The Washington Post, The Guardian, The Independent y The Globe and Mail, publican un estudio que sugeriría que no importa tanto dedicar mucho tiempo a la atención de los hijos como que ésta sea una atención de calidad.
Según el estudio, menos tiempo con los niños, pero de mayor calidad (actividades, conversación, aprendizaje, respeto de opiniones y reconocimiento de autonomía, etc.), sería más beneficioso a la larga que desvivirse por ellos, proporcionándoles el mayor tiempo y atención posibles.
Debate público sobre el tiempo que dedicamos a los hijos
El artículo de The Washington Post produce que muchos padres jóvenes se remuevan con incomodidad en donde sea que lean el titular, puesto que -dice- “aunque los padres estadounidenses pasan más tiempo con sus hijos que cualquiera en el mundo, muchos se sienten culpables porque no creen que sea suficiente”.
El titular de la mayoría de estos artículos ha sido concebido para despertar un interés que, en algunas familias, rayará la indignación, al convertir en afirmaciones categóricas lo que apenas son indicios sólidos que abrirían el paso a nuevas investigaciones. En el Reino Unido, The Guardian va todavía más allá que The Washington Post y titula: “No te estreses. Nuestros hijos están bien cuando sus madres trabajan hasta tarde”.
Para Brigid Schulte, firmante del artículo de The Washington Post, la hiperatención de los padres estadounidenses por sus pequeños se explica “porque existe la creencia generalizada de que el tiempo que los padres, particularmente las madres, dedican a sus hijos es crucial para garantizarles un futuro brillante”.
Las guerras de mamá
Expresiones como “soccer mom” o “helicopter mom” ilustrarían el valor que muchos padres otorgan al tiempo con sus hijos, visto a menudo como una inversión a largo plazo en la que se compite, de manera abierta o velada, con el resto de padres jóvenes.
La repercusión del estudio ha reabierto lo que Justin Wolfers llama en The New York Times “las guerras de mamá“, especialmente encendidas en Estados Unidos debido a controvertida polémica entre quienes se dedican a tiempo completo a la crianza de sus hijos, deambulando entre actividades y juegos (“hiperpadres” o “padres helicóptero”), y la supuesta tendencia más relajada y respetuosa con la autonomía y madurez del niño de culturas como:
- la francesa (con la gran repercusión del ensayo Bringing Up Bébé, donde Pamela Druckerman descubre las supuestas ventajas de la crianza al “estilo europeo”;
- o la asiática (representada entre los padres estadounidenses por el ensayo Battle Hymn of the Tiger Mother, de Amy Chua).
Similitudes entre sociedades contemporáneas y ancestrales
Algunos articulistas han contestado a las alabanzas de comentaristas y expertos a ensayos con alternativas a la atención que los estadounidenses dedicarían a sus vástagos.
Por ejemplo, Erika Brown Ekiel escribía en Forbes: “Bringing Up Bébé? No gracias. Prefiero criar a un billonario”, argumentando que la cultura estadounidense prefiere explorar el potencial de cada individuo en lugar de optar por la supeditación al ritmo del grupo, como supuestamente ocurriría en Francia y el resto de la Europa continental.
(Gráfico: The Washington Post)
La clase media estadounidense no es la única en dedicar todo el tiempo disponible a la crianza de sus hijos: expertos en la materia recalcan que cada sociedad adapta la relación paterno-filial a las necesidades futuras del entorno. En una sociedad competitiva y tecnificada, la atención en edades tempranas podría marcar la diferencia.
El fenómeno no es nuevo; al contrario, recuerda patrones de crianza anteriores al neolítico. El profesor Jared Diamond analiza en The World Until Yesterday las costumbres de los pueblos de cazadores-recolectores con que convivió durante décadas en el interior de Nueva Guinea, mientras estudiaba los pájaros de la isla.
En el ensayo, Diamond explica cómo los vástagos de cada grupo son criados y educados asistiendo a la cotidianeidad de los mayores, sea literalmente a las espaldas de sus padres y cuidadores (primeros años de vida) o por su propio pie -y autonomía.
Estudios que refrendan -o contradicen- creencias y valores
Estudios que analizan el papel de la autonomía del niño en su desarrollo sugieren, como lo hace el ensayo de Jared Diamond, que los niños en permanente contacto con sus padres no sólo ganarían en autoconfianza, sino que aprenderían jugando. Los cazadores-recolectores serían, en cierto modo, los primeros “hiperpadres”.
Las opiniones científicas sobre la materia tienen infinidad de matices.
Así que, como ocurre con las heridas abiertas, un nuevo estudio y un puñado de titulares resultones han vuelto a despertar la inseguridad del público… y a inspirar respuestas.
Sin ir más lejos, el mencionado artículo de Justin Wolfers en The New York Times, que titula “Sí, tu tiempo como padre cuenta”.
La buzzfeed-ización de los titulares periodísticos
Nuevos medios como Buzzfeed, Upworthy y Vice en un tono más periodístico (aunque con pretendido perfil gonzo, a lo Rolling Stone del Nuevo Periodismo sesentero), han contagiado al resto de medios su estrategia de titulación: lo sensacional y chocante, aunque largo y/o tendencioso, merece más atención en Facebook, Twitter, Reddit, Hacker News, Metafilter y otros altavoces de información.
En el mercado hipercompetitivo de la información por Internet, donde periodistas tradicionales y sus prácticas ceden a blogueros -profesionales y amateur, remunerados y altruistas- su antiguo rol de intermediarios entre información y público, lo sensacional y contrario destaca en el torrente de información de medios y líderes de opinión.
La influencia de la nueva titulación, que a menudo condensa historias (incluso usando dos oraciones separadas por un punto) adecuadas a los 140 caracteres de Twitter, se abre paso incluso en las cabeceras que heredan el peso de los libros de estilo de épocas pretéritas.
El artículo sobre crianza de The Washington Post compite por la atención -un bien preciado en Internet- de lectores ocasionales sirviéndose del titular. “¿Haciendo tiempo para los niños? Un estudio afirma que la calidad se impone a la cantidad”. Los límites entre lo atractivo para captar la atención del lector y lo amarillo se difuminan.
La tentación del reduccionismo, la polémica enlatada y los titulares resultones
Los nuevos resúmenes informativos (entradillas, “lead”) y titulares amoldados a la era de Facebook y Twitter olvidan la base escéptica, empírica y positivista del periodismo moderno, una evolución de los libelos -más tendenciosos y opinativos- desde la Ilustración, con el fin de evitar dentro de lo posible la tendenciosidad o el reduccionismo y convertir el oficio informativo en una ciencia social respetada.
Como ocurre con las ciencias puras, el principal riesgo de las hipótesis elaboradas en las ciencias sociales es la afirmación taxativa fácilmente refutable (opiniones dogmáticas) y el reduccionismo, una tentación de la que ni siquiera se libraron algunos de los científicos más cruciales:
- Isaac Newton, sobre el que descansa la ciencia moderna, se obsesionó con la alquimia hasta comprometer la última etapa de su carrera, menos fructífera de lo que se esperaría de su talla;
- Albert Einstein, espoleado por el reto de armonizar la teoría de la relatividad (la escala cósmica del universo) con la física cuántica (la escala diminuta del universo), se permitió licencias en su última etapa que estuvieron a punto de convertirlo en tendencioso.
Si Newton o Einstein pueden sentirse tentados por ideas sesgadas (sea la alquimia, la “necesaria” armonización entre lo grande y lo pequeño en el universo, etc.), un humilde titular periodístico en la era de la hipercompetitividad por la atención de los consumidores de información electrónica, ubicua gracias a los teléfonos inteligentes, ilustra los peligros de envolver una información en un titular, o escueta tesis de lo que se cuenta, que se mueve entre lo sensacional, lo reduccionista y lo atrayente.
No hacen falta titulares tendenciosos para restaurar ninguna fe
Los titulares de Upworthy, Buzzfeed o Vice exhortan a menudo al lector para hacerlo parte de la experiencia y atraer así su atención, lo que repercute en lo que hasta hace poco era considerado una deformación o mala práctica periodística: recurrir a expresiones con poca semántica y más pendientes de la floritura que de aportar significado.
“Estas fotografías de Fulanito ayudando a Menganita restaurarán tu fe en la humanidad”; “25 hechos sobre la carne en lata que harán volar tu mente”; “Sus primeras 4 palabras son interesantes. Las 5 siguientes me dejaron boquiabierto. Y me pusieron de los nervios”; “100 cosas que te harán sentir viejo”; y ganchos similares.
Notemos o no la brocha gorda del generador de títulos de estos medios, el mecanismo funciona, si el mayor objetivo de un medio es captar la mayor atención y audiencia posibles”.
De un modo mucho más sutil pero similar, las informaciones referidas a las conclusiones de estudios científicos atraen a medios, periodistas y blogueros por la facilidad con que el propio estudio puede ilustrar un titular o una opinión controvertida, preparada para atraer la atención entre la maraña de titulares que actualizan el contenido de medios y usuarios de redes sociales.
Cantidad vs. calidad del tiempo dedicado a los más pequeños
Es el caso del estudio que relativizaría la importancia del tiempo con los hijos en el éxito de la crianza. El estudio sobre la materia, el primero a gran escala, se publica en el número de abril de 2015 en Journal of Marriage and Family.
Según el estudio, el tiempo que los padres pasan con sus vástagos entre 3 y 11 años apenas tiene relación con el futuro del niño, y un mínimo efecto en adolescentes; el rendimiento académico, el comportamiento o el bienestar emocional no dependerían tanto de la duración en la convivencia cotidiana paterno-filial como en su calidad.
Asimismo, el estudio encontró un supuesto en que pasar tiempo con los padres puede ser incluso perjudicial para el desarrollo del niño: cuando los padres están estresados, tienen déficit de sueño, se sienten culpables o se muestran ansiosos.
Otros estudios han demostrado la relación entre la calidad del tiempo empleado con los más pequeños y su desarrollo y bienestar: leer a un niño, compartir la comida o conversar, así como la calidez y confianza de la relación paterno-filial, influyen sobre el desarrollo infantil.
¿Hallazgo o “no hallazgo”?
Lo que el nuevo estudio del que se hacen eco los medios mencionados incide sobre el supuesto que la cantidad de tiempo no parece importar tanto como la calidad (el tipo de actividad y la consistencia con que los padres la comparten con sus hijos) y el nivel educativo de los padres.
Justin Wolfers argumenta que el supuesto hallazgo del estudio que sugiere la escasa correlación entre el futuro de un niño y el tiempo compartido con sus padres “es esencialmente un no-hallazgo, por el hecho de no haber encontrado correlaciones que puedan distinguirse con garantías de lo azaroso”.
Los medios que se hacen eco del estudio optan por fórmulas taxativas que sugieren unos resultados menos abiertos y más concluyentes de lo que en realidad denota la investigación de campo de Melissa A. Milkie (Universidad de Toronto), Kei M. Nomaguchi (Universidad Bowling Green State) y Kathleen E. Denny (Universidad de Maryland).
Sobre el diseño de un estudio… y su explicación en la prensa
Tomando cierto distanciamiento y el principio escepticismo científico que recomendaban los fundadores del periodismo moderno, Justin Wolfers recalca que el estudio no mide el tiempo real que los padres dedicarían a sus hijos, sino el tiempo que cada uno de los padres con sus hijos durante dos días distintivos: un día laborable y uno del fin de semana.
Como consecuencia, explica Wolfers, las conclusiones resultantes derivan de una categorización -como padre “intensivo” o distante”- cuyo resultado depende en gran medida en el día en que un padre fuera encuestado.
Si alguien ha empezado la semana usando dos días laborables para llevar a sus hijos de excursión, para trabajar durante el resto de la semana, sería categorizado como padre “intenso”, ya que el estudio no deriva del análisis a lo largo de varios días y situaciones durante un período suficientemente prolongado.
“Intentar hacerse una idea de cuánto tiempo dedicas a la crianza a partir del seguimiento de un día es algo así como intentar medir tu salario tomando un único día. Si ayer fue el día de la paga, uno parece rico, pero si no lo fue, la misma persona sería catalogada como sin blanca”, explica Justin Wolfers, quien se centra en analizar las limitaciones del propio estudio, sin referirse al tratamiento de la información en la prensa.
Mientras tanto, las “guerras de mamá” continúan
De los artículos publicados, ninguno de ellos se distancia, aunque sea por mera prudencia y el principio de escepticismo recomendado por Michel de Montaigne, de la metodología y las conclusiones; al contrario, casi todos aprovechan su carácter controvertido para afilar todavía más la deducción.
En ocasiones, el periodista y/o bloguero, ávido de hechos que vayan más allá de lo meramente noticiable para lograr así la máxima repercusión posible, no debería olvidar que los titulares diseñados para que el máximo número de personas pique el anzuelo no sólo repercuten sobre la verosimilitud de lo escrito, sino también sobre la propia credibilidad del medio y de quien firma la información.
El riesgo de apoyar las propias limitaciones de, por ejemplo, la paternidad (la falta de tiempo para uno mismo) en estudios con carencias patentes es el riesgo de encontrarse al día siguiente con un estudio de campo que presente carencias similares al que ha ratificado nuestras creencias, pero en esta ocasión el estudio contrariará lo que queremos oír.
Mejor centrarse en ofrecer la información, asegurarse de destacar los puntos fuertes y débiles del estudio y ser un poco comedidos con titulares y entradillas.
Claro que los titulares de Buzzfeed y competidores han sustituido el “saber nadar y guardar la ropa” del periodismo por un “exagerar con un titular épico para asegurarse el clic y luego ya se verá”.