¿Reduce la escasez la capacidad analítica de un individuo, o la falta de recursos es más bien un acicate de la innovación?
Un individuo a merced de las circunstancias reduce sus posibilidades en entornos de escasez, mientras la predisposición adecuada convierte carencias objetivas en oportunidades. Hay ensayos y estudios que secundan ambas teorías, que no tienen por qué contradecirse.
El propósito del individuo decanta la balanza:
- hacia un lado: más carencias igual a peores decisiones e incluso peor rendimiento intelectual;
- u otro: más carencias igual a un esfuerzo más conciso y creativo.
En el otro extremo: ¿pueden afluencia, relajación y la ausencia de competitividad generar una autocomplacencia que reduciría la inteligencia momentánea?
Riesgos (¿y oportunidades?) de la mentalidad de la escasez
Una nueva teoría expone que nuestras decisiones y rendimiento intelectual se empobrecen cuando contraemos, sin ser conscientes de ello, una “mentalidad de la escasez” que estrecha la perspectiva y el pensamiento crítico, además de perpetuar las carencias y limitar las opciones.
Esta misma teoría evita analizar la escasez como factor positivo para según qué individuos y entornos (Uri Neren identifica la escasez como ingrediente esencial para la innovación en un artículo para Harvard Business Review).
La escasez no es siempre negativa, ni puede analizarse sin estudiar la percepción de quien la padece; lo que para unos puede ser poco menos que una humillación o condena al inframundo, para otros es un reto.
El auténtico riesgo: autocomplacencia sin propósito coherente
Asimismo, la autocomplacencia sin propósito deriva a menudo en procrastinación y una sutil tendencia a priorizar el premio instantáneo (placer sin esfuerzo que apela a nuestros instintos) en detrimento de un más costoso cultivo del bienestar duradero.
“Mentalidad de la escasez” y “mentalidad de la sobreabundancia” priorizarían, según nuevos estudios, un comportamiento análogo (perspectiva distorsionada de la realidad) con resultados similares (búsqueda de impulsos gratificantes sin resultados a largo plazo).
No hay que confundir la “mentalidad de la escasez” con un estrés bien entendido: la determinación de un individuo para sobreponerse -con su trabajo, mentalidad, estilo de vida- a situaciones de incertidumbre.
(Imagen: José Ortega y Gasset; “yo soy yo y mis circunstancias”)
El estés bien entendido de alguien capaz de sobreponerse a las dificultades, manteniendo o incluso ampliando su perspectiva y, por tanto, explorando nuevas posibilidades en lugar de limitarlas.
Sobre la importancia de nuestro análisis de la realidad
La actitud ante la vida distinguiría, por tanto, al desgraciado incapaz de cambiar su situación de desdicha de aquel que, pese a pasar dificultades, no las percibe como un riesgo limitador al que es inútil enfrentarse (al estilo del tradicional determinismo religioso).
La teoría de la “mentalidad de la escasez” interesa por sus implicaciones en economía, filosofía o ciencias sociales, entre otros campos, y expone que la pobreza no es sólo un estado físico, sino sobre todo mental, ya que la mente de los que perciben grandes carencias -objetivas o no- funcionaría diferente y perpetuaría un comportamiento defensivo, ausente de propósito y filosofía de vida a largo plazo.
El determinismo es, de nuevo, más mental que genético. Pensar que uno es un desfavorecido deriva, según los últimos trabajos empíricos, en limitaciones que acaban siendo reales sobre lo que cualquiera ve, considera, intenta, cambia.
Mentalidad de la escasez y derrotismo predeterminista
El propósito y la fuerza de voluntad, motores del comportamiento humano, tienen sus principales escollos en la “mentalidad de la escasez”, un derrotismo antiguo que cala en el individuo incluso cuando mejoran sus circunstancias materiales y las de su entorno.
La “mentalidad de la escasez” choca con una de las conquistas de la cultura clásica, reivindicada de nuevo desde en el Renacimiento y la Ilustración, y base de las sociedades avanzadas actuales: el concepto de libre albedrío, o persecución racional (método socrático, lógica aristotélica, empirismo, ciencia, razón) del progreso individual y colectivo.
No obstante, la “mentalidad de la escasez” no es una posición más o menos dogmática e ideológica (“mística” o “platónica”, dirían los admiradores del eudemonismo de Aristóteles, que comparan materialismo dialéctico con cristianismo), sino un comportamiento social que afectaría la existencia de millones de personas, más allá de sus preferencias políticas o creencias religiosas.
La preeminencia de la “mentalidad de la escasez” confirmaría que es más difícil cambiar una coyuntura económica que una mentalidad.
Eterno retorno de una historia social: hombre rico, hombre pobre
Ensayos y estudios se ocupan de una temática intemporal central para la opinión pública desde que este concepto de acervo colectivo se definiera a inicios de la Ilustración: la existencia de individuos ricos y pobres, brillantes o mediocres, tanto en función de su herencia genética como de su determinación, o de las circunstancias ambientales: origen socioeconómico, entorno opresivo o estresante, etc.
Cuando se suceden las informaciones sobre el estancamiento de la gran innovación (sobre la que crea empleo), o sobre cómo aumenta la diferencia de renta en la sociedad, los avances en neurociencia y genética muestran cómo el ambiente y la actitud del individuo son tan o más importantes que su código genético.
Nuestra actitud y las circunstancias del entorno influyen no sólo sobre nuestro estado de ánimo, sino sobre el mismo núcleo de lo que somos y lo que legamos a nuestros descendientes, hasta el punto de que nuestro estilo de vida y actitud influyen sobre el rendimiento de un gen u otro a la hora de producir proteínas en las células, permanecer “durmiente”, etc.
Pensamiento analítico y entorno socioeconómico
El rendimiento de nuestra mente y, por tanto, nuestro pensamiento analítico, dependen de cómo percibimos el entorno, defienden el economista de Harvard Sendhil Mullainathan (arquetipo de académico brillante y autorrealizado: antes de los 30 recibió una beca “genius” de la Fundación McArthur de medio millón de dólares) y el psicólogo de Princeton Eldar Shafir en el ensayo Scarcity: Why Having Too Little Means So Much.
La tesis del libro, reseñado por Tyler Cowen en Marginal Revolution, así como The Economist o The Guardian, entre otros: la presión ambiental en entornos de escasez severa reduce nuestra inteligencia, mientras que la estabilidad la mejora. No cambia la persona: sino su potencial en función del momento. Es la “mentalidad de la escasez”.
El riesgo, el miedo a la exclusión o los entornos negativos nos afectarían tanto -argumentan Sendhil Mullainathan y Eldar Shafir-, que tomamos peores decisiones en momentos de estrés económico o anímico. Por el contrario, rendimos mejor en tests de inteligencia en momentos de especial incertidumbre.
Terreno abonado para charlatanes, dogmáticos y demagogos de toda índole
La psicología de la escasez no es una temática que interese sólo a economistas del comportamiento y psicólogos, como los propios Mullainathan y Sendhil: filósofos, artistas o políticos la analizan de nuevo, esta vez evitando -dentro de lo posible- influencias ideológicas y religiosas pétreas, encargadas de defenestrar otros dogmas imponiendo, eso sí, el suyo.
El estudio analítico de la parábola de la persona rica y la persona pobre, a menudo relacionada con otra parábola recurrente, la de la actitud y decisiones impulsivas o afectadas por la coyuntura y las que renuncian a recompensas instantáneas o dificultades del momento y planean a largo plazo.
En el mundo real, la escasez no actúa siempre como acicate, sobre todo entre quienes viven sometidos a una presión ambiental extrema por la ausencia endémica de algún bien imprescindible:
- escasez de tiempo de concentración e introspección debido a una agenda excesivamente apretada (el problema al que los propios autores reconocen haberse enfrentado, debido a fenómenos como la interrupción constante, viajes, reuniones, etc.);
- escasez de dinero y recursos en entornos de exclusión social o de países en desarrollo, que explicaría por qué la “mentalidad de la escasez” influye sobre el aumento de la dejadez como cuestiones básicas de higiene, alimentación o economía familiar.
Por qué importa tanto tener tan poco
El ensayo Scarcity: Why Having Too Little Means so Much presenta sus conclusiones a partir de estudios en los que se somete a participantes de diferentes entornos socioeconómicos a dilemas de comportamiento con un condicionante: los recursos propios y la percepción personal de éstos.
“Los pobres no sólo van cortos de dinero en efectivo. También carecen de ‘ancho de banda’ [cintura y amplitud de miras para enfrentarse a las inconveniencias cotidianas, oportunidades, etc.]”.
Reacciones ante retos y problemas cotidianos
Por ejemplo, Mullainathan y Shafir exponen un sencillo test de inteligencia:
“Imagina que tu coche tiene problemas que requieren una reparación de 300 dólares. Tu aseguradora cubrirá la mitad del coste. Necesitas decidir si seguir adelante y arreglar el coche, o arriesgarte y esperar a que aguantará un poco más. ¿Qué decidirías? Financieramente, ¿sería una decisión sencilla o difícil de hacer?”
En las respuestas a este reto, ricos y pobres rinden de un modo similar. No existen diferencias de inteligencia cognitiva.
Las cosas cambian cuando se trata de responder a una pregunta similar, aunque con un factor crucial modificado, el económico:
“Imagina que tu coche tiene algunos problemas, que requieren una costosa reparación de 3.000 dólares”.
De repente, los individuos con mayores problemas económicos respondieron mucho peor a una pregunta económica más acuciante y los autores afirman que pudieron repetir el mismo resultado en cuestiones similares.
No se trataría, según los autores de Scarcity, del montante económico per se, sino de la respuesta de los individuos más pobres ante una decisión estresante, que reduciría su inteligencia fluida cuantificable.
Sobre los riesgos de ver los datos que uno quiere
Como cualquier ciencia o estudio social, la tesis desarrollada en Scarcity: Why Having Too Little Means so Much, si bien sólida, se somete a la interpretación y es relativizada por otros expertos en economía del comportamiento, como otro autor de ensayos “serios” que alcanzan grandes ventas, el economista -de influencias libertarias, fundador del blog Marginal Revolution y colaborador de The New York Times– Tyler Cowen.
El último libro de Cowen, comentado por el autor en el programa de radio On Point de NPR, afronta la misma cuestión de fondo (desigualdad creciente, a menudo por circunstancias ajenas a la voluntad del propio individuo).
En Average is Over, Tyler Cowen expone las que cree son las causas de la debilidad de las clases medias en las últimas décadas, y por qué esta situación podría perpetuarse en el futuro.
Otros puntos de vista sobre la escasez
Enlazando con trabajos anteriores, como su ampliamente difundido The Great Stagnation, Cowen cree que los avances tecnológicos y la mayor competencia mundial conducen al abandono de los tradicionales trabajos profesionales de gestión e intermediación, así como de los fácilmente replicables por automatismos (robots, Internet) o externalizables.
En el análisis de Tyler Cowen, el individuo pobre no decidiría de un modo menos inteligente, mientras el menos presionado por la “mentalidad de la escasez” jugaría con ventaja.
Más bien, el mundo caminaría hacia un entorno cambiante y mecanizado donde habría grandes ganadores y perdedores, en función de sus conocimientos y capacidad de reciclaje.
El crecimiento en la cúspide y la base de la pirámide productiva mundial (los más ricos y las nuevas clases medias de los países emergentes) no compensa una transformación todavía más profunda en el mercado laboral mundial: la disminución de trabajos de clase media tradicionales.
Ganadores y perdedores en un mundo sin trabajos de intermediación
En Estados Unidos, 3/4 de los trabajos creados apenas pagan un poco más que el salario mínimo; no es algo nuevo; ocurre desde inicios de la Gran Recesión. En los últimos años, esta realidad se ha acentuado, mientras este país continúa generando más millonarios que cualquier otra sociedad en la historia.
Para Tyler Cowen, el fenómeno se explica por la nueva realidad productiva y avances tecnológicos como Internet y la robotización, pero sobre todo porque sólo un grupo reducido de los que más cobran han logrado sacar más ventaja que nunca antes de la inteligencia mecanizada y el análisis de datos.
En la parte media-baja de la pirámide, entre los trabajadores más vulnerables de los países ricos, quienes tengan más dificultades para reciclarse o estudiar tienen las peores perspectivas de futuro.
El argumento de Cowen, más propio de un economista experto en teoría de juegos y econometría, que requieren un análisis más frío de los datos y mayor distanciamiento de interpretar supuestos comportamientos deterministas humanos, no es incompatible con las conclusiones de Sendhil Mullainathan y Eldar Shafir en Scarcity: Why Having Too Little Means So Much.
Combatir la “adaptación hedónica” con un plan coherente a largo plazo
Nuestro propósito y capacidad para priorizar los beneficios a largo plazo en detrimento de la búsqueda adictiva de la gratificación instantánea (la psicología llama al fenómeno “adaptación hedónica“), determinarán los resultados, profesionales o vitales.
Ser capaz de abstraerse de la presión y estrecheces del momento para edificar una existencia o carrera profesional más coherentes y, a la larga, con circunstancias que nos afectan, pero no limitan: este mismo argumento es usado por las filosofías de vida clásicas y la psicología humanista propuesta por Abraham Maslow.
Jerarquía de las necesidades humanas
La jerarquía de las necesidades humanas (pirámide de Maslow) coincide en esencia con los resultados y conclusiones del ensayo de Sendhil Mullainathan y Eldar Shafir.
Para Maslow, el individuo necesita copar primero unas necesidades básicas (fisiología, seguridad, afiliación) para escalar en la pirámide y ocuparse de necesidades que llegan cuando ya tenemos lo básico (reconocimiento -respeto, confianza- y autorrealización -creatividad, moralidad, resolución de problemas, inteligencia fluida-).
Y, a su vez, la psicología humanista sostenida por Abraham Maslow, una reacción racional (socrática, aristotélica) al conductismo y el psicoanálisis de Sigmund Freud (misticismo, platonismo), se basa en la filosofía de vida de Sócrates, Aristóteles y estoicos como Séneca: eudemonismo.
Sobre la percepción de la “virtud” a lo largo de la historia
Como el estoicismo, el eudemonismo propone caminar hacia el bienestar duradero usando la razón, la autosuficiencia y el cultivo personales, controlando nuestros deseos para disfrutar de ellos y no caer en lo que la psicología moderna ha denominado “adaptación hedónica” (persecución del premio instantáneo, que deja de apetecer cuando se logra, requiriendo un sustituto).
En Scarcity, Sendhil Mullainathan y Eldar Shafir ponen el acento en cómo la escasez condiciona, la mayoría de las veces a peor, nuestras vidas, sociedad y cultura. Los autores obvian el potencial de la escasez bien entendida para estimular ideas y entornos creativos y de innovación, sobre todo en un mundo donde el acceso al conocimiento tiende a la gratuidad.
Tyler Cowen es, por ejemplo, muy optimista con respecto a la reacción de los individuos más brillantes ante un entorno de escasez material, sobre todo cuando la Internet ubicua y los teléfonos inteligentes acercan transacciones y conocimiento a personas de cualquier rincón al menor coste de la historia.
El propio Tyler Cowen promueve la educación gratuita por Internet a través de MRUniversity, su centro de estudios a distancia, una especie de Khan Academy con todavía menos recursos materiales, pero similar inventiva.
El mundo no es estático, ni lo son los individuos
La escasez puede perpetuar la desventaja educativa y social de determinadas personas de entornos desfavorecidos… siempre y cuando se analice el mundo como un ente estático y promotor del determinismo.
Internet ha demostrado que puede iniciar con la misma rapidez movimientos de protesta (muchos de tinte populista), sistemas de innovación y financiación entre usuarios (P2P), y tecnologías que facilitan la creación y la existencia de millones de personas.
Muchas innovaciones parten de los más desfavorecidos, incluso de aquellas mentes sometidas a una presión acuciante que, sin embargo, revierten las circunstancias y logran cometidos que nadie esperaba.
Tyler Cowen comenta Scarcity en una entrada de Marginal Revolution.
Sobre habilidades: aprender a demostrar talento bajo presión
En general, le interesa la idea, pero Cowen quiere comprobar cómo se sostiene la relación entre rendimiento intelectual y escasez al ser comparada con otros estudios que sostienen la relativa rigidez de la capacidad intelectual.
También le preocupan estudios que miden aspectos subjetivos y propensos a interpretaciones contradictorias, tales como el nivel de estrés que un participante expone.
Su conclusión sobre el ensayo es todavía más reveladora: “hay varias maneras con las que un examinador podría estresarme, pero parte de la inteligencia de uno, tenga ingresos elevados o bajos, consiste en ejercer control para demostrar su talento sea cual sea el entorno”.
La voluntad y el propósito de un individuo no dependen tanto de su nivel de ingresos como de su capacidad para rendir y demostrar su talento en todo tipo de situaciones, también las difíciles.
Empatía y pensamiento analítico
Un entorno que afecta lo que Abraham Maslow llamaba necesidades básicas de un individuo (alimentación, descanso, seguridad física, empleo, entorno de respeto a propiedad privada y contratos) condiciona su rendimiento intelectual (una necesidad más elevada).
Ello explicaría las asombrosas conclusiones de otro estudio, que expone que la empatía (identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro) suprime el pensamiento analítico.
También sucede a la inversa: esforzarse por promover, o mantener, el pensamiento analítico contrarresta los efectos perversos de la empatía. Ello explicaría la capacidad de algunos individuos para evitar los cantos de sirena del populismo.
Sobre cultivos y cosechas personales
Y el esfuerzo, como el cultivo personal y el pensamiento analítico, pueden ejercitarse como un músculo. El propósito individual -eleccióin personal, acciones, metas- actúa de barrera contra el determinismo.
Sócrates: “Cuando desees obtener sabiduría y revelación tanto como el respirar, será entonces cuando las obtendrás”.
El escritor ruso Lev Tolstói, autor de dos obras cumbre de la literatura universal, Guerra y Paz y Anna Karénina, dedicó también su vida a estudiar sistemas agrarios, industriales y socioeconómicos, así como a profundizar en la complejidad de la individualidad y lo colectivo.
Su visión, catalogada como libertaria, parte de la filosofía clásica y de la influencia que las ideas sobre autosuficiencia, introspección y desobediencia civil de Henry David Thoreau ejercieron sobre él.
Patriarca de una familia de la nobleza rural rusa, experimentó en su casa con sistemas agrarios y educativos de inspiración anarquista, con conclusiones contradictorias y difíciles de aplicar a gran escala, ya que siempre consideró el carácter, talento y voluntad de cada individuo, así como los innumerables condicionantes que obligan a una adaptación constante.
Rechazó el materialismo dialéctico por su carácter aséptico y negacionista del espíritu y propósito individuales.
No se escondió cuando tuvo que expresar ideas impopulares, la mayoría surgidas del análisis de sus experimentos en sus propiedades rurales.
Lev Tolstói, sobre el paternalismo populista de las subvenciones: “Cuanto más se les dé, menos la gente trabajará por sí misma, y cuanto menos trabajen, más pobres serán”.
El individuo puede labrarse su propio camino en el universo, pese a las limitaciones. Es el “yo soy yo y mis circunstancias” de José Ortega y Gasset.