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Persona + hogar + entorno: sobre feng shui, wabi-sabi, vastu

¿Superstición o tratados milenarios racionales explicados con parábolas y símbolos? Feng shui (China), wabi-sabi (Japón) y vastu shastra (India) son sistemas estéticos basados en doctrinas ancestrales que combinan panteísmo con adaptación al medio y obtienen resultados acordes con la última arquitectura sostenible.

El feng shui es el más extendido de estos tres sistemas que tratan de conectar a individuo, hogar y naturaleza. 

El primero de ellos constituye el uso práctico del taoísmo -equilibrio, sincronización con la naturaleza, no acción– en la estética de lo que nos rodea, y ha sido reivindicado en las últimas décadas por arquitectos e interioristas.

Diseños humanos: ingredientes de un buen lenguaje de patrón

Las indicaciones del feng shui se basan en un lenguaje de patrón (sistema, marco de trabajo o “framework” para diseños humanos) que ha inspirado disciplinas para integrar el hábitat humano en el natural (permacultura), y orientado la disposición de elementos en la arquitectura y planificación urbanística (arquitectura bioclimática, casa pasiva, etc.).

A menudo interpretado desde Occidente como un inofensivo culto a la meticulosidad y atención por el detalle orientales, el feng shui se libera de sus estereotipos en el nuevo siglo y trasciende en el imaginario colectivo más allá de la amalgama de mensajes “new age”, eclécticos y contradictorios, con que había sido reivindicado.

El respeto con que es tratado por sus conocedores ha sido blanco de estereotipos, catalogado a menudo como palabrería snob, pseudo-credo estético de celebridades y paradigma de las nuevas sensibilidades urbanitas.

Flujo de energía vs. impermanencia: feng shui y wabi-sabi

Su equivalente japonés es wabi-sabi, concepto que denota sencillez rústica (humildad, minimalismo) e impermanencia de la naturaleza; es también una aspiración estética y espiritual, o proyección de los valores serenos del individuo y la naturaleza en la casa y el jardín, sintetizados en un concepto que combina “wabi” (“humilde”, “solitario”, “sencillo”) y “sabi” (“envejecimiento”, “frugalidad”, “aspereza”).

El feng shui sincroniza los espacios humanos con el entorno, mientras wabi-sabi celebra la impermanencia de la existencia:

  • el feng shui se centra en favorecer los flujos naturales (“chi”, o “qi”: flujo, energía y fuerza vitales), o corregirlos cuando no han sido tenidos en cuenta, usando orientación, iluminación, espejos, plantas, mobiliario, etc;
  • el ideal wabi-sabi, por el contrario, es un reflejo de la impermanencia (comprender el paso del tiempo de un modo similar a los presocráticos, saber envejecer) y de una aspiración estética alineada con unos valores, en lugar del plan premeditado de alinearnos a nosotros y nuestro entorno con la energía a nuestro alrededor.

La alternativa ancestral védica: tratados vastu 

Un tercer concepto oriental de aspiración espiritual y estética, o interpretación del ser humano de su entorno más inmediato en relación con el cosmos, es el vastu shastra, o “ciencia de la construcción” en sánscrito (“vastu” -lugar, edificio, vivienda- y “sastra” -enseñanza-), doctrina ancestral hindú que interpreta cómo las leyes de la naturaleza afectan las viviendas humanas.

De los tres ideales que alinean el morador con su vivienda y el entorno de ésta, el feng shui es el más conocido por el gran público, aunque el ideal wabi-sabi es apreciado por practicantes del budismo zen e intelectuales que aprecian la universalidad del sincretismo japonés, muy próximo al trascendentalismo de Emerson y Thoreau.

Profundizar en el ideal wabi-sabi es apreciar el minimalismo, la sencillez rústica o el transcurso del tiempo (impermanencia: un individuo que sabe envejecer, en concordancia con su entorno).

Doctrina de construcción hinduista y trascendentalismo

De las tres doctrinas estéticas, vastu shastra es la menos conocida, aunque no por ello inédita en Occidente. En los últimos años, ha sido considerado por el esoterismo occidental y a menudo aplicado junto con el feng shui, dada su similitud y compatibilidad.

Los trascendentalistas, con Ralph Waldo Emerson y Henry David Thoreau en cabeza, no se refirieron expresamente al concepto vastu shastra, pero sí aclararon las influencias védicas de su movimiento filosófico, una protesta contra el intelectualismo de mediados del XIX.

(Imagen: “Ba gua” o “pa kua“, los 8 trigramas del I ching, o “libro de las mutaciones”, libro taoísta y confuciano)

Los trascendentalistas reivindicaban un panteísmo individualista, influido por la filosofía romántica alemana y el hinduismo: practicar una filosofía de vida autosuficiente, contemplativa y acorde con la naturaleza, en la línea de la filosofía clásica y el espiritualismo oriental.

Thoreau (o cómo situarnos en un contexto universal)

En Walden, Thoreau aclara la deuda de los trascendentalistas con los orígenes panteístas de las religiones indias:

“Por la mañana baño mi intelecto en la estupenda y cosmogónica filosofía del Bhagavat Geeta, desde cuya composición han transcurrido los años de los dioses, y en comparación con el cual nuestro mundo moderno y su literatura parecen insignificantes y triviales; y dudo que esa filosofía no se refiera a un estado previo de existencia, tan remota es su sublimidad desde nuestro punto de vista”.

“Dejo el libro -prosigue Thoreau- y voy a mi pozo por agua; y, ¡oh!, ahí encuentro al sirviente de Brahmin, sacerdote de Brahma, y Vishnu e Indra, quien todavía se sienta en su templo en el río Ganges a leer los Vedas o mora en la raíz de un árbol con su corteza y el jarro de agua. Encuentro a su sirviente que viene a sacar agua para su maestro, y nuestros baldes rechinan juntos en el mismo pozo. El agua pura de Walden se mezcla con el agua sagrada del Ganges”.

La misma experiencia narrada en Walden, el retiro en solitario durante dos años junto al lago del mismo nombre, construyendo su propia cabaña y practicando la vida sencilla, son quizá la expresión occidental posterior a la Ilustración más clara acerca del vastu shastra, aunque éste no sea mencionado.

Tics y etiquetas de hoy: la perversión de conceptos ancestrales

Si la doctrina wabi-sabi inspira la arquitectura e interiorismo del Japón actual, y entronca con los ideales estéticos del minimalismo occidental (desde la arquitectura orgánica de mediados del siglo XX al diseño de mobiliario y aparatos electrónicos de Dieter Rams para Braun), el “buen” o “mal” feng shui de un edificio o apartamento influye sobre su destino comercial en Nueva York, San Francisco o cualquier ciudad China.

El feng shui incide sobre el diseño de restaurantes de comida rápida, tiendas y oficinas, parques de atracciones, rascacielos neoyorquinos, complejos turísticos.

Interpretar un símbolo: ventajas y riesgos de la geomancia

“Feng shui” significa, literalmente, viento y agua: una combinación de las “leyes del cielo” y las “leyes de la tierra”, o aplicación de los fenómenos y cambios consistentes observados en el entorno al comportamiento y diseños humanos. Amoldar conducta, valores y entorno inmediato con el supuesto plan de armonía universal.

O, si no lo hubiere, dicen los taoístas ilustrados y racionales de la actualidad, no está de más seguir las recomendaciones del feng shui, al repercutir sobre el diseño de un lugar: su orientación (sur), iluminación, forma y adaptación del espacio al devenir de las estaciones (tiempo, inclinación solar, etc.).

De ahí que muchos de los principios y recomendaciones de los últimos estándares sobre arquitectura bioclimática o permacultura, entre otras disciplinas, recopilen conceptos y recomendaciones ya presentes en la doctrina feng shui tradicional.

Como el sincretismo japonés o las religiones surgidas de la India (budismo, hinduísmo, jainismo, sijismo) o la filosofía grecorromana, para los taoístas universo, naturaleza y virtud suprema eran equivalentes (panteísmo).

Cuando la racionalidad separó la arquitectura occidental del medio

Sincretismo y budismo zen en Japón han alumbrado “wabi-sabi”, taoísmo y confucianismo originaron “feng shui”, e hinduísmo recogió la tradición moradora panteísta del subcontinente indio con el vastu y sus tratados (shastra). Tres conceptos diferenciados y compatibles que, a diferencia de la tradición arquitectónica occidental surgida del ideal racional grecorromano, interrelaciona en un todo indisoluble a ser humano-vivienda-entorno.

La trayectoria estética y arquitectónica occidental sigue a Platón y sus conceptos de ideal de belleza y aspiración a la perfección racional, teorizados ya por Marco Vitruvio en De Architectura.

La alta arquitectura de Occidente situó al ser humano en el centro, y tanto vivienda como naturaleza debían someterse a sus aspiraciones racionales. Y, si bien parte de la alta arquitectura y, sobre todo, la arquitectura tradicional mantuvieron vivos varios canales de comunicación con lo circundante:

  • la oikos griega, la domus y la villa rústica romanas, y otras viviendas orientadas hacia un patio interior;
  • el chozo de campesino de los pueblos mediterráneos.

Un error histórico: la pérdida de una memoria constructiva

A excepción de sus templos sagrados, Occidente desechó la alineación o “sincronización” entre su morada y la naturaleza, según el panteísmo (desperdiciando el capital presocrático, cuya cosmogonía panteísta expone, en esencia, lo mismo que taoísmo y sincretismo).

Marco Vitruvio reconoció el valor de lo que llamó la “cabaña primitiva”, pero la consideró una aspiración romántica y secundaria, más impura y, sobre todo, imperfecta que la racionalidad del Partenón.

La arquitectura moderna vuelve a reivindicar, después de la Ilustración, el valor de los edificios que se adaptan a la temperatura, usando orientación, soleamiento y protección solar, aislamiento térmico o ventilación cruzada, pero estas técnicas “pasivas” no surgen de una concepción panteísta del universo (con un origen compartido por todas las cosas, o arché, según los presocráticos), a diferencia de los métodos orientales.

Microcosmos y macrocosmos: lo próximo como interpretación de lo universal

También como religiones japonesas, filósofos clásicos y religiones surgidas en la India, el taoísmo relaciona la virtud o autorrealización emulando el supuesto orden de la naturaleza:

  • desde lo más lejano, sobre lo cual no se puede influir -astros, clima y fenómenos meteorológicos, estaciones; 
  • a lo más próximo -discurrir de la naturaleza siguiendo el almanaque-.

Esta disciplina interpreta el entorno y lo emula en la escala más próxima, según los principios taoístas de fluir con lo circundante en lugar de bloquearlo (“tao” o camino, doctrina), así como sincronizar lo más pequeño y próximo con lo universal (por ejemplo, diseñar el interior de una casa emulando patrones naturales).

El feng shui es el manual para aplicar la virtud panteísta del “tao” o “camino medio” -mesura, no acción- a lo que nos rodea. Según este “manual” (se habla de pseudociencia o geomancia, aunque se ha destacado su racionalidad desde hace siglos), una habitación, casa, jardín o ciudad que no tuvieran en cuenta este conocimiento acumulado no responderían al diseño “virtuoso” y, por tanto, no serían saludables.

La realidad síncrona: sobre fractales

Siguiendo la teoría de la “correspondencia” o “sincronicidad” de Karl Jung, inspirada en la no acción o “wu wei” taoísta, podemos interpretar los diseños humanos como una representación a pequeña escala de los grandes diseños universales, como si la disposición de nuestra estancia o casa fuera una porción diminuta, a zoom ampliado, de la naturaleza vista como una gigantesca fractal.

Esta visión de lo próximo y particular como representación a pequeña escala de lo universal ha sido explorada por el manual viviente del feng shui, una suerte de compendio de conocimientos ancestrales con sabor a sabiduría con la consistencia de las culturas que han interpretado y sometido a escrutinio los acontecimientos de almanaque durante generaciones.

(Imagen: Heláclito y Demócrito -Peter Paul Rubens, 1603-)

Ni siquiera las interpretaciones más racionales y matemáticas de la actualidad pueden descartar totalmente la teoría de la sincronicidad de Karl Jung, o la virtud de aplicar a lo próximo el conocimiento de la naturaleza, tal y como abogan la permacultura, arquitectura bioclimática, xeriscape, y las numerosas interpretaciones del “diseño sostenible“: “de la cuna a la cuna”, regenerativo, biomimetismo, etc.

Un ejemplo de esta supuesta sincronicidad ancestral entre diseños humanos y su entorno, a modo de fractales, es expuesto por el matemático Ron Eglash en su estudio sobre fractales, diseños e ideales estéticos tradicionales africanos.

Intuiciones ancestrales y su vigencia

Estos sistemas para aplicar la filosofía de vida panteísta a los diseños humanos, sobre todo su habitación (morada, lugar de trabajo, etc.), incorporan recomendaciones basadas en conceptos y parábolas que no pueden analizarse con rigidez cartesiana, sino interpretarse. En esencia, son sugerencias sólidas y con resultados.

Avanzándose quizá a la hipótesis de Gaia y el estudio de la naturaleza como un todo interconectado, o biosfera, el feng shui sitúa en el centro de su lenguaje de patrón al flujo o aliento vital, “chi”, que es afectado o transformado según la forma y orientación del espacio, la orientación de los elementos, los cambios, etc.

Siguiendo las recomendaciones del feng shui, hay guardianes de los puntos cardinales, que toman la forma simbólica de animales, dos de ellos míticos: fénix y dragón (que se unen a tortuga, tigre y serpiente).

Paralelismos entre símbolos y realidad

El trabajo del encargado de interpretar un lugar, o geomante, consiste en establecer estos paralelismos entre la realidad y los símbolos. Entre las tareas, por ejemplo, hay que encontrar al dragón, cuyo aliento está representado por la niebla matinal. Donde tarda más en dispersarse la niebla, las condiciones de chi son mejores.

El geomante sigue indicaciones similares para encontrar otros puntos idóneos en un parque, jardín, estancia, casa, etc. La pesquisa no aparenta racionalidad; los resultados son, no obstante, similares a los de otros lenguajes de patrón cuyo fin es la sostenibilidad, tales como la permacultura, las construcciones de casa pasiva, la arquitectura bioclimática, etc.

Interpretando la dialéctica entre los opuestos

En tanto que sistema taoísta, el feng shui se inspira en el concepto del ying yang, u opuestos sin oposición que son complementarios y se necesitan para existir. Su interacción, según el taoísmo, origina una variedad infinita de realidades y patrones de la vida (algo así como la comprensión milenaria de la teoría de juegos y el equilibrio de Nash). 

Los presocráticos compartieron una visión de los contrarios similar en esencia. Heráclito: “Dios es día noche, invierno verano, guerra paz, saciedad hambre.”

Basado en el texto I ching (“libro de las transmutaciones” o “tratado de los cambios”, que expone un universo en constante cambio debido a la dialéctica entre los opuestos), su interpretación se realiza con ocho trigramas (“kuas”) organizados en torno a un núcleo dialéctico (yin yang); a su vez, las correspondencias de estos trigramas parten de asociaciones con 5 elementos: agua, fuego, madera, metal y tierra.

Cada qi, o flujo vital de energía, proviene de un determinado punto cardinal y busca su opuesto para lograr armonía, logrando un equilibrio a partir de la interpretación de un todo (8 trigramas, 5 elementos míticos, un núcleo donde tiene lugar la dialéctica de los opuestos o yin yang).

Los elementos primordiales vastu

Los vastu shastra, o tratados (mandalas) sobre arquitectura hindúes, aplican principios muy similares al feng shui, aplicando una cosmogonía que sugiere un núcleo de pensamiento ancestral compartido entre las principales religiones nacidas en la India y el taoísmo-confucianismo chinos.

Según el vastu-shastra, el mundo está conformado por la interacción de 5 elementos primordiales (concepto similar a los 5 elementos míticos del I ching taoísta), en este caso tierra, agua, aire, fuego y espacio. Cada elemento es asociado por los vastu shastra con distintas facetas de la realidad, incidiendo sobre el diseño de los abrigos humanos:

  • tierra (bhumi): el planeta y su gravedad y campo magnético, que inciden sobre los elementos, vivos o inanimados;
  • agua (yala), presente en todos los seres vivos;
  • aire (valú): el ambiente envuelve a la vida, fuente de vitalidad en forma de humedad, temperatura, flujo, etc;
  • fuego (agni): luz y calor, día y noche, regulador de estaciones, energía, pasión, vigor;
  • espacio (akasha): contiene a los restantes 4 elementos y es conductor de las energías de la naturaleza, tanto físicas como sociales (emocionales) e intelectuales.

Según el vastu-shastra, de la interacción perpetua de estos 5 elementos devienen las infinitas realidades y situaciones y, por tanto, el bienestar depende de su comprensión y uso adecuado.

Elementos esenciales vastu, feng shui y presocráticos

Los 5 elementos de la doctrina vastu parten del mismo principio panteísta que los elementos identificados por el taoísmo en el feng shui. Y los 5 elementos en Japón (los “go dai” o “cinco grandes) son idénticos a los del hinduismo: tierra, agua, fuego, viento, vacío (éter en el hinduismo).

En esencia, sus principios son equiparables a la concepción presocrática de los elementos y el universo (los 4 elementos clásicos según Heráclito de Éfeso), también panteísta.

Todavía más interesante: los 4 elementos del budismo temprano son idénticos a los interpretados en las culturas europeas.

Pasado indoeuropeo

Ello explicaría por qué la planta canónica de la arquitectura vastu se asemeja a los arquetipos de vivienda ancestral occidental: la planta vastu es cuadrangular, racional y se organiza en torno a un patio central, equivalente al patio interior mediterráneo (peristilo en la oikos griega, atrio en la domus romana, etc.).

El feng shui y, en menor medida, los conceptos de wabi-sabi y vastu-shastra, padecen las consecuencias y estereotipos de una adaptación contemporánea a menudo obsesionada con aplicar al pie de la letra viejas historias y parábolas plagadas de simbología de una época remota.

Su interpretación no puede ser literal, ya que se corre el riesgo de creer en el espejismo de la alquimia medieval.

Dejando de lado los excesos del feng shui y el wabi-sabi chics contemporáneos, eclécticos y repletos de marketing contemporáneo, su esencia ancestral sigue viva en la vivienda occidental contemporánea más avanzada: aquella que combina la tradición racional ya expuesta por Marco Vitruvio en De Architectura con una apreciación del entorno donde se emplazará el edificio.

Vuelta a los orígenes: apreciación racional de los tratados antiguos

Casas pasivas, bioclimáticas, sostenibles, atentas a las últimas tendencias en permacultura, xeriscape, materiales locales… Siendo pacientes con la explicación ancestral, todos los conceptos contemporáneos estaban ya presentes en estas tres aspiraciones estéticas, auténticos sistemas para poner en práctica lo universal en lo particular.

La sincronicidad de los presocráticos, Lao-Tsé, Buda Gautama, la conciencia universal hindú (Brahma) o del sincretismo japonés…

En la Antigüedad, ser humano-casa-entorno (universo) eran vistos como parte de la totalidad; dibujos, en definitiva, equivalentes a distinta escala, conformando una misma fractal.

Algo así como la explicación de la biosfera mucho antes de que nos diéramos cuenta de que nuestro desconocimiento sobre esta supuesta interdependencia de todas las cosas nos metería en la encrucijada actual.