Por su valor estratégico, el agua dulce es a menudo comparada con el petróleo. A diferencia del combustible fósil, el agua es necesaria para la vida y un derecho universal reconocido desde 2010. Será difícil garantizar su acceso y uso responsable hasta que mejore la gestión de sus reservas en todo el mundo.
A diferencia de los combustibles fósiles, el agua muda de estado en un ciclo continuo, a través de la evaporación o transpiración, las precipitaciones y su recorrido hacia el mar, que a menudo efectúa ya contaminada. Es un recurso a menudo desperdiciado, que históricamente no ha ido ligado con derechos de propiedad ni ha reflejado en el precio su valor real.
Conciliar interés particular con interés general
El dilema planteado por la tragedia de los comunes (individuos con intereses a veces encontrados acceden a un bien común buscando su beneficio propio, hasta agotarlo) tiene difícil solución en el caso del agua potable, recurso imprescindible para la vida, la agricultura y la industria, que garantiza el porvenir.
Los acuíferos descienden en todo el mundo debido a su explotación; los glaciares pierden terreno por el calentamiento de la atmósfera; y las reservas de agua dulce se secan y muchos ríos pierden casi todo su caudal antes de llegar al mar por la construcción de presas, el uso en ciudades, el regadío, el uso industrial. Además, buena parte del agua transportada para distintos usos se pierde por el camino debido a una infraestructura anticuada e ineficiente.
Un derecho humano esencial
El aumento de la población y el cambio climático acrecentarán el problema. Consciente de su importancia, la ONU aprobó en julio de 2010 una resolución que reconoce al agua potable y el saneamiento básico como derechos humanos esenciales.
Si bien las resoluciones de la ONU sirven como poco más que vagas declaraciones de principios, el mundo reconoce la importancia del agua y, como ocurre con el petróleo, los alimentos, los metales raros y otros recursos finitos, un mundo más caluroso, poblado y con más clase media acrecentará las tensiones en torno al control y uso del agua dulce.
No hay soluciones mágicas a la escasez e inestabilidad regional que el acceso a reservas de agua potable provocará. Sí se puede evitar su malgasto e incentivar un uso más responsable, según los expertos: se puede mejorar en eficiencia y otorgar derechos de propiedad repercute a la larga en una infraestructura más eficiente.
El papel de las tecnologías: oportunidades en eficiencia, recolección, desalinización
Las tecnologías verdes tienen también una oportunidad con el uso y gestión más eficientes; varias compañías desarrollan tecnologías para purificar o desalinizar agua a una fracción del precio actual.
Más del 97% del agua en el mundo es salada, concentrada en océanos y mares. Del 2,5% de agua que no es salada, alrededor del 70% está congelada en los polos, glaciares y el permafrost de las zonas septentrionales de Norteamérica y Eurasia. El 0,75% de agua dulce restante mantiene a todos los seres vivos terrestres.
Con el añadido de que la mayoría de este agua es subterránea, concentrada en acuíferos y formaciones similares. El resto cae en forma de lluvia, se ubica en lagos, reservas y ríos donde, con suerte, es reemplazada con el deshielo y las precipitaciones en su lecho. Sin olvidar el agua suspendida en la atmósfera en forma de vapor.
Algunos animales han aprendido a sobrevivir con el escaso vapor de agua en el ambiente, inspirando diseños y aplicaciones industriales (biomimética).
El error de tratar el agua dulce como petróleo
El agua dulce del que depende toda la vida terrestre, incluido el ser humano, es escaso (sólo el 0,75% de todo el agua en la tierra), cada vez más preciado y suscitará tantas tensiones regionales como el acceso a los combustibles fósiles. No obstante, a diferencia del petróleo, el agua es fácilmente reutilizable.
La gasolina de un vehículo no puede ser reutilizada tras la combustión, pese a que avanzan los experimentos para crear nuevos combustibles con el CO2 que se emite a la atmósfera. Por el contrario, las aguas pluviales y grises (aquellas resultantes del uso de agua en la cocina o en la ducha), pueden aprovecharse en el jardín y, con el equipamiento adecuado, podrían purificarse para el consumo humano.
¿Por qué no reaprovechamos las aguas pluviales y grises?
El consultor medioambiental australiano lo demuestra en su casa del barrio de Chippendale, Sídney (vídeo), donde las aguas pluviales y grises son recolectadas y entran en un circuito natural de purificación que incluye un pequeño estanque, donde plantas y microorganismos purifican el agua. Mobbs realiza testeos periódicos que certifican que el agua podría ser usada incluso para el consumo humano, aunque él se conforma con reutilizarla en su pequeño huerto hidropónico y el resto del jardín.
Usando una técnica parecida y poco costosa, en este caso en Estados Unidos, Laura Allen, escritora y una de las fundadoras del grupo de defensa del libre uso de aguas grises Greywater Guerrillas, consigue resultados igualmente satisfactorios reutilizando aguas grises del lavabo y la cocina en la casa que comparte en la localidad de Oakland (vídeo), junto a San Francisco.
Cuando la legislación equipara aguas negras (fecales) con aguas pluviales y grises
Laura Allen y el grupo Greywater Guerrillas representan una inquietud creciente en varios países desarrollados, con infraestructuras centralizadas para la distribución de agua potable y el tratamiento de sus efluentes residuales.
Como Allen nos explicaba durante nuestra visita, muchos ciudadanos consideran que las aguas negras (con restos fecales) no son comparables a las aguas grises (resultantes de lavar los platos con jabón biodegradable, o el agua de una ducha). ¿Por qué reciben, entonces, el mismo trato regulatorio?
Si las primeras deben ser tratadas convenientemente para evitar la propagación de enfermedades, las segundas son fácilmente reusables. No obstante, las regulaciones locales a menudo no permiten su reutilización. Como consecuencia, a menudo es ilegal regar el jardín con el agua de fregar los platos.
Michael Mobbs y Laura Allen demuestran, con herramientas económicas al alcance de cualquiera y un poco de ingenio, que las aguas pluviales y grises podrían reducir radicalmente el uso doméstico de agua potable, ya que pueden ser reutilizadas en casa, en el jardín, etcétera.
El consumo agrícola e industrial podrían aumentar igualmente su eficiencia con un poco de ingenio e incentivos para el ahorro. Por no hablar de la distribución de agua dulce para los tres usos principales, agrícola, industrial y doméstico.
Aprender (de la naturaleza) a recuperar el agua del ambiente
En ocasiones, el agua no es tan fácilmente recuperable. Cuando se evapora en campos, piscinas, reservas o torres de refrigeración, o cuando transpira en el proceso fotosintético a través del que el vapor de agua concentrado en las hojas de las plantas se vierte a la atmósfera.
Se trata de procesos obviados por autoridades reguladoras del recurso, pese a que el fenómeno de la evapotranspiración impide que más del 60% de la lluvia y la nieve que llega al suelo no puedan capturarse, al evaporarse rápidamente o transpirar a través de las plantas.
Los diseños de la naturaleza albergan pistas para recolectar el agua de la humedad ambiental. El MIT y Andrew Parker, de la Universidad de Oxford, estudian la estrategia de supervivencia del escarabajo stenocara, que ha sobrevivido en el desierto adaptando su morfología para condensar agua en su espalda y conducirla a su boca.
La superficie de su caparazón combina un mosaico donde alternan minúsculos puntos hidrofóbicos (que repelen el agua) e hidrofílicos (que la atraen).
The New York Times explica que actualmente hay 22 países que usan redes para recolectar agua del aire, de modo que cualquier mejora dramática en la tecnología de recolección mejoraría la calidad de vida de poblaciones rurales residentes en zonas con climas extremos.
Cómo gestionar un recurso aparentemente inmanejable
Según la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el 70% del agua dulce es usada en agricultura y el 22% tiene un uso industrial, mientras que el consumo doméstico es responsable del 8%, según The Economist. La FAO concede un 20% al consumo industrial y el 10% al doméstico.
The Economist aclara que prolongar las deficiencias actuales durante décadas conduciría al desastre inevitable. Para mejorar las deficiencias actuales en el consumo agrícola, industrial y doméstico, habrá que incentivar el ahorro y la eficiencia de las redes, pagar un precio justo por el recurso y equilibrar el suministro a la demanda.
Las consecuencias de multiplicar las cosechas: fertilizante (petróleo) y agua
El sector agrario ha incrementado su capacidad para producir alimentos a gran escala proporcionalmente a su consumo de agua potable. Un uso más eficiente del agua en el sector agrario garantizaría la regeneración de las reservas naturales.
Ello explicaría por qué el mundo emplea 7 de cada 10 litros de agua potable en regadío, con un mayor porcentaje en países áridos sin recursos que en países con infraestructuras más eficientes: Estados Unidos destina el 41% del agua dulce que consume a la agricultura, mientras China debe destinar el 70% e India el 90%.
Hace 60 años, en un mundo habitado entonces por 2.500 millones de personas, la mayoría de la población era alimentada sin métodos sofisticados de irrigación. Existían el hambre y las sequías, pero el consumo de agua potable en el sector era apenas una fracción del actual.
Entonces, llegó la Revolución Verde. La agricultura intensiva (irrigación, fertilizantes fósiles y monocultivos en grandes explotaciones, una aberración para el escritor y periodista Michael Pollan, entre otros) hizo posible alimentar a cada vez más población a una fracción del precio: 6.000 millones de personas en 2000, 7.000 millones de personas en 2011 y, según las previsiones, 9.000 millones en 2050.
Estrategias para reducir el consumo de agua agrario
Los expertos difieren sobre la mejor estrategia para alimentar al mundo: en los extremos, abundan los apoyos académicos por una localidad basada en el ciclo del sol y el cultivo orgánico (Michael Pollan en El dilema del omnívoro); y, en el otro extremo, una agricultura intensiva cada vez más eficiente en el consumo de recursos, con cultivos genéticamente modificados y fertilizantes (Stewart Brand en Whole Earth Discipline). Sea cual fuere la tendencia predominante en las próximas décadas, el agua dulce tendrá un papel primordial.
La agricultura intensiva ha duplicado la superficie de regadío en el mundo desde el inicio de la Revolución Verde y el consumo de agua se ha triplicado, mientras la proporción de personas viviendo en países con déficit crónico de agua potable pasará del 8% (500 millones de personas) de la población mundial a principios del siglo XXI al 45% (4.000 millones de personas) en 2050.
Si el consumo de agua en el sector agrario se ha triplicado en las últimas décadas, su uso industrial (22% del total) y doméstico (8%) se ha cuadruplicado conjuntamente a partir de la segunda mitad del siglo XX.
Uso industrial: menos agua y más valor
El uso industrial de agua potable es más lucrativo que el agrario, lo que explicaría su incremento. Según la FAO, la industria genera 70 veces más valor de un litro de agua que la agricultura. Ello explica que los países ricos usen de media el 60% del agua potable que consumen a la industria, mientras los países en desarrollo sólo destinen el 10%.
La relación entre el uso de agua y el PIB ha descendido drásticamente en muchos países ricos y emergentes en las últimas décadas, sobre todo debido a un uso más eficiente. Pero no todas las empresas dedican recursos a reducir su factura del agua. Según un estudio de Ceres, una coalición de inversores de Estados Unidos, “la gran mayoría de las empresas punteras en industrias consumidoras de agua gestionan y divulgan deficientemente los riesgos y oportunidades relacionados con el consumo de agua”.
Por qué las empresas eléctricas no se fijan en el agua que consumen
Por ejemplo, menos de la mitad de las empresas eléctricas que participaron en el estudio publican su consumo de agua, pese al habitual uso intensivo de agua en las centrales termoeléctricas.
El uso doméstico del agua potable varía enormemente y su acceso universal no está garantizado. Mientras un habitante tipo de Mali usa 4 metros cúbicos de agua anuales, el ciudadano de Estados Unidos necesita 215 metros cúbicos. Eso sí, las estadísticas no tienen en cuenta el régimen de precipitaciones de cada realidad local, que conduce a que países y regiones con elevado nivel de vida, infraestructuras eficientes y una cierta concienciación consuman menos agua que países en desarrollo con un régimen pluvial de clima árido.
La diferencia pluviométrica explicaría, al menos parcialmente, que los países de Asia Central (Turkmenistán, Uzbekistán, Tadyikistán, etcétera) multipliquen por 4 y por 5 el consumo per cápita de agua potable en la mayoría de países de Europa Occidental. The Economist expone que, en ocasiones, el consumo intensivo de agua potable no es perjudicial. “Depende de cómo es empleada, y de es o no reemplazada por la naturaleza”.
El carácter local del agua dulce (de momento)
Por sus características (es pesada: un metro cúbico de agua pesa una tonelada), el agua es cara de transportar. De ahí que, históricamente, su gestión haya sido local. Abundan los ejemplos de sobreexplotación de cuencas fluviales en países con seguridad jurídica y capacidad para construir infraestructuras, y ni siquiera los derechos de propiedad o el cálculo “justo” de un precio sobre el recurso resuelve fácilmente un problema: el exceso de demanda y la escasez de oferta. La cuenca del río Colorado es un ejemplo de ello.
Debido a las dificultades legales y técnicas para transvasar agua entre cuencas -basta con recordar la tensión local en España en relación a los recursos hídricos-, la mayoría de las zonas áridas del mundo se han interesado por las reservas subterráneas de agua. Los acuíferos subterráneos proliferan en el Medio Oeste y el Oeste de Estados Unidos, el sur de Europa, India o China, entre otras regiones.
Abundan los problemas y retos relacionados con la proliferación de pozos de agua subterránea. En Estados Unidos, India y China, las cantidades de agua extraídas exceden a menudo la capacidad de recarga anual de los acuíferos. Un riesgo serio para la sostenibilidad de sistemas de explotación agraria que dependen del uso intensivo de fertilizantes derivados del petróleo y agua subterránea.
O incluso para el futuro a largo plazo de zonas urbanas como Ciudad de México, cuyo consumo de agua procede de un acuífero subterráneo. El nivel del suelo de la propia ciudad ha descendido en las últimas décadas, como consecuencia de la extracción.
La tragedia de los comunes en los pozos subterráneos
A diferencia del transporte de agua a través de la superficie o el transvase desde otras cuencas, los pozos son fáciles de operar, apenas requieren infraestructura ni mantenimiento y cualquiera puede bombear agua desde el subsuelo si tiene derecho de explotación sobre la superficie.
Aquí radica su punto más débil: la perforación de millones de pozos de agua para el consumo doméstico, agrario e industrial se ha multiplicado en países donde las infraestructuras hídricas son especialmente ineficientes, como en India.
Pero los pozos agotan un recurso común. La tragedia de los comunes, dilema entre la libertad del individuo para explotar los recursos que posee y la responsabilidad de garantizar que el bien que usa no se agota, emerge con fuerza en la gestión del agua subterránea en el mundo.
El conflicto social emerge cuando los intereses de los individuos (conseguir agua potable de pozos subterráneos) entra en colisión con el interés común (garantizar que la sobreexplotación no agota los pozos). No existe, de momento, una solución fácil al dilema.
Derechos de propiedad y libre mercado
Ni siquiera las grandes reservas de agua subterránea son inmunes a las leyes elementales de la física. Algunos acuíferos de las Grandes Llanuras de Estados Unidos están seriamente sobreexplotados.
En el Medio Oeste y Oeste de Estados Unidos se aplican derechos de propiedad sobre el agua consumida, un modelo con cierto éxito que está siendo copiado por China. Pero existe el riesgo de que el precio pagado por el agua no refleje la escasez de los recursos. Teóricamente, a menor cantidad de recursos y mayor demanda, más elevado es el precio del recurso en un entorno de libre competencia.
Pero el reconocimiento por la ONU de que el agua potable es un derecho universal ha reiterado la creencia tradicional de que nadie debería pagar por el agua, un bien al fin y al cabo necesario para la vida, mucho antes de que las sociedades modernas decidieran poner un precio al recurso.
Ocurre que, si el agua es un bien del que todo el mundo puede disponer a su antojo y sin límite, sin precio ni impuestos asociados a su consumo y explotación, pronto no habrá suficiente agua para garantizar la sostenibilidad de la vida terrestre, incluyendo las sociedades humanas.
Sobre el futuro del agua potable en el mundo
Reconozcamos o no el dilema de la tragedia de los comunes, expuesto por Garrett Hardin en la revista Scienceya en 1968, son más necesarias que nunca las herramientas que garanticen un equilibrio entre el interés de los individuos y la conservación de los bienes comunes, en este caso las reservas de agua potable.
Las fórmulas ganadoras incidirán sobre la eficiencia de las redes; el uso responsable de los recursos subterráneos; nuevas tecnologías para aprovechar el agua ambiental; tecnologías de riego más modernas y eficientes; métodos industriales para ahorrar agua; un consumo doméstico más responsable; o métodos de purificación, destilación y desalinización.
También será necesario instaurar mercados del agua y derechos sobre su uso, para que su precio aumente en función de la oferta y la demanda, con límites que garanticen en cualquier caso las reservas mínimas.
Y llegará el momento en que el sentido común de los individuos se imponga sobre la falta de responsabilidad. Por ejemplo, en lugar de césped de climas templados en climas áridos, se pueden aplicar otras estrategias paisajísticas autóctonas, adaptadas a cada realidad.
De lo contrario, asistiremos a tragedias continuas como la del lago Mono, en California, que estuvo a punto de desaparecer debido al crecimiento de la conurbación de Los Ángeles.
Cómo garantizar la salud del bien universal
El emperador bizantino Justiniano declaró en el siglo VI que, “por ley natural”, el aire, el agua corriente, el mar y la orilla del mar eran “comunes a todos”. Muchas tribus indias están de acuerdo con la apreciación y ven el agua como “recurso democrático”, mientras en África existe el dicho popular de que “incluso el chacal merece beber”.
Sólo el uso responsable y una fórmula extendida que concilie interés individual (consumo del recurso) con interés común (garantizar su preservación), prevendrán las guerras del agua.