Hay sectores, el cinematográfico entre ellos, que han perfeccionado un modelo laboral alternativo a la más costosa y regulada estructura corporativa tradicional, y menos sujeto a tareas prescindibles y con hipercompetitividad como ocurre en la desregulada “economía de bolos” (trabajo freelance, reforzados por la economía de alquiler o colaborativa).
Se trata del “modelo Hollywood”: equipos de profesionales variopintos, cada uno de los cuales cumple con una tarea difícilmente automatizable, se crean para cumplir con un proyecto, disgregándose cuando éste finaliza. ¿Oportunidad o generalización del precario contrato “de obra y servicio”?
Varios autores argumentan que, nos guste o no, muchas de las mejores ideas y proyectos con más éxito seguirán este modelo de relación laboral flexible. ¿Fin del trabajo estable? En según qué sectores, parece ser el caso.
Se acabó (para los no enchufados) el trabajo seguro, anodino y bien pagado
Primero, el contexto.
Tener acceso a artículos, estudios y opiniones procedentes de todo el mundo, además de saturar a cualquiera, permite observar a grandes rasgos ventajas e inconvenientes en distintas sociedades.
Un paseo por la prensa y las redes sociales en los últimos días me ha conducido a un estudio sobre el auténtico desempleo en Estados Unidos, el más bajo de los últimos años… si uno no se preocupa por conocer que, también en los últimos años, ha descendido el porcentaje de población activa los parados que no buscan empleo activamente no aparecen en los datos.
Cruzando el Atlántico, donde la zona euro se recupera de una doble recesión y muestra un crecimiento algo menos anímico (The Economist explica el porqué de esta recuperación), el paro -sobre todo el juvenil- permanece en cotas intolerables entre los países más afectados por la crisis de la deuda.
Una historia de dos (o más) economías
España, donde la tasa de paro sigue escandalizando a quienes desconocen sus peculiaridades (estacionalidad, “destrucción creativa”, fraude, absorción de trabajadores de la construcción en los años previos a la crisis), encabeza el crecimiento de la zona euro y pondrá a prueba la percepción de los ciudadanos sobre los problemas de los últimos años en las elecciones locales, autonómicas y, en unos meses, generales.
Tras exponer por qué la UE se recupera, The Economist explica los déficit históricos del sur europeo, que lastran el potencial de la zona pese a la mejora en indicadores como las exportaciones dentro y fuera de la zona euro.
(Imagen: fotograma de la película de Elia Kazan On the Waterfront –Marcado por el odio-, con Marlon Brando luchando contra las relaciones laborales de índole mafiosa)
Por ejemplo, la situación económica en Italia, explica el semanario, sigue siendo “un cuento de dos economías”, evocando el título de la novela de Charles Dickens: el más dinámico e industrial norte; y el deprimido sur, con mayor desempleo y dependencia de subsidios.
Lo que esconden los datos macroeconómicos
Otra economía con problemas de competitividad, Francia, donde se habían evitado grandes ajustes gracias al aumento relativo de la deuda externa, aceleró su crecimiento en el primer trimestre del año, mientras Alemania, la primera economía y motor de la zona, frenaba el crecimiento.
Así pues, la prensa ha evolucionado en los últimos meses desde el monotema de la crisis en el sur europeo a la recuperación en Europa y la no tan sólida recuperación estadounidense, ya el crecimiento en los últimos trimestres no ha sido tan sólido como se esperaba, y especialmente débil en el primer trimestre de 2015.
Los analistas estadounidenses discuten acerca de las posibles argucias técnicas de la Administración para que los datos macroeconómicos escondan sus debilidades, mientras otros creen que se debe al ajuste estadístico estacional y al desfase de datos entre ejercicios; sea como fuere:
- la producción industrial estadounidense ha retrocedido como porcentaje del grueso de la economía;
- y 1/4 del descenso de empleos en la industria estadounidense entre 1990 y 2007 deriva del aumento de las importaciones chinas.
Sobre la percepción a pie de calle: un danés que trabaja en USA paseándose por España
El relato macroeconómico tiene vida propia y evoluciona a menudo ajeno a la percepción cotidiana de los habitantes: ni todo va sobre ruedas en Estados Unidos, ni todo es tan catastrófico en Europa.
Las encuestas confirman que al ciudadano europeo de a pie le preocupa más el empleo que el déficit o cualquier otro dato ajeno a su percepción de la realidad.
Mientras tanto, las redes sociales sirven de termómetro o indicador de los deseos y percepciones de líderes de opinión -artísticos, empresariales, etc.- y ciudadanos de a pie, erigidos en ocasiones en líderes de opinión de sus relaciones en redes sociales.
El programador David Heinemeier Hansson, un emprendedor europeo afincado en Chicago conocido por concebir el lenguaje de programación orientada a objetos Ruby, donde co-dirige Basecamp (anteriormente 37signals) la empresa que fundó con Jason Fried, explica en Twitter que ahora vive unos meses al año en España por su equilibrio entre trabajo y vida privada, así como calidad de vida real.
Lo que la crisis no ha podido llevarse
¿Se ha vuelto loco el tal Hansson, o lleva algo de razón? Su percepción se basa en la experiencia de primera mano en el país: un día le sorprende que la Agencia Tributaria mantenga certificados electrónicos de raíz que son percibidos por navegadores modernos como potencialmente peligrosos, mientras otro día se sorprende de la ventaja de algunos servicios españoles, al compararlos con los de Estados Unidos.
David Heinemeier Hansson explica, por ejemplo: “Mi mujer se acaba de hacer exactamente su mismo tratamiento sanguíneo de Estados Unidos en España. El coste: 1.545 dólares vs. 146 euros. Incluso después de aplicar el seguro médico, en Estados Unidos era 500 dólares más caro. Una locura”.
Hansson aclara: “(Nota: No [tenemos] seguro médico ni otro subsidio directo en España, pues no somos residentes)”.
España, con un nivel de paro superior al 20%, cuenta con otros indicadores de desarrollo humano que muestran un nivel de vida real que supera a menudo a los de otros países; ocurre algo similar con otros países europeos afectados por la crisis en los últimos años.
Detrás de la cortina del PIB: la crudeza de algunas ciudades estadounidenses
Un gráfico publicado por The Economist a raíz de la tensión racial en Baltimore tras la muerte de Freddie Gray cuando se encontraba bajo custodia policial, muestra cómo muchos países desarrollados e incluso en desarrollo superan a Estados Unidos en esperanza de vida, tienen menor mortalidad infantil, registran menos homicidios y, sobre todo, niveles muy inferiores de encarcelamiento.
Pero la cara de Europa, que pese a los últimos años de dificultades mantiene índices de cohesión social superiores a los de la sociedad estadounidense, más desigual, está relacionada con la falta de cultura del riesgo y ambición para crear empresas que inventen o transformen sectores enteros.
Tom Fairless escribe en The Wall Street Journal que la resistencia a la toma de decisiones arriesgadas frena la capacidad europea para competir con gigantes tecnológicos estadounidenses.
El peaje de sociedades más cohesionadas: la rigidez regulatoria… y mental de Europa
El problema no sólo afecta a economías más sujetas a las dificultades de la crisis de deuda y la doble recesión de la que ahora sale la zona euro, sino que afecta a la mentalidad de las pequeñas empresas, instituciones educativas y jóvenes de todo el continente.
Según Fairless, los padres británicos, franceses o alemanes no relacionan el éxito o la prosperidad de sus hijos con la cultura emprendedora o el esfuerzo trasnochado que ha llevado a tantos estadounidenses ha crear empresas multimillonarias partiendo de ideas que evolucionaron en dormitorios universitarios o habitaciones alquiladas.
The New York Times dedicaba un artículo a la misma temática en marzo de 2014, en esta ocasión centrándose en la dificultad de los emprendedores franceses para encontrar apoyo tecnológico y de financiación, así como flexibilidad fiscal, para llevar adelante su idea tecnológica.
El artículo, firmado por Liz Alderman, explicaba el caso de Guillaume Santacruz, que dejó París, donde trabajaba en una firma financiera, para empezar un negocio en Marsella, que le obligó a bregar con gestiones, regulaciones e impuestos, haciendo la idea inviable. Santacruz finalmente cruzó el Canal de la Mancha, para probar suerte en Londres.
Sobre los cambios tectónicos que se producen, nos gusten o no
Pero el artículo de Tom Fairless en The Wall Street Journal expone que, si bien hay centros tecnológicos europeos con más movimiento que nunca, ni siquiera la cultura empresarial de Londres es equiparable a Estados Unidos en general y Silicon Valley en particular.
Otros autores no creen que se trate de una diferencia continental entre la cultura del riesgo, la ausencia de engorrosas regulaciones o el acceso al capital riesgo con que se encuentran los jóvenes que prueban suerte en Silicon Valley y aquellos que tratan de abrirse camino en Europa.
El último artículo para The New York Times de Tyler Cowen, el economista de la bitácora Marginal Revolution y autor de The Great Stagnation y, más recientemente, Average Is Over.
Ambos ensayos afrontan los cambios estructurales que justificarían por qué los sueldos y empleos de las clases medias se han estancado o retroceden de media en las últimas décadas.
El gran reinicio
Cowen cree que, entre otros motivos, no ha habido una innovación transformadora en amplios sectores de la economía, que no han aumentado radicalmente la productividad real desde la crisis del petróleo de 1973 y, por tanto, los sueldos tampoco han aumentado con la espectacularidad de décadas anteriores.
Para Tyler Cowen, la actual fragilidad económica está muy relacionada con las disfunciones y rigideces que impiden, tanto en Estados Unidos como en Europa, un retorno a mercados laborales equiparables a los de hace unos años, pues la economía de los países desarrollados ha experimentado, según Cowen, lo que el economista de la Universidad de Toronto Richard Florida llama “el gran reinicio”.
En su ensayo The Great Reset (2010), Richard Florida compara la sociedad que emerge de la Gran Recesión con dos momentos históricos de una significación similar: la década de 1870 y la década de 1930. El autor argumenta que los grandes cambios tectónicos propulsa la tecnología de las décadas venideras.
Así, en la década de 1870 se produjo la gran migración del campo a la ciudad, con el desarrollo de grandes infraestructuras y transporte público; la década de 1930 inició el momento tecnológicamente más vertiginoso del siglo XX, que propulsó el nacimiento de la sociedad de consumo y cambios en las políticas públicas, incentivos económicos y -en Estados Unidos-, un plano urbano de residencias unifamiliares diseñado para el vehículo privado.
En busca de empleos difíciles de deslocalizar o automatizar
La Gran Recesión, o crisis económica iniciada en 2008, supondría, según Florida, el inicio de un período transformador equiparable a los dos anteriores.
Cuáles serán los motores de esta nueva transformación? La competencia con la industria y el sector tecnológico de los países emergentes, así como la robotización, no sólo promueve críticas entre trabajadores estadounidenses y europeos, sino que estaría detrás del frenazo en los últimos años del comercio mundial, que ha crecido por debajo de la economía global, explica Shawn Donnan en The Financial Times.
Si hubiera el modo de predecir con exactitud qué empleos del futuro crearían más valor y proporcionarían a las clases medias de los países desarrollados mayores posibilidades de cumplir con sus sueños, explica el emprendedor y ensayista Peter Thiel en una entrevista con Tyler Cowen, él y muchos otros se dedicarían a crear esos productos y empleos.
Esto no es Hollywood (pero puede servirse de algunas de sus argucias)
De momento, los sectores más dinámicos de la economía estadounidense, concentrados en torno a Silicon Valley, crean más valor que empleo. A partir de su lectura del ensayo Average is Over de Tyler Cowen, David Brooks dedicaba un artículo en The New York Times a los empleos del futuro, que consistirían en especializarse en aquellas tareas en que los algoritmos muestran debilidad.
Más que un futuro de lucha entre neoluditas y máquinas, los empleos profesionales serán más flexibles y los trabajadores deberán adaptarse a métodos de trabajo más flexibles, lo que representará un reto para la legislación laboral de los países que pretendan atraer talento e inversiones.
Sin eufemismos, muchos empleos profesionales de los sectores creativos tomarán el modelo de obra y servicios (contrato por proyecto realizado), que Adam Davidson, el cofundador de Planet Money, el programa sobre economía en la radio pública estadounidense NPR, llama el “modelo Hollywood” en un controvertido artículo para The New York Times.
Agregando y disgregando organismos profesionales con objetivos concretos
Hollywood, aclara Adam Davidson, hace posible lo que en otros sectores es de momento ilusorio: crear equipos heterodoxos de profesionales que a menudo no se conocen entre sí, aglutinarlos en torno a un proyecto y lograr el producto deseado poco tiempo después, a menudo obteniendo las mejores capacidades de cada individuo que ha colaborado en el producto final.
Davidson explica su propia experiencia en un set cinematográfico. Al llegar como asesor externo, le sorprendió desde el principio la aparente facilidad con que fluía el trabajo al que contribuían unas 150 personas.
Todo ello pese a que “el equipo no había trabajado junto nunca antes, y las escenas que grababan aquel día requerían la sucesión en armonía de distintas tareas complejas: iluminación, maquillaje, cabello, vestuario, escenarios, utilería”. Todo sin necesidad de esperar a largas transiciones.
En el “modelo Hollywood”, se identifica un proyecto, para el que se configura un equipo, que trabaja justo lo necesario para completar el trabajo. A continuación, el equipo se disgrega para conformar en el futuro otro “organismo” profesional.
Entre el toyotismo y la “economía de bolos”
Según Davidson, esta estructura de negocio a corto plazo y basada en proyectos es una alternativa al modelo corporativo, para el cual se requiere un capital inicial que constituye una empresa, que a continuación contrata a trabajadores a largo plazo para que cubran puestos que duren años (en el pasado, toda una vida, con el caso paradigmático del toyotismo).
El “modelo Hollywood” representa algunas de las luces de la también llamada “economía de bolos” (de “gig economy”), en la que jóvenes profesionales subsisten a menudo en proyectos temporales, puestos de media jornada, colaboraciones o pluriempleo.
Es el fenómeno del barista con educación universitaria de que habla Derek Thompson en The Atlantic.
El caso de la industria cosmética
Adam Davidson cree que el “modelo Hollywood” es distinguible de la -según él más precaria- “economía de bolos” o P2P (entre usuarios), representada por modelos de negocio colaborativos tales como AirBnB o Uber. La economía P2P está diseñada, argumenta Davidson, “para ocuparse de tareas con una duración extremadamente corta, manejables por una persona, a menudo en menos de un día”.
En cambio, las tareas complejas que requieren elevada especialización y trabajo intelectual difícilmente sustituible por un algoritmo, tales como una serie o una película, requieren al menos equipos diseñados al instante, cuya única misión es cumplir una tarea larga y compleja, en lugar de dedicar parte de su tiempo a acomodarse a un puesto laboral a largo plazo.
El “modelo Hollywood” no sólo se aplica con éxito en la industria cinematográfica: empresas de cosmética crean grupos temporales para desarrollar nuevos productos y, una vez se cumple la tarea creativa -que garantiza la distinción y el valor añadido, y es difícil de automatizar-, el nuevo producto entra en fabricación.
“Modelo Hollywood” y regulación laboral
Nos guste o no, argumenta Davidson, las economías avanzadas se encuentran en una gran transición desde un modelo industrial y creativo más rígido (a medio camino entre el toyotismo y las empresas informáticas maduras) hacia el “modelo Hollywood”.
“Muchos de nosotros veremos cómo nuestra vida laboral se estructura en torno a equipos creados a corto plazo en torno a un proyecto, en lugar de empleos a largo plazo y con final abierto”.
Nos encontraríamos, según Richard Florida, en uno de esos momentos en que las ciudades y los sectores más dinámicos transforman la manera de trabajar y relacionarnos con nuevas industrias, productos e idiosincrasias.
Los modelos regulatorios del mercado laboral siguen diseñados para una economía industrial de alto valor añadido que carece de la importancia de décadas atrás debido a la competencia china.
Los grandes convenios de sector tradicional se aplican a una economía que debería aprovechar los aspectos más positivos del “modelo Hollywood”, para evitar así que un gran porcentaje de la población, sobre todo joven, crea que la precariedad de la “economía freelance” es temporal.
La importancia del omnivorismo cultural
Adam Davidson: “El ‘modelo Hollywood’ no es una buena noticia para todo el mundo. Claramente premia a la educación y la fluidez cultural, que no están distribuidas con uniformidad entre toda la población”.
La transformación, si hacemos caso a Peter Thiel, Richard Florida, Tyler Cowen o Adam Davidson, entre otros, nos afecta todos.
Tiempo de apreciar la ventaja competitiva del “omnivorismo cultural” y sopesar si tanto nosotros como nuestros hijos necesitaremos al menos entender las nuevas “linguas francas”.