que convertiría a algunos individuos en creadores excepcionales, a menudo en varias disciplinas, tal y como demuestran los polímatas?
Un siglo después, la psiquiatra y neurocientífica experta en creatividad Nancy Andreasen confirma y amplía los hallazgos de Terman: creatividad no equivale a elevado coeficiente intelectual, sino que hay que buscarla en factores como historial depresivo de individuos y familias, así como en los hábitos del entorno y el individuo.
La estrecha relación entre dolencias del estado de ánimo y genio creativo suscita otra pregunta: ¿se enriquecen los trabajos creativos con el tránsito por situaciones y estados mentales tortuosos?
El papel de las enfermedades del estado de ánimo y los hábitos
Según Nancy Andreasen, la genialidad creativa es más frecuente en personas hábiles con predisposición a trastornos del estado de ánimo, en entornos donde predomina la misma dolencia y donde las habilidades intelectuales son practicadas y premiadas por un entorno especialmente creativo y polímata.
Pero Andreasen y otros estudiosos de la creatividad sigue enfrentándose a los problemas de metodología con que toparon los primeros investigadores de la materia:
- “pequeña c”: los estudios cuantitativos requieren una definición objetiva de “creatividad”, algo no tan sencillo como parece (se asocia la creatividad con la capacidad para el pensamiento divergente, o facilidad para asociar ideas aparentemente inconexas);
- “gran C”: en los estudios de campo, los elegidos por investigadores como la propia Nancy Andreasen, consisten en elegir a un grupo de personas reconocidas por logros creativos (obras reconocidas, etc.), para estudiar sus peculiaridades.
El caso de Sylvia Plath
Antes de especializarse en estudios de creatividad, tras entrar en el departamento de psiquiatría y neurociencia de la Universidad de Iowa, Nancy Andreasen había estudiado literatura en Radcliffe y viajado a Oxford con una beca Fulbright, una carrera inicial paralela a la de la malograda Sylvia Plath, a la que admiraba.
Andreasen escribe en un artículo para The Atlantic sobre sus hallazgos en creatividad que, de haber prestado atención a casos como el de Sylvia Plath, cuyo talento para la escritura no la salvó de los trastornos depresivos que la condujeron al suicidio, habría perseguido antes la línea de investigación correcta.
No todos los genios creativos han padecido o padecen trastornos del estado de ánimo, pero este marcador es más consistente que las hipótesis expuestas por los numerosos estudios realizados desde el siglo XIX, algunos de los cuales ya apuntaban a la “melancolía” como uno de los rasgos de la personalidad de las mentes más creativas.
El mejor campo de pruebas sobre creatividad: el Programa de Escritura Creativa de la Universidad de Iowa
Antes incluso de ganar su plaza en el departamento de psiquiatría y neurociencia, Nancy Andreasen aprovechó tanto su formación académica en literatura como la proximidad de una de las escuelas de escrituras más famosas del mundo la Iowa Writer’s Workshop, para recabar información sobre los misterios del genio de la creatividad.
Cuando Andreasen realizó en 1960 el primer estudio psiquiátrico con estudiantes del Programa de Escritura Creativa de la Universidad de Iowa, entre los estudiantes se encontraban futuras figuras como Kurt Vonnegut.
Vida de las familias creativas
Andreasen: “Yo examinaba la relación anecdótica entre creatividad y dolencias mentales, y Kurt era un caso de estudio excelente”. El autor de Slaughterhouse-Five (Matadero cinco) batalló toda su vida con la depresión, como también lo habían hecho varios familiares. Su madre se había suicidado cuando el autor tenía 21 años, coincidiendo con el Día de la Madre.
En sus dos ensayos sobre sus trastornos de conducta y estado de ánimo, Vonnegut revelaría que varios miembros de su familia habían luchado contra problemas psiquiátricos: “Teníamos trastornos de alimentación y co-dependencia, órdenes de arresto pendientes, problemas de drogas y alcohol, problemas de pareja y empleo, y otras ‘dificultades'”.
A Nancy Andreasen y sus colegas no le interesaron los problemas familiares del autor tanto como la relación entre estos y la extraordinaria creatividad de los Vonnegut: su padre era un reconocido arquitecto, su hermano mayor físico químico e inventor con 28 patentes, su hijo Mark es escritor y sus dos hijas son artistas visuales.
Sobre lo que antes de la medicina moderna se llamaba “melancolía”
En comparación con otros creativos reconocidos en distintas disciplinas, Vonnegut no padeció una vida especialmente tormentosa, muriendo de causas naturales.
No tuvo tanta suerte Sylvia Plath, admirada por Andreasen. O Virginia Woolf, Ernest Hemingway, Vincent van Gogh, John Berryman, Hart Crane, Mark Rothko, Diane Arbus, Anne Sexton y tantos otros, por mencionar a mentes creativas cuyos problemas mentales y de estado de ánimo condujeron al suicidio; por no hablar de quienes, como el chileno Roberto Bolaño, murieron de dolencias agravadas por adicciones.
Según Nancy Andreasen, los estudios modernos y apreciaciones que, desde la Antigüedad, han relacionado la “melancolía” (antiguo nombre no científico concedido a la depresión), intuían ciertos patrones relacionados con la creatividad, pero no con la inteligencia (coeficiente intelectual medible con pruebas).
Pero el objetivo de la psiquiatra y neurocientífica de la Universidad de Iowa era ir más allá de meras corazonadas, como la de Aristóteles: “Todos aquellos que han sido eminentes en filosofía, política, poesía y las artes, han compartido su tendencia hacia la melancolía”.
O Shakespeare, en El sueño de una noche de verano: “El lunático, el amante y el poeta / Son un todo compacto de la imaginación”.
Orígenes del estudio científico de la genialidad
El patrón observado por todos desde tiempos inmemoriales merecía un estudio en profundidad, después de los intentos parciales, equivocados o inacabados de los últimos 150 años.
El primer intento serio fue a manos de Francis Galton, que en su ensayo La genialidad hereditaria (1869) usó información detallada sobre individuos creativos y su familia, al notar más de 20 músicos entre los Bach, o 3 escritores eminentes entre los Brontë, entre otros ejemplos.
Con ello, trató de demostrar el componente genético y ambiental de la genialidad.
Sobre genios y sus estereotipos
En su libro The Man of Genius (1891), el físico italiano Cesare Lombroso trató de relacionar la genialidad creativa con una serie de rasgos según él preponderantes: zurdos, poco apetito sexual, tartamudeo, precocidad, neurosis, psicosis.
Lombroso justificó su hipótesis citando la biografía de Jean-Jacques Rousseau, Sir Isaac Newton, Arthur Schopenhauer, Jonathan Swift, Charles Darwin, Lord Byron, Charles Baudelaire o Robert Schumann, explica la profesora Nancy Andreasen en The Atlantic.
Propuso una asociación entre la genialidad y la degeneración, argumentando que ambas eran heredirarias. Su estudio comparativo fue pronto descartado por poco riguroso.
Límites de los estudios comparativos
El estudio comparativo del físico británico Havelock Ellis (Study of the British Genius, 1904) carecía de suficiente base científica por motivos similares a los de Lombroso: su trabajo se centró en la investigación enciclopédica, estudiando factor hereditario, salud o clase social en la entrada de 1.030 personas.
Ellis anotó que el 8,2% de estas mentes creativas había padecido melancolía, y el 4,2% locura. Andreasen cree que Ellis subestimó la prevalencia de trastornos mentales y del estado de ánimo en su muestra.
(Imagen: infografía de R.J. Andrews de infowetrust.com, marzo de 2014, inspirada en el ensayo Daily Rituals de Mason Currey -2013-)
El primer investigador en disociar genialidad creativa de coeficiente intelectual fue el psicólogo de Stanford Lewis M. Terman (Genetic Studies of Genius).
Terman se propuso confirmar o refutar la relación entre inteligencia y creatividad, así como la supuesta relación entre genialidad y degeneración (Lombroso), analizando una muestra real (estudiantes californianos con elevado cociente intelectual) a lo largo del tiempo.
El primer gran estudio longitudinal sobre creatividad e inteligencia
El estudio longitudinal de Lewis M. Terman de 1921 seleccionó estudiantes excepcionalmente inteligentes sirviéndose de un test de inteligencia desarrollado por él mismo, a partir del trabajo del psicólogo francés Alfred Binet.
El estudio enroló a una muestra inicial de 1.000 estudiantes con un cociente intelectual superior a 135, que finalmente se completó con hermanos y familiares hasta comprender 856 chicos y 672 chicas adolescentes.
Los estudiantes fueron entrevistados para conocer su entorno (libros en casa, hermanos, etc.), así como el historial familiar. El estudio demostró que la muestra de los más inteligentes era en general superior físicamente con respecto al resto de la población: más altos, sanos y atléticos; la miopía fue el principal déficit detectado.
Los más inteligentes no tienen por qué ser los genios creativos
No se acabaron aquí las sorpresas: los estudiantes más inteligentes solían ser más maduros socialmente, así como estar mejor integrados. A medida que avanzaban los años, los patrones de la muestra se consolidaron, con matrimonios felices y sueldos elevados.
Eso sí: si bien los individuos del estudio de Lewis M. Terman lograron éxito, apenas un puñado realizó contribuciones creativas relevantes; ninguno de ellos acabó ganando el Premio Nobel.
En cambio, uno de los alumnos descartados para el estudio por no alcanzar en las pruebas el cociente intelectual requerido, William Shockley, un residente de Palo Alto de 12 años en 1922, acabaría logrando el Nobel de física con la invención del transistor.
Un tercio de las mujeres de la muestra no acabó estudios superiores, un elevado número de estudiantes se decantó por ocupaciones humildes y trabajos administrativos poco comprometedores. Tener un coeficiente intelectual muy elevado, demostró el estudio de Terman, no implica convertirse en un genio creativo.
Riesgos de aproximaciones empíricas: definir “creatividad” vs. estudiar genios creativos consolidados
Nancy Andreasen expone en The Atlantic por qué se ha decantado, en su carrera investigadora sobre creatividad, por los estudios con muestras de personajes creativos reconocidos: no hay que definir qué es “creatividad”; y, “si camina como un pato y grazna como un pato, es un pato”.
Andreasen ha realizado estudios empíricos sobre creatividad y dolencias mentales desde los años 70, casi siempre siguiendo la metodología “gran C”, o estudios de campo con personas que ya han demostrado su creatividad, de manera que el investigador no centra sus esfuerzos en dirimir cuán creativo es un sujeto, sino en estudiar el sujeto en cuestión y desentrañar el porqué de su reconocida valía creativa.
La presencia de trastornos del estado de ánimo
Sus sujetos de investigación llegaron a menudo del Programa de Escritura Creativa de la Universidad de Iowa. Durante 15 años Andreasen estudió a fondo a Kurt Vonnegut, Richard Yates, John Cheever y otros 27 escritores reconocidos.
El primer hallazgo que chocó a Nancy Andreasen fue el que le obligó a reconducir su primera hipótesis, en la que, influida por los mencionados estudios previos de otros expertos, se centró en demostrar la supuesta relación entre creatividad y esquizofrenia.
En efecto, muchas mentes creativas habían padecido episodios de esquizofrenia y dolencias relacionadas (como distintas intensidades del síndrome de Asperger).
Los mejores creativos son inteligentes, pero no excepcionalmente
Al profundizar más en los sujetos de estudio, estudiando el historial social, de desarrollo, familiar y psiquiátrico, así como hábitos de trabajo y aproximación a la escritura, Nancy Andreasen pudo evaluar en grados de creatividad no sólo a los sujetos, sino a sus familiares.
Esta vertiente del estudio le permitió confirmar la hipótesis de Terman: en efecto, un alto cociente intelectual y el genio creativo no son lo mismo, ni se encuentran en los mismos individuos. La profesora de la Universidad de Iowa detectó un coeficiente intelectual elevado en sus sujetos, pero no excepcional: en torno a 120.
Basándose en pistas y una larga lista de mentes creativas y personalidades que habían padecido la dolencia, Andreasen se lanzó a probar la hipótesis.
Mentes tortuosas
La entrevista en profundidad con cada individuo del estudio le hizo refutar la relación causa-efecto entre la predisposición genética a la esquizofrenia y las mentes creativas.
Al contrario, la deriva de los estudios de Nancy Andreasen le llevaron a la pista de creativos que ella misma admiraba, como la malograda Sylvia Plath, con la que se había identificado al inicio de su carrera (ambas habían seguido una trayectoria inicial similar), o con Robert Lowell, ambos víctimas de trastornos del estado de ánimo.
La genialidad creativa, comprobó Andreasen, tenía más que ver con lo que habían padecido Plath y Lowell: una lucha de por vida con lo que hoy llamamos trastornos del estado de ánimo.
Nancy Andreasen: “Un día tras otro, los escritores del estudio venían a mi oficina y se pasaban tres o cuatro horas desahogándose con historias sobre su lucha contra estos trastornos -sobre todo depresión, pero ocasionalmente trastorno bipolar”.
Un 80% de los escritores entrevistados por Andreasen habían padecido algún tipo de trastorno del estado de ánimo, lo que explicaba por qué un grupo de reconocidos creativos se habían mostrado tan dispuestos a participar en un oscuro estudio sobre creatividad. Andreasen: “pronto entendí por qué estaban tan interesados en hablar con un psiquiatra”.
Genética, comportamiento, contexto
Los hallazgos de la investigadora eran consistentes con conclusiones de estudios previos, como el dl británico Kay Redfield Jamison: de los 47 escritores y artistas británicos reconocidos del estudio, un 38% habían sido tratados de algún trastorno del estado de ánimo.
Joseph Schildkraut, psiquiatra de Harvard Medical School, había observado lo mismo en una muestra de 15 pintores expresionistas abstractos de mediados del siglo XX. La mitad de ellos había padecido algún tipo de dolencia mental, sobre todo depresión y trastorno bipolar.
Pero la metodología clásica se queda corta para responder a preguntas para las que Andreasen y otros colegas usan ahora métodos neurocientíficos, como escáneres cerebrales tan precisos como lo que lograría una observación cerebral post-mortem.
Entre estas preguntas: ¿por qué la creatividad está relacionada con familias? ¿qué se transmite, genética, comportamiento, contexto o una mezcla de estos factores? ¿cuál es el porcentaje de lo heredado y de lo aprendido? ¿son los escritores especialmente sensibles a trastornos del estado de ánimo porque escribir es una actividad solitaria e introspectiva?
Los secretos de la creatividad están en la corteza cerebral
Nancy Andreasen trata de resolver estas y otras cuestiones para, entre otras cosas, aliviar el sufrimiento de pacientes que padecen trastornos cerebrales, entre ellos las mentes más creativas.
Las resonancias magnéticas actuales recaban datos con pasmosa precisión, pero los estudios que se basan en éstas son complejos de diseñar e interpretar sin equívocos. Entre los problemas: ¿qué buscar cuando se trata de algo tan abstracto como la creatividad?
La respuesta se encuentra en las áreas asociativas del cerebro, o aquellas que se superponen a las básicas (que recaban e interpretan información del mundo circundante, además de ejecutar la información).
El lenguaje, el pensamiento abstracto, la planificación de acciones y movimientos y la asociación -novedosa, evocadora, etc.- de ideas, experiencias y otra información que llega de receptores conectados con todo el cerebro.
La sutil -pero trascendental- diferencia entre la corteza de cada individuo
Las regiones de proceso del lenguaje, permiten interpretar la lectura y asociar las palabras con memorias, experiencias y evocaciones. Las memorias asociadas constituyen el léxico verbal, distinto en cada persona.
Andreasen expone que, en términos cerebrales, la diferencia entre un escritor como Shakespeare y un corredor de bolsa consistiría en la riqueza del léxico verbal en el caso del dramaturgo, así como la complejidad de las conexiones en la corteza con otras regiones asociativas en los lóbulos frontal y parietal.
Asimismo, otros estudios han confirmado la relación entre los procesos del subconsciente y el genio creativo. Las “experiencias de flujo“, o la exposición de artistas acerca de cómo surgió una obra expone momentos percibidos de manera distinta, en estado de semiconsciencia o cercano al sueño (divagación).
Mayor actividad en la corteza asociativa
Nancy Andreasen conduce ahora un estudio que comprende a genialidades creativas de las artes (entre ellas, el cineasta George Lucas y la novelista y premio Pulitzer Jane Smiley) y de las ciencias (como el matemático y medalla Fields William Thurston).
El estudio trata de emular situaciones de creatividad (que no pueden ser inducidas con la soltura que ocurrirían), para observarlas en la resonancia magnética.
Andreasen: “como había hipotetizado, la gente creativa muestra activaciones más fuertes en sus corteza asociativa durante las tareas”. Los patrones aparecen tanto en creativos de las artes como de las ciencias.
También se observa una predisposición a la polimatía, o el interés y dominio de varias materias, tal y como muestran los arquetipos renacentistas de genialidad.
Asociación inequívoca entre dolencias mentales y creatividad
Además de las resonancias, el estudio de Andreasen comprende entrevistas en profundidad con cada participante, que incluyen preguntas difíciles sobre enfermedades, trastornos y acontecimientos traumáticos en el entorno familiar.
Dos de los 13 sujetos del estudio han perdido un padre por suicidio, un porcentaje muy superior a la media de cualquier país desarrollado; la mayoría ha padecido algún trastorno del estado de ánimo y ha desarrollado estrategias para conllevarlo.
Con su estudio sobre 13 genios creativos actuales avanzado hasta la mitad, Nancy Andreasen concluye que la relación entre dolencias mentales y creatividad sigue mostrando la solidez de su estudio anterior en el Programa de Escritura Creativa de la Universidad de Iowa.
Los sujetos creativos y sus familiares tienen mayor predisposición a padecer trastornos mentales, tanto entre artistas como entre científicos, con preponderancia de “trastorno bipolar, depresión, ansiedad o trastorno de pánico, y alcoholismo”.
Sobre entornos que valoran y cultivan el aprendizaje
Debido a que los genios creativos y sus familias padecen más enfermedades mentales que la media, el componente genético es al menos tan importante como el ambiental en estos trastornos.
La investigadora también confirma la apreciación de su anterior estudio sobre la presencia de la creatividad en familias y en distintas formas, de modo que la experiencia jugaría un rol crucial, así como entornos que valoran el aprendizaje y la educación.
Esta es la descripción evocadora que uno de los sujetos del estudio hace de su infancia:
“Las tardes en familia: simplemente todo el mundo sentado y trabajando. Todos estaríamos en la misma habitación, y [mi madre] trabajaría en sus artículos, preparando sus lecciones, y mi padre tendría grandes pilas de papeles y revistas… Esto era antes de los portátiles, y todo se basaba en papeles. Y yo estaría allí sentado con mis deberes, mientras mis hermanas leen. Y pasaríamos unas horas cada noche durante 10 0 15 años. Así es cómo era. Simplemente trabajando juntos. Sin TV”.
Autodidactismo, polimatía, perseverancia
Una de las paradojas observadas por Nancy Andreasen es el hecho de que, pese a que muchos padecen trastornos del estado de ánimo y ansiedad, asocian sus oficios creativos con sus momentos de máxima autorrealización.
Entre los hallazgos de Nancy Andreasen a lo largo de su carrera:
- muchos genios creativos son autodidactas;
- muchas personas creativas son polímatas;
- la gente creativa tiende a ser muy persistente, incluso ante escepticismo o el rechazo;
Tchaikovsky se refería a la irresistible llamada de la tarea creativa a mediados del XIX:
“Sería inútil transmitir en palabras esa inconmensurable sensación de felicidad que me invade cuando me sobreviene una nueva idea y empieza a tomar una forma distinta.
“Olvido todo y me comporto como un loco. Todo dentro de mñi empieza a latir y temblar; apenas he bosquejado algo, un nuevo pensamiento sigue al anterior”.