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Luces y sombras de la contracultura: movimiento Lebensreform

Las grandes heridas y transformaciones del siglo XX en Europa se asocian con el auge tecnológico y burocrático, así como con movimientos de masas, desde la lucha obrera al totalitarismo en sus distintas acepciones.

En medio de sociedades cada vez más preparadas para influir sobre su población a través de instituciones (fenómeno analizado con posterioridad por Michel Foucault –gubernamentalidad– y Hannah Arendt –banalidad del mal-), varios pensadores buscaron su propia voz y originalidad, a menudo reconociendo resultados contradictorios.

En Europa Central, el desmoronamiento del Imperio Austro-Húngaro, el auge del nacionalismo tras la unificación alemana y el avance del movimiento obrero convirtieron Viena en un hervidero de ideas, corrientes filosóficas y estéticas… y campo de pruebas de la Gran Guerra (en el verano de 1913, justo antes del conflicto, los “buscavidas” Hitler, Trotsky, Tito, Freud y Stalin vivieron a minutos de distancia en Viena).

Romanticismo y “reencantamiento”

Años antes, inspirados por ideas románticas, simbolistas y corrientes políticas como el anarquismo, varios pensadores se dedicaron a elaborar las ideas e intuiciones de cultivo personal y reencantamiento.

Hippie “avant la lettre”: el pintor simbolista austríaco Karl Wilhelm Diefenbach inspiró a finales del siglo XIX el movimiento ecologista, ruralista y de desarrollo personal Lebensreform; su primera comuna intencional, fundada en Viena, fue la base de la célebre comunidad suiza de Monte Verità, ambas precursoras de las comunas hippies décadas después

El vitalismo orgánico de la existencia según los románticos, luminoso (Goethe) o tétrico (Edgar Allan Poe, Charles Baudelaire), era la respuesta artística a un mundo modernizado que avanzaba en su idea de progreso e institucionalización de la población: trabajo, administración o escuela eran homogeneizaban sirviéndose de cultura y pensamiento dominantes, objetivos racionales que podían ser cuantificados (con productividad, eventos vitales, y calificaciones, etc.).

Max Weber, influido por Schopenhauer y Nietzsche, comparó este fenómeno de creciente burocratización con una jaula de hierro.

Bosques de Nueva Inglaterra

Los románticos e idealistas críticos con el concepto reduccionista de progreso denunciaron las limitaciones del racionalismo ilustrado, pues la idea de progreso consistía en instruir con un marco colectivo homogeneizador que sustituía al cristianismo, pero lograba los mismos objetivos: una moral conformista y atenta a los mandatos del conocimiento consensuado, que en la práctica reprimía las cualidades individuales en favor de lo normativo.

El vacío dejado por la decadencia de la sociedad preindustrial no podía ser sustituido por ideas que omitían las diferencias entre individuos.

Para Nietzsche, cada persona debía establecer sus metas, explorar sus capacidades y propósito vital; de lo contrario, la sociedad convertiría la frescura y curiosidad innatas de la infancia en capacidades con una utilidad social precisa ajenas a la propia naturaleza del individuo.

Al otro lado del Atlántico, el romanticismo sirvió a los estadounidenses para preguntarse por su propia voz, que debía emanciparse de la costumbre europea y abrirse al paisaje de Norteamérica: desde una interpretación particular del idealismo, el trascendentalismo estadounidense celebraba el conocimiento interior y una relación espiritual con la naturaleza.

De la Escuela Moderna a las escuelas de Tolstói

Los postulantes del trascendentalismo, como Emerson y Thoreau, exaltaron el valor de la introspección, los ritmos de la naturaleza, el vitalismo, el cultivo personal para encontrar una voz particular y genuina, evitando así el mandato superficial del utilitarismo (Thoreau insistía en dejar a cada uno marchar a su propio paso interior; preguntándose por qué sus vecinos dedicaban todo su esfuerzo a pagar los bienes materiales de los que no disfrutarían).

El equivalente europeo de esta intuición del individualismo de los trascendentalistas estadounidenses tomó varias formas: desde la reivindicación de las ideas proto-anarquistas de Saint-Simon y de Pierre-Joseph Proudhon, el cristianismo libertario de Lev Tolstói, o la pedagogía atenta al desarrollo personal de educadores.

Karl Diefenbach, artífice del movimiento holista Lebensreform, cultivaba un aspecto crístico, próximo al de los “stárets” o monjes mendigos de la iglesia ortodoxa rusa

El alemán Krause (cuyo concepto de panenteísmo es muy próximo al trascendentalismo), fue de gran influencia en España a través de la Institución Libre de Enseñanza.

El catalán Francesc Ferrer i Guàrdia, intelectual anarquista influido por Proudhon que abogaba por una pedagogía integral parecida al ideal griego de sabiduría fundada en el pensamiento crítico (areté), que llamó Escuela Moderna; su escuela impresionó a Lev Tolstói de tal modo que, partiendo de ésta, el autor de Guerra y paz creó las escuelas para campesinos residentes en Yásnaia Poliana, su finca rural en Tula (Rusia); a su vez, la relación epistolar entre el escritor y un todavía joven funcionario del Imperio Británico, Mohandas Gandhi, originó la cooperativa educativa de Gandhi en Sudáfrica, a la que llamó Tolstoy Farm.

El ecologismo alegórico alemán

En paralelo, y también a caballo entre el siglo XIX y el XX, una corriente humanista, crítica con la interpretación mecanicista del ser humano (en la que las personas eran mercancías que debían ser puestas a punto por las instituciones), se sirvió de ideas anarquistas para reivindicar el carácter único del potencial de cada persona.

Inspirados por Nietzsche, Hesse, el simbolismo y el modernismo, varios pensadores de Europa Central reivindicaron una filosofía personal y educativa menos relacionada con el urbanismo y el movimiento obrero (como ocurre con Ferrer i Guàrdia, ligado a la pujanza del anarquismo barcelonés), buscando sus referencias en una relación alegórica con la naturaleza.

En la Europa de habla alemana, el movimiento Lebensreform reivindicó la supuesta bondad de la naturaleza y un supuesto carácter alienante de la sociedad industrial y burocrática. Tomando ideas de Nietzsche, este movimiento abogó por la persona “completa” (reconexión entre cuerpo y mente como crítica a los dualismos judeocristiano y cartesiano), así como por la virtud de relaciones ancestrales con nuestro propio cuerpo, con nuestras relaciones y con la naturaleza.

Movimiento Lebensreform y su conexión californiana

El vitalismo rural del movimiento Lebensreform se materializó en cooperativas con escuelas atentas al potencial de cada alumno y prácticas radicales que, décadas después, serían reivindicadas por el hippismo californiano: cultivo de una introspección próxima al misticismo ermitaño (y a figuras barbudas que recordaban a versiones paganas misioneros olvidados y stárets ortodoxos), vegetarianismo, ludismo y, en ocasiones, poligamia.

Algunos adeptos al Lebensreform (Bill Pester, Benedict Lust, Arnold Ehret) emigraron a California a finales del siglo XIX, convirtiéndose en precursores del movimiento hippie.

Influenciados por el paganismo germano de los románticos (y las óperas de Wagner), así como por escritos de Nietzsche o Hesse, entre otros, miles de alemanes, austríacos, suizos e italianos de cultura alemana crearon el equivalente de principios del siglo XX a las comunas hippies californianas de alimentación orgánica y educación centrada en el desarrollo personal.

El granjero polímata austríaco Friedensreich Hundertwasser pintó y diseñó edificios con motivos orgánicos muy próximos en estética, forma y estructura a los de Antoni Gaudí; próximo al Lebensreform y a Monte Verità, sufrió la persecución nazi

Esta “contracultura” en Europa Central se retroalimentó con el arte de la época; el simbolismo alemán y austríaco se volcó en el escrutinio filosófico por nuevas maneras de explorar el potencial humano, recuperando un supuesto esencialismo que debía partir de la vida sencilla en comunidades intencionales rurales.

Proto-hippies: la comunidad intencional de Monte Verità

Este reformismo social llevó a figuras como el pintor Karl Wilhelm Diefenbach a fundar experimentos sobre modos de vida, exploración del potencial humano, educación y relación entre iguales.

Diefenbach, con el pelo largo y barbado à la Franz Brentano, tenía el aspecto de un filósofo griego de las escuelas cínica, estoica o peripatética, o también el aspecto y comportamiento de Jesús de Nazaret o el Zaratustra imaginado por Nietzsche.

Su evangelio particular fue más reformista social que artístico, al crear la comuna vienesa que inspiraría la comuna posterior de Monte Verità (cooperativa vegetariana fundada en 1900 en Ascona, Suiza), por la que pasaron pensadores tan influyentes como Hermann Hesse, Carl Gustav Jung, Isadora Duncan, Paul Klee, Rudolf Steiner o Max Weber, entre otros. Todos compartían un rasgo: la profunda influencia de la obra de Nietzsche.

Muchos de los artistas del círculo simbolista de Karl Diefenbach influirían sobre el impresionismo y las vanguardias del siglo XX (en 1926, una reforma en Monte Verità incorporó un nuevo alojamiento estilo Bauhaus): artistas visuales como Egon Schiele, František Kupka, Joseph Beuys o Friedensreich Hundertwasser (este último también arquitecto orgánico próximo a Antoni Gaudí y a tendencias contemporáneas en arquitectura bioclimática), se interesaron por el holismo, o la interpretación de la realidad a partir de sus propiedades como sistema, y no sólo a partir del análisis de cada una de las partes.

La deriva totalitaria del folclorismo Wandervogel

Sobre el plano educativo, social y espiritual, estos artistas quisieron vivir de acuerdo con sus ideas de autenticidad, que consistían en el rechazo de las instituciones que, según ellos, habían dominado escuela, sociedad y metafísica en la tradición occidental.

La alternativa era el retorno a una relación sana con uno mismo para, a partir de esta reconexión entre cuerpo y alma, mantener una relación más sana con otras personas y con la naturaleza.

El Lebensreform daría pie a nuevos grupos infantiles atentos a la ecología y el folclorismo, denominados Der Wandervogel, muy similares a los ateneos populares fundados en el resto de Europa durante el cambio del siglo XIX al XX, aunque más atentos a la participación informal en actividades creativas como el canto, así como las excursiones que permitían enseñar sobre el terreno conceptos como el holismo o el ecologismo.

Waldspirale, edificio de Friedensreich Hundertwasser

Al principio un movimiento orgánico y diverso política y socialmente, el Lebensreform cayó pronto en fuertes contradicciones internas: su insistencia en el aprendizaje informal de conocimientos prácticos asociados al holismo, tales como las celebraciones culturales, la agricultura orgánica, el vegetarianismo o el naturismo, evolucionó hacia un sistema más normativo y dogmático.

Confundir la crítica al mecanicismo con el totalitarismo etnocentrista

Así, la idea de luchar contra el reduccionismo mecanicista y la tendencia de las sociedades modernas a servirse de su maquinaria burocrática para convertir a los ciudadanos en miembros “útiles” y dóciles al orden establecido, derivó en un marco ideológico dogmático que no sólo se ocupaba de garantizar el desarrollo del potencial del individuo: la eugenesia, la pureza racial y el antisemitismo estaban tan establecidos en las sociedades juveniles Wandervogel que acabaron integrándose en el Tercer Reich.

Una idea relacionada con la autonomía intelectual, el crecimiento personal, la reconexión con la naturaleza y la búsqueda de la propia autenticidad acabaría fagocitada por el totalitarismo y la deformación de los postulados vitalistas de Nietzsche y otros pensadores.

A diferencia Nietzsche, los adeptos al Lebensreform que carecían de la profundidad intelectual del pequeño grupo de adeptos a la comunidad utópica de Monte Verità (al fin y al cabo, élites intelectuales y artísticas que conformarían buena parte de lo que entendemos como modernidad) cayeron en reduccionismo que pretendían derrocar.

Los críticos con la maquinaria homogeneizadora del progreso de la sociedad moderna, denunciarían un tipo de institucionalización que al menos respetaba sus libertades individuales, abrazando los atavismos superficiales de una sociedad totalitaria y confundiendo potencial intrínseco con pureza racial, antisemitismo y denuncia de lo ajeno como “degenerado”.

Del intelectualismo de Monte Verità al populismo autodestructor

Asociadas con el Lebensreform, la comuna vienesa de Karl Diefenbach o la comunidad utópica de Monte Verità influyeron en varias vertientes de la denominada educación holística, atenta a las cualidades de cada persona y al desarrollo personal, sobre todo en los pensadores más influenciados por Nietzsche (el individuo tiene que encontrar y perseverar en su propósito vital, en una labor constante por abandonar la postura estática de “ser” y optar por “convertirse”); y por Franz Brentano (fenomenología y psicología de la gestalt).

El autor ruso Lev Tolstói, cristiano anarquista profundamente influenciado por los trascendentalistas y las ideas de Henry David Thoreau sobre no violencia y desobediencia civil

La pedagogía Waldorf, la filosofía humanista, a agricultura biodinámica, la permacultura y los movimientos contemporáneos de agricultura orgánica y vegetarianismo, entre otros, trazan su influencia al Lebensreform.

Eso sí, asociaciones más radicales de este movimiento de reconexión con las supuestas esencias naturales y espirituales del individuo (denominadas “völkisch”, o populistas) no tuvieron ningún reparo en asociarse con el arquetipo de movimiento anihilador del individuo: el nacionalsocialismo.

Las comunas hippies de la contracultura californiana evitaron asociar sus ideas vegetarianas y naturistas con la versión de extrema derecha del movimiento Lebensreform, tales como la denominada Liga Artaman, asociación agraria y etnocentrista fundada sobre el concepto de pureza racial.

Fahrenheit 451

El lema de grupos como la Liga Artaman era pura propaganda eugenésica: “Blut und Boden”, literalmente “sangre y tierra”, asociando origen étnico con espacio vital y autorrealización (sólo los sanos y pertenecientes a un determinado pueblo pueden ocupar en harmonía este territorio).

La degradación de las ideas regeneracionistas del movimiento Lebensreform tomó su máxima expresión ya en los años 30, los populistas y nacionalistas Richard Ungewitter y Heinrich Pudor, abogaron por el nudismo, el antisemitismo militante, el naturismo y el vegetarianismo, tergiversando las ideas del Lebensreform y asociándose sin reparo con personalidades eminentes del régimen nazi. El propio Adolf Hitler era un vegetariano declarado.

Así, lo que había comenzado como una aventura anarco-naturista que denunciaba el conformismo y la máquina homogeneizadora de las sociedades industriales, derivó en grupúsculos sin reparo en apoyar la eliminación de la diferencia ideológica y racial, colaboracionista con un régimen capaz de quemar libros, exterminar un pueblo y catalogar las vanguardias artísticas como “arte degenerado”.

No obstante, muchos simpatizantes del Lebensreform fueron víctimas de la discriminación nazi o se opusieron al totalitarismo nacionalsocialista. El escritor Erich Maria Remarque, por ejemplo, combatió con tal claridad la ceguera gregaria mostrada por las juventudes hitlerianas que sus obras se encontraron entre los que ardieron en las hogueras de quema pública de libros.

La deformación de las ideas de Nietzsche

La deformación esperpéntica de conceptos como el de autorrealización e individualismo ético alimentó el radicalismo de una ideología que creó la peor catástrofe que se recuerda. El hecho de que ocurriera en el epicentro de la Europa rica y cultivada, debería mantener viva la llama del pensamiento crítico de las generaciones europeas que se despertaron de la pesadilla ultranacionalista del fascismo, el pangermanismo y sus derivados.

Pese a ser citado por innumerables deformadores de sus escritos, Nietzsche fue muy crítico con el nacionalismo, que consideró uno de los problemas fundamentales del pensamiento dominante en la Europa del siglo XIX, el idealismo alemán influido por Hegel.

Las juventudes del movimiento excursionista Wandervogel (que puede traducirse como “ave excursionista”) no tuvieron ningún pudor en integrarse en las juventudes hitlerianas; mostrar alguna crítica al respecto podía costar la enemistad del régimen

En efecto, Nietzsche habló (concretamente en el prefacio de Más allá del bien y del mal) del “buen europeo”, que para él no tenía nada que ver con lo que derivaría en populismo “volkisch” estaba más próximo a un ciudadano educado, crítico, cosmopolita e inconformista, alejado de atavismos como el folclorismo o el ensalzamiento fanático de nuevos símbolos para sustituir a viejos símbolos fanáticos.

Alarmado por el auge del nacionalismo en su tiempo, Nietzsche se enemistó con Richard Wagner. Cada vez más crítico con el carácter mesiánico y fundador de su grandilocuente música repleta de motivos paganos pangermánicos de un autor al que siguió admirando por su indudable capacidad, Nietzsche denunció lo que veía como una forma cruda de nacionalismo que amenazaba con extinguir la vibrante escena cultural de Europa Central.

Empacho hegeliano

Su idea de “buen europeo” pretendía contrarrestar, precisamente, la popularidad del germano-centrismo. Ese supuesto buen ciudadano del continente europeo era: alguien con curiosidad e intelecto amplio (pues la especialización académica era, según él, parte del problema), así como atento a la intersección entre disciplinas y practicante del perspectivismo, o pensamiento crítico sensible a distintas interpretaciones de la realidad.

El pensador alemán aclaró que esos ciudadanos despiertos no podían caer en el dogmatismo de distinto signo (el jesuítico o el “democrático”, interpretable aquí como la obsesión por la igualdad homogeneizadora y la confusión entre libertad real y referendos constantes para reparar supuestos agravios -según su concepto de “moral de esclavo”-).

Cartel de la organización de extrema derecha “völkisch” (populista); se inspiró en el Lebensreform, tergiversando el respeto por el carácter individual de cada persona por la pertenencia al grupo; su lema, “Blut und Boden”, sigue presente entre la extrema derecha supremacista de Europa y Norteamérica

Nietzsche acaba relacionando a estos “buenos” ciudadanos como “espíritus libres”, preparados para comprender el espejismo y peligrosidad de ideas maximalistas que convierten a los individuos en mercancía intercambiable: el nacionalismo, el comunismo, el fundamentalismo religioso, todos, según él, derivados del idealismo hegeliano.

Hay muchas ideas rescatables del movimiento Lebensreform, desde las convicciones ecologistas a la aspiración a reconectar cuerpo y alma, individuo y naturaleza. Este “reencantamiento”, no obstante, no puede partir de la educación dogmática y etnocentrista (ni de sucedáneos encubiertos).

Recordando viejos errores para no volver a ellos

El propio Rudolf Steiner pareció comprender la preocupación de Nietzsche por el tribalismo mesiánico en un continente que vuelve a engendrar los mismos fantasmas.

Steiner abogó por el individualismo, pero éste debía tener un componente ético y espiritual.

Lo que conduce a considerar con todavía mayor respeto las ideas sobre autorrealización, espiritualidad y ecología de Thoreau, Tolstói y quienes lograron no sucumbir al espejismo de las soluciones mágicas a problemas complejos que, por definición, mantendrán de un modo u otro su riqueza y complejidad.

El escritor alemán Hermann Hesse, próximo a las ideas nietzscheanas y al movimiento Lebensreform, fotografiado en 1913; fue muy crítico con el nazismo, al comprender que su gregarismo y poder corruptor eran lo opuesto a lo que había pretendido Nietzsche en sus escritos

Nietzsche, en el prólogo de Más allá del bien y del mal:

“Parece que todas las cosas grandes, para inscribirse en el corazón de la humanidad con sus exigencias eternas, tienen que vagar antes sobre la tierra cual monstruosas y tremebundas figuras grotescas: una de esas figuras grotescas fue la filosofía dogmática, por ejemplo la doctrina del Vedanta en Asia y en Europa el platonismo.

“No seamos ingratos con ellas, aunque también tengamos que admitir que el peor, el más duradero y peligroso de todos los errores ha sido hasta ahora un error de dogmáticos, a saber, la invención por Platón del espíritu puro y del bien en sí. Sin embargo, ahora que ese error ha sido superado, ahora que Europa respira aliviada de su pesadilla y que al menos le es lícito disfrutar de un mejor – sueño, somos nosotros, cuya tarea es el estar despiertos, los herederos de toda la fuerza que la lucha contra ese error ha desarrollado y hecho crecer.

(…)

“Pero la lucha contra Platón o, para decirlo de una manera más inteligible para el «pueblo», la lucha contra la opresión cristiano-eclesiástica durante siglos -pues el cristianismo es platonismo para el «pueblo»- ha creado en Europa una magnífica tensión del espíritu, cual no la había habido antes en la tierra: con un arco tan tenso nosotros podemos tomar ahora como blanco las metas más lejanas.

“Mas nosotros, que no somos ni jesuitas, ni demócratas [por la fácil manipulación de sociedades con moral de rebaño, según él herederas del cristianismo, pues la democracia sólo podía respetar a individuos libres si estaba compuesta por éstos], y ni siquiera suficientemente alemanes; nosotros los buenos europeos y espíritus libres, muy libres – ¡nosotros la tenemos todavía, tenemos la tortura toda del espíritu y la entera tensión de su arco! Y acaso también la flecha, la tarea y, ¿quién sabe?, incluso el blanco…”