Una nueva investigación muestra cómo la reflexión introspectiva después del aprendizaje nos permite recordar mejor lo estudiado.
Asimilamos mejor cualquier conocimiento, según el estudio -firmado por investigadores de HEC París, la Harvard Business School y la Universidad de Carolina del Norte-, si añadimos al final un ejercicio de inspección interna.
Cuando olvidamos la importancia de la reflexión
Este hallazgo no dependía de estudios complejos imposibles de realizar hasta ahora. Simplemente, como recapitulan los autores de la investigación, hasta ahora se había estudiado el papel de “hacer” (la experiencia) en el aprendizaje a largo plazo, excluyendo nuestra propia reflexión sobre lo que aprendemos.
Las conclusiones del estudio: la introspección -sintetizar, resumir o recapitular lo aprendido- es crucial para asimilar las lecciones de la experiencia y usar lo aprendido a largo plazo, como parte de una caja de herramientas del pensamiento y componente de la filosofía de vida personal.
El estudio corrobora lo que filosofía y psicología han sugerido con cierta consistencia.
Escribir nuestra propia historia
El escritor y filósofo Henry David Thoreau se refirió a menudo al estudio de la propia conciencia como método para saber más del universo: “El poeta escribe la historia de su propio cuerpo”.
La introspección, o reflexionar sobre uno mismo, es el método usado desde la filosofía clásica para conocerse a uno mismo y, de manera racional, mejorar las ventajas y corregir las derivas que comprometen o crean dependencia de la propia conciencia con respecto a lo que nos rodea.
(Imagen: Aristóteles apoyado sobre un busto de Homero, óleo sobre lienzo de Rembrandt -1653-)
Esta inspección interna, coinciden quienes han desarrollado el pensamiento socrático desde Aristóteles hasta Kant y la psicología humanista del siglo XX, es el método racional para que la voluntad (regularidad, estudio, trabajo, ideas) se imponga a ideas fatalistas y deterministas de la existencia.
Conocerse a uno mismo para conocer mejor a los otros
Los pensadores que se han alineado con la idea de que cualquiera puede mejorar y autorrealizarse conociéndose mejor sin necesidad de médiums ajenos a la propia conciencia y con potestad para actuar con arbitrariedad (el hechicero, la Providencia, el Pueblo, el Partido, etc.), han sido a menudo los sospechosos…
Y los perseguidos: Hipatia de Alejandría, los escolásticos que no se sometieron a dogmas como el de la “transubstanciación“, Giordano Bruno, Michel de Montaigne, Baruch Spinoza, etc.
Todos estos personajes comparten, con variaciones, la idea de Aristóteles de que la plenitud duradera se alcanza aprendiendo a diario, cultivándose uno mismo, construyendo un carácter ético y, a través del mayor conocimiento de uno mismo, lograr conocer más a la humanidad y lo circundante.
Beneficios de la justa medida
Aristóteles lo llamó eudaimonía (literalmente, “buen espíritu”), alcanzada cultivándose uno mismo, aprendiendo, mejorando las habilidades del raciocinio (“areté“).
Cualquiera puede practicar la inspección interna y beneficiarse de ella, ya que la autocrítica y la revisión de la propia conducta previenen que prevalezcan las reacciones viscerales y los impulsos del corto plazo, incluso cuando se es consciente de que perjudican a la larga.
El automatismo, la apatía, la indignación descontrolada, etc., son reacciones impulsivas a las consecuencias de no examinar la propia vida usando la introspección, según filosofía clásica (Aristóteles, estoicos) y psicología humanista.
Las necesidades elevadas y la introspección
El psicólogo humanista Abraham Maslow relacionó la autorrealización con las necesidades humanas: sólo alcanzando un cierto bienestar básico (fisiológico, físico, de libertades individuales), puede una persona dedicarse luego al estudio y la introspección. A partir de ahí, florecerían la moralidad, la creatividad, la aceptación y resolución de hechos, etc.
Varias teorías psicológicas (Kurt Goldstein, Carl Rogers, la jerarquía de las necesidades de Abraham Maslow) no hicieron más que desempolvar los conceptos de areté y eudaimonía y, al pie de la letra, convertirlos en hipótesis del comportamiento y autorrealización.
Avanzando, hemos vuelto a los principios fundadores de la filosofía. La psicología moderna y la neurociencia conceden teoría tras teoría, estudio tras estudio, que seguimos enfrascados en el “gnóthi seautón” griego, el “conócete a ti mismo” atribuido a los presocráticos, inscrito en el templo de Apolo de Delfos y reivindicado por el propio Sócrates.
Sócrates y los escépticos
Según lo que sus discípulos escribieron sobre Sócrates -y seguimos en la cuestión-, comprenderse a uno mismo es una manera fehaciente de comprender a los demás. Qué mejor campo de pruebas que la propia conciencia para ahondar en nuestras miserias y grandezas.
Usando la inspección interna, los escépticos de la Antigüedad concluyeron que todo es una percepción y, por tanto, está sujeto a examen permanente, si bien los escépticos filosóficos coincidían con Sócrates en que el método de indagación debía ser racional y basarse en hipótesis y deducciones comprobables.
El dogma religioso arrinconó el relativismo introspectivo de los escépticos filosóficos… hasta que el Renacimiento situara la duda en el centro del cultivo introspectivo, a partir de ideas y ensayos de descendientes de familias perseguidas por el dogma religioso.
Leer en uno mismo no es perder el tiempo
Así, Francisco Sánchez el Escéptico (autor de la influyente Que nada se sabe -de nuevo, el “gnóthi seautón”- y precursor de la “duda metódica” de Descartes), Michel de Montaigne y Baruch Spinoza, los tres descendientes de familias sefardíes exiliadas, reinstauraron el racionalismo filosófico que propulsó después la Ilustración, reconociendo la introspección como el principal instrumento -aunque imperfecto-, para autorrealizarse.
La inspección interna del escéptico Francisco Sánchez inspiró a René Descartes; los ensayos de Michel de Montaigne sobre el mismo tipo de indagación (él decía “Yo mismo soy la temática de mi libro” y citaba, sobre todo, a Sócrates) inspiró a Jean-Jacques Rousseau y a los trascendentalistas Ralph Waldo Emerson y Henry David Thoreau; mientras la obra de Spinoza es la base del idealismo (por tanto, de la dialéctica hegeliana, el marxismo y sucedáneos).
La importancia de la introspección como mecanismo para conocerse mejor a uno mismo y, a través de ello, saber más sobre el ser humano y poder autorrealizarse (sea la “areté” presocrática, la “eudaimonía” de Aristóteles, la “tranquilidad” de los estoicos o la “auto-actualización” del psicólogo humanista Abraham Maslow), fue recuperada en la modernidad por individuos perseguidos por actitudes e instituciones dogmáticas.
Cuando te persiguen quienes te tienen que proteger
El caso de Baruch Spinoza retrata cómo los dogmas pueden marcar la existencia: nacido en los Países Bajos en una familia de exiliados sefardíes portugueses, su propio florecimiento intelectual ajeno a dogmas le costó la excomunión de la comunidad judía de Ámsterdam (Hérem).
Al menos se libró del destino de uno de sus autores de cabecera, Giordano Bruno, quemado vivo por la Inquisición el 17 de febrero de 1600. Los cargos: siete de ellos por sostener opiniones en contra de dogmas eclesiásticos, y un octavo por brujerías.
Una cita de Michel de Montaigne ilustra la desprotección del individuo ante el poder de la injusticia institucionalizada y sirve para exponer la persecución padecida por Baruch Spinoza, antes de nacer (expulsión de sus padres, sefardíes), y en vida (excomunión): “Hay menos injusticia en que te roben en un bosque que en un lugar de asilo. Es más infame que te desvalijen quienes deben protegerte.”
Sobre la vigencia de la introspección como método para autorrealizarse
La introspección, el escepticismo y el comportamiento racional surgieron sobre todo como respuesta a mecanismos institucionalizados que no reconocían la autonomía del individuo para conocerse y mejorar en interés propio.
¿Sigue vigente la inscripción del oráculo de Delfos? Y sobre todo, ¿cumple la indagación en uno mismo la promesa de la autorrealización? Psicología y neurociencia sugieren que, en efecto, existen necesidades humanas elevadas relacionadas con el cultivo personal a largo plazo.
¿Mejoramos cuando, según Montaigne, somos la temática de nuestro propio libro; o, según Thoreau, cuando “El poeta escribe la historia de su propio cuerpo”?
Introspección no equivale a autoflagelación ni a obsesión
Por un lado, no hay que confundir la introspección con la autoflagelación al evocar las cosas que podríamos haber hecho de otro modo, las oportunidades perdidas y otras cuestiones del pasado que los filósofos estoicos afrontaron con una técnica para relativizar su importancia y, así, no recrearse en cuestiones que al fin y al cabo forman parte del pasado.
Los estoicos usaban la “visualización negativa” o el “fatalismo“, consistente en relativizar lo ya acontecido y apreciar lo que uno tiene exponiendo cuál sería la situación si algo querido faltara.
Conocerse a uno mismo, comprender que no se puede cambiar lo ocurrido y aprender a apreciar lo que uno posee -intentando, de paso, depender menos de lo ajeno a uno mismo- son los mecanismos recomendados por el estoicismo para no caer en la autoflagelación o en la frustración cuando se realiza una inspección interna.
Relativizando lo ya pasado (porque no podemos cambiarlo)
Trasladado a la cultura popular, el equivalente a la recomendación de los estoicos -lo más parecido a su “examínate, pero no te obsesiones y lo que cuenta es el largo plazo”- se sintetiza en el título de una canción de Bob Dylan: Don’t Think Twice It’s All Right.
Un canto a no recrearse en lo que no se puede cambiar, sino a intentar aprender de lo ocurrido y pasar página.
Algunos fragmentos de estrofas de Happy, de Pharrell Williams, ilustrarían también los que deben ser los límites de la introspección, para que ésta no se convierta en un ejercicio de masoquismo, en lugar de una herramienta para autorrealizarse valorando lo que realmente importa y aprendiendo-estudiando-mejorando paso a paso.
Sobre quienes se autoproclaman nuestros interlocutores
El estudio del equipo de HEC París, la Harvard Business School y la Universidad de Carolina del Norte corrobora una línea de examen interior, autónomo y ajeno a dogmas externos, vigente desde los presocráticos.
La introspección racional ha sido a menudo combatida, tildada de herética y/o contraproducente por quienes han tratado de situarse de interlocutores entre el individuo y lo dogmático/místico (sea un ser superior, el Pueblo, el Partido, etc.).
Volvemos a ver que, por el contrario, conocerse más y mejor a uno mismo supone saber más de la humanidad, indagar en la individualidad y, con ello, fortalecer la empatía con otras personas con voluntad librepensante.
Diferencias entre yo y yo mismo
La introspección es crucial cuando aumentan el gregarismo y la polarización. Al conocernos algo a nosotros mismos, sabemos a ciencia cierta lo fácil que es arrimarse al calor de cualquier arenga de médiums con monopolio de comunicación con los dogmas (ideológicos, religiosos, nacionales) que profesan.
Michel de Montaigne: “Encuentro tanta diferencia entre yo y yo mismo como entre yo y los demás.”